La pandemia de COVID-19 puso a prueba la capacidad de respuesta de los servicios sociales en América Latina y el Caribe y afectó la forma en la cual estos operaban a diario. Los servicios de salud, educativos, de empleo, de atención a la primera infancia y de asistencia social debieron ajustar sus procesos y trasladarse en algunos casos al espacio virtual. En este escenario, un desafío común fue la monumental tarea de realizar estos cambios de forma repentina y a escala.
En el mundo ideal, cualquier reforma en un procedimiento de una institución pública o en el diseño de un nuevo servicio iniciaría con una experiencia piloto. Una vez pulido el diseño y funcionamiento del nuevo proceso, este se escalaría a todos los usuarios del servicio ¡que pueden ser miles o millones! Sin embargo, como vimos durante la pandemia, es común que la política pública deba implementar respuestas a escala de un momento a otro, atendiendo temas totalmente nuevos. Por ello, cobra aún más relevancia la investigación sobre cuáles son los factores de éxito al llevar un programa a escala.
De 70 a 700 a 70 mil
Hace poco publicamos un estudio precisamente sobre este tema. Nuestra investigación parte de tres experiencias de implementación de un mismo modelo de atención a la primera infancia: el modelo de visitas domiciliarias de Jamaica, ahora conocido como Reach Up. Este promueve el desarrollo a través del juego, trabajando directamente con el niño y su cuidador principal, quien es la madre en la mayoría de los casos.
Comparamos los aprendizajes del proceso de adaptar e implementar este modelo en: (i) unas pocas decenas de niños en el contexto de un estudio de eficacia en Jamaica; (ii) un piloto que atendía a cientos de niños en Colombia; y (iii) un programa a escala nacional en Perú, el Servicio de Acompañamiento a Familias (SAF) del Programa Nacional Cuna Más, que llegó a más de 70 mil niños en sus primeros tres años de implementación.
Aprendimos que los siguientes tres aspectos son críticos al escalar los servicios:
- Identificar los atributos no negociables del modelo, aquellos sin los cuales se quiebra la teoría de cambio y este deja de tener impacto. Para el caso de las visitas domiciliarias, estos atributos fueron (i) la existencia de un contenido o currículo estructurado y (ii) un sistema de capacitación y acompañamiento continuos para el personal.
- Contar con apoyo político durante todas las fases de implementación, lo que garantiza la apropiación.
- Medir y monitorear resultados desde el diseño de la implementación del modelo. Solo así se puede conocer lo que funciona y lo que necesita ajustarse, y hacer los cambios pertinentes de forma oportuna.
La experiencia del programa Cuna Más
En Perú, el servicio SAF de Cuna Más ofrece visitas domiciliarias semanales a hogares en zonas rurales, donde una facilitadora de la comunidad trabaja durante una hora con el niño y su cuidador principal, modelando actividades de juego e interacciones cálidas, ricas en lenguaje y sensibles a las necesidades del niño. Esta facilitadora, a su vez, cuenta con el acompañamiento de una profesional técnica, quien se encarga de su capacitación y formación continua.
Entre 2012 y 2015, el servicio se expandió rápida y gradualmente por distritos rurales con altas tasas de pobreza y de desnutrición crónica en todo el país. Esto se aprovechó para realizar una evaluación de impacto experimental en la cual se asignaron de forma aleatoria los distritos a los cuales el programa llegaría antes al grupo de tratamiento y aquellos a donde llegaría después al grupo de control, de modo a comparar resultados. Luego, el servicio experimentó reformas importantes por lo que nuestros resultados no pueden extrapolarse al programa en su diseño posterior.
¿Funcionan las visitas domiciliarias a escala?
La evaluación muestra que, tras dos años de implementación del programa, los niños asignados aleatoriamente al grupo de tratamiento lograron un desarrollo infantil 0,10 desviaciones estándar mayor que los niños asignados al grupo de control. ¿Es este impacto grande? En términos más intuitivos, un impacto de esta magnitud es comparable a un aumento de 2.5 años de educación entre las madres de los niños beneficiarios quienes, en promedio, habían alcanzado apenas 7 años de escolaridad. Estimamos que la relación beneficio-costo fue de 5,4. En otras palabras, por cada dólar invertido en el programa se obtendrían 5,4 de retorno.
La evaluación de Perú es única en América Latina por ser una evaluación experimental de un programa de visitas domiciliarias para la promoción del desarrollo infantil implementado a escala nacional. Es además una evaluación alentadora porque el modelo curricular de Reach Up está siendo adaptado e implementado en varios países dentro y fuera de la región, tanto para la modalidad de visitas como de otras formas de atención a la primera infancia, por ejemplo, en sesiones grupales en la India. Así como estas experiencias de trabajo con el modelo nos han permitido aprender sobre cómo llevarlo a escala, una segunda generación de estudios deberá informar sobre cómo adaptarlo a diferentes contextos.
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