La última Encuesta de Salud y Nutrición de Ecuador, la ENSANUT 2018, incluyó por primera vez un módulo para medir el desarrollo infantil a escala nacional. Esto es un gran hito para el país porque ofrece una necesaria mirada holística de la situación de la niñez que permite orientar la formulación de intervenciones para promover el bienestar infantil integral.
¿Qué se encontró en desarrollo infantil y cómo se explica?
En línea con la evidencia encontrada para otros países en la región, en Ecuador existen fuertes brechas socioeconómicas en desarrollo infantil que aumentan con la edad. Los datos de la ENSANUT 2018 muestran que, si bien casi no existen diferencias en los primeros meses de vida, a los cinco años de edad, los hijos de madres con educación básica presentan un fuerte rezago acumulado en su lenguaje, con un nivel de vocabulario equivalente al que tienen los niños de aproximadamente 3 años y medio cuya madre tiene educación superior.
Las pocas oportunidades para el juego y el aprendizaje en el hogar contribuyen a explicar estos rezagos. La mitad de los niños menores de cinco años no tiene un libro infantil o juega con menos de tres variedades de juguetes, tales como objetos para armar o construir, juguetes para aprender formas y colores, o muñecos. Además, tan solo dos de cada tres niños realizan cuatro o más actividades de juego con cuidadores adultos. Asimismo, se reporta el uso de prácticas de disciplina negativa que implican maltrato físico o psicológico, en más de la mitad de los hogares del país independientemente de su ubicación o situación socioeconómica.
¿Cómo ha evolucionado la situación nutricional y de salud de los niños menores de cinco años desde la ENSANUT de 2012?
Uno de los hechos más preocupantes es el estancamiento de la disminución de la desnutrición crónica, con una alta prevalencia, del 23%, para los niños menores de cinco años a nivel nacional. La situación es más grave para niños en zonas rurales (28,7%) y en familias indígenas (40,7%). Estos niños presentan, además, mayores rezagos en lenguaje que sus pares sin desnutrición crónica. También preocupa el incremento del sobrepeso u obesidad, que alcanza valores del 13,2%, y se traduce en un 5,3% de niños que sufren de la doble carga de la malnutrición—esto es, presentan desnutrición crónica y sobrepeso u obesidad al mismo tiempo. Asimismo, con respecto a la salud infantil, se destaca una reducción de casi 9 puntos de la prevalencia de infección respiratoria aguda desde 2012, aunque este porcentaje sigue siendo alto (34,2%); y una reducción en incidencia de enfermedad diarreica aguda, la cual afectó a 1 de cada 10 niños en 2018, si bien continúa siendo una de las principales causas de morbi-mortalidad infantil en el país.
Detrás de estos resultados está el limitado acceso oportuno a servicios de salud. Si bien el 83,3% de las mujeres gestantes recibió al menos cinco controles prenatales, solo el 7% de las madres tuvo un control en los 7 días posteriores al parto. La primera semana de vida es crítica para promover la lactancia materna, el acceso a las primeras vacunas y el tamizaje de discapacidades, entre otros. Además, solo el 24,7% de los niños recibió micronutrientes en polvo, cuya deficiencia predispone a los niños a infecciones y afecta su desarrollo cerebral y posterior rendimiento escolar. Por último, si bien casi todas las vacunas tienen una alta cobertura, la de la vacuna SRP (contra Sarampión, Rubéola y Parotiditis) es tan solo del 76,6%, siendo el sarampión una de las enfermedades que más afecta a los niños en general y más aún si son desnutridos o tienen déficit de vitamina A.
Una reflexión final: retos inminentes
Estos resultados muestran la situación de la niñez en el Ecuador antes de la pandemia. Ciertamente, estas cifras habrán cambiado. Cerrar las fuertes brechas en desarrollo infantil existentes y mejorar el estatus nutricional y de salud de los niños en el país requiere fortalecer las prácticas de crianza—por ejemplo, promover el juego, las interacciones efectivas y las estrategias de disciplina positiva—alimentarias, de salud y saneamiento en los hogares más vulnerables. A su vez, ello requiere la prestación de servicios pertinentes, oportunos y de calidad, una sólida articulación entre sectores que permita identificar sinergias y complementariedades, y priorizar a los niños en mayor situación de vulnerabilidad. Asimismo, es necesario mantener la medición del bienestar infantil de forma integral para monitorear los avances de estos esfuerzos. Por ello, celebramos la inclusión de la medición del desarrollo infantil en la nueva Encuesta Nacional de Desnutrición Infantil (ENDI), junto con varios indicadores de salud y nutrición. Sin duda, no se puede cambiar lo que no se mide; y el compromiso de todos los actores, acompañado de la inversión necesaria, es fundamental para la primera infancia.
¿Cuál es la situación de la primera infancia en tu país? ¿Se mide el bienestar infantil de forma integral y cómo?
Estos resultados se socializaron recientemente en el webinar “Socialización de los reportes de salud en la niñez, antropometría y desarrollo infantil generados a partir de la ENSANUT 2018”, cuya presentación está disponible aquí. Para mayor detalle, se pueden consultar los reportes de salud de la niñez, desarrollo infantil y antropometría de la ENSANUT 2018.
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