En los inicios de la pandemia, el temor a que los colegios y los centros de atención infantil se convirtieran en caldo de cultivo para la transmisión del virus se justificó con experiencias pasadas de enfermedades infecciosas similares. La gripe, por ejemplo, se transmite muy activamente de niños a adultos, pero la evidencia indica que este no es el caso del virus del COVID-19. Las cifras relacionadas con la variante anterior a la delta mostraron que los niños se contagiaban en muy baja medida y que eran el grupo menos vulnerable a los efectos de la pandemia. Se dijo, incluso, que no corrían peligro y que serían los menos impactados por el COVID-19.
Con el tiempo, se ha ido generando más evidencia sobre el impacto real del virus y sus variantes en los niños. Ahora que hay datos disponibles para América Latina y el Caribe (ALC), compartimos en nuestra nota “El COVID-19 en los niños menores de 18 años” información sobre las tres cuestiones más relevantes en términos de políticas de infancia: los niveles de contagio, la necesidad de las vacunas y el impacto que tiene la pandemia en los niños de la región. Todo ello tiene implicancias importantes para la recuperación urgente del aprendizaje.
De contagiarse a enfermarse
En lo que va de la pandemia se ha podido comprobar que los niños se contagian del COVID-19 a una tasa menor que los mayores, incluso ante variantes más transmisibles. Analizando datos en 6 países, se estimó que, a finales de 2021, menos del 22% de todos los casos positivos fueron de niños menores de 19 años. En los 11 países de ALC con datos disponibles observamos que la evolución y aumento del contagio en este grupo etario ha sido menor que en países fuera de la región.
En Colombia, por ejemplo, el porcentaje de menores de 19 años contagiados se ha mantenido relativamente constante en el último año.
Gráfica 1 – Distribución de los casos del COVID-19 para menores de 19 años a enero de 2022
Vacunación pediátrica
Un número creciente de países de ALC han aprobado el uso de vacunas contra el COVID-19 y han empezado a vacunar a niños mayores de 5 años. Si bien la mayoría de los países han aprobado la vacuna Pfizer-BioNTech, otros, como Argentina, Chile, Colombia, Paraguay, Honduras y República Dominicana, han aprobado también las vacunas Sinovac, Moderna, AstraZeneca y Sinopharm. No obstante, faltan datos más precisos sobre las tasas de vacunación en niños. Para aquellos países con información detallada, observamos variabilidad en la cobertura.
Observamos que Chile presenta la mayor tasa de cobertura en la región, con el 86% de los niños entre 5 y 11 años y el 97% de los niños entre 12 y 17 años con vacunación completa, seguido de cerca por Argentina. Asimismo, mientras en Costa Rica, Perú y Uruguay, al menos el 74% de los niños ente 12 y 17 años tienen cobertura completa de vacunación, en Colombia y Guatemala, este porcentaje es de menos del 40%. La cobertura disminuye aún más para niños de entre 5 y 11 años.
Tabla 1 – Vacunas contra el COVID-19 aprobadas para menores de 18 años en ALC
Impacto de la pandemia en la salud física y mental de los niños
Más allá de los contagios, en la región la tasa de pobreza volvió a niveles de hace 12 años, afectando principalmente a familias en áreas rurales, indígenas y afrodescendientes. A esto se suma la crisis educativa debido al cierre de jardines, prescolares y escuelas y al bajo nivel de acceso a internet para fines educativos. Cerca de 120 millones de niños llegaron a perder hasta un año completo del calendario escolar, lo que puede representar una pérdida de hasta 3 puntos del Producto Interno Bruto (PIB) debido a los menores ingresos derivados de un menor desarrollo y aprendizaje.
En cuanto a la salud mental de los niños, en cuatro países latinoamericanos, sus cuidadores reportaron que se deterioró. Una de las causas es la pérdida de cuidadores. Un estudio encontró que a nivel mundial por cada dos adultos que mueren por COVID-19, un niño queda huérfano. Más aún, en la región al menos 1 de cada 1.000 niños perdieron a su cuidador principal, lo cual es alarmante ya que la literatura ha mostrado que la pérdida de uno de los padres tiene un impacto negativo a largo plazo en la acumulación de capital humano, que se suma a las pérdidas de aprendizaje generadas en el corto plazo debido al cierre de los servicios de primera infancia.
La evidencia compilada en “El COVID-19 en los niños menores de 18 años” sugiere que estos cierres prolongados no han sido una medida particularmente eficaz para controlar la transmisión del virus dado el moderado impacto del COVID-19 en la salud física de los niños. Esto, combinado con sus nefastos impactos en el desarrollo, el aprendizaje y la salud mental de los niños urgen no solo a la pronta remediación de las pérdidas de aprendizaje, sino también a una ágil reconfiguración de los sistemas sanitarios que deben ahora prestar especial atención no solo a las agendas de vacunación y controles de salud, sino también la de salud mental y monitoreo frecuente del desarrollo.
¿Cómo ha afectado el COVID-19 a los niños de tu comunidad y qué se puede hacer para remediarlo? Cuéntanos en la sección de comentarios más abajo.
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