El cuidado es un trabajo fundamental para el sostenimiento de la vida humana. A lo largo de nuestro ciclo vital, todos habremos estado o estaremos al cuidado de otros. Las actividades de cuidado, se refieren a aquellas que tienen relación con la provisión y el mantenimiento del bienestar físico, emocional y social de las personas, las especies no humanas y la vida en todas sus expresiones, incluyendo tareas domésticas, atención a niños y niñas, adultos mayores, personas enfermas o con discapacidad (Esquivel, 2013).
El trabajo de cuidado tiene dos elementos en común: por un lado, recae desproporcionadamente en las mujeres -restringiendo la autonomía económica, social y política de ellas- y, por otro, tradicionalmente no ha sido valorado por la sociedad -por lo que suele ser muy mal o no remunerado en absoluto-.
Según la Organización Internacional del Trabajo, cada día se dedican más de 16.000 millones de horas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en el mundo. En tanto, si volcamos la mirada hacia América Latina y el Caribe, nos encontramos con que las mujeres dedican más del doble de horas que los hombres a las responsabilidades domésticas y de cuidados no remunerados (38 versus 16 horas semanales), una brecha que se expande en los hogares con niños pequeños (Egana-del Sol et al., 2022).
La economía del cuidado plantea que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado sostiene las economías de los países. Es un trabajo que genera valor, por lo que debe ser visibilizado, reconocido, y remunerado. De acuerdo a la CEPAL, el trabajo no remunerado en la región representa entre el 15,9% y el 27,6% del PIB, y el 74% es realizado por mujeres.
Trabajo de cuidado rural
En las zonas rurales se acentúa aún más la sobrecarga de cuidados y trabajos domésticos no remunerados, en comparación con los entornos urbanos. Esto sucede porque en los espacios rurales las actividades del hogar, consumo y producción se realizan en un mismo espacio. Los roles y estereotipos de género siguen influyendo de forma significativa la vida cotidiana de las personas en muchas comunidades rurales, en donde se espera que las mujeres o incluso las niñas se ocupen de este tipo de tareas.
El trabajo de cuidado rural comprende todas aquellas actividades, remuneradas o no remuneradas, que se realizan para sostener la vida cotidiana y conservar los territorios de quienes habitan las zonas rurales. El trabajo de cuidado rural incorpora actividades de cuidado directo e indirecto en las cadenas agrícola, pecuaria, pesquera y forestales, en contextos de poco acceso y control de activos productivos. Las siguientes son algunas actividades del trabajo de cuidado rural:
- Cuidado de niños y adultos mayores, compras y preparación de alimentos para la familia, limpieza y mantención del hogar.
- Alimentación, cría, cosecha, recolección y procesamiento de animales para autoconsumo (especies piscícolas, ovinas, bovinas, caprinas, porcinas, cunícolas, y aviarias) y/o cuidado de la huerta familiar o comunitaria.
- Transmisión de conocimientos tradicionales relacionados con prácticas agrícolas sostenibles.
- Actividades asociadas al cuidado de los cuerpos de agua, bosques y otros ecosistemas y cultivos tradicionales.
- Actividades para suplir el déficit de provisión de bienes y servicios públicos, tales como, el acarreo de agua y la recolección de leña.
El trabajo de cuidado no remunerado contribuye a la economía rural, a la producción local y a la seguridad alimentaria. Por ejemplo, la producción y preparación de alimentos contribuyen a garantizar el acceso a alimentos frescos y nutritivos para las familias rurales, mientras que el cuidado de las huertas familiares contribuye a la disponibilidad de los alimentos dentro del hogar. Adicionalmente, las labores de cuidado sostienen la mano de obra agrícola remunerada permitiendo que estos trabajadores se centren en las actividades productivas comerciales que, a su vez, generan los ingresos económicos para sostener las comunidades rurales.
Las 5 R del trabajo de cuidado rural
La economía del cuidado busca visibilizar y otorgar valor a este tipo de actividades en la sociedad. Para afrontar la desigualdad de género en el trabajo de cuidado no remunerado se recomienda diseñar políticas orientadas a:
1. Reconocer: Visibilizar y valorar las actividades que se realizan para sostener la vida de las personas y los seres vivos, la producción de los alimentos y el cuidado de los territorios, sean éstos o no remunerados, como un derecho económico.
2. Redistribuir: Repartir de manera equitativa entre hombres y mujeres las tareas de cuidado no remunerado. Incluye el rol del Estado, las empresas, las comunidades y los hogares en esta repartición.
3. Reducir: Disminuir la carga de trabajo y los tiempos asociados a estas actividades.
4. Recompensar: Mejorar las condiciones de los empleos de cuidados actuales y crear nuevos empleos de cuidados decentes y de calidad, que incorporen protección social integral, capacitación, profesionalización, etc.
5. Representar: Representación en los espacios públicos, en la toma de decisiones, en el diseño de políticas públicas, etc.
El Banco Interamericano de Desarrollo ha aprobado una cooperación técnica para apoyar al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia en el diseño de una estrategia de desarrollo rural integral con énfasis en perspectiva de género, lo que permitirá fortalecer las políticas de género y cuidado rural.
Como parte del proyecto, se trabajará en la formación y concientización de las comunidades sobre economía rural, trabajo de cuidado no remunerado, nuevas masculinidades, talleres de roles y seguridad de tenencia de tierras para mujeres. También se identificarán y proveerán insumos que permitan alivianar y redistribuir las cargas y los tiempos destinados al trabajo no remunerado, tales como herramientas conceptuales, insumos productivos de cuidado, enseres domésticos, y pequeña infraestructura del cuidado.
Adicionalmente, una de las principales dificultades a la hora de diseñar políticas públicas radica en que existe una amplia literatura disponible sobre el trabajo de cuidado en entornos urbanos, pero escasea información en el contexto rural. Por lo tanto, se propondrá un instrumento que permita aproximar la medición del tiempo que la mujer le dedica a este tipo de actividades, y se generarán los lineamientos de cuidado rural que orientarán las acciones de todas las entidades del sector agropecuario colombiano.
En el Día Internacional de la Mujer, reconozcamos y valoremos la importancia del trabajo de cuidado rural en la seguridad alimentaria y el desarrollo inclusivo de la región.
—
¿Te interesó este contenido? Suscríbete a nuestra base de Agricultura y Seguridad Alimentaria para recibir información sobre nuevas publicaciones y los próximos eventos.
—
Contenido relacionado:
Infografía: Semillas para la Seguridad Alimentaria en América Latina y el Caribe
Blog: Proteger el planeta para garantizar la seguridad alimentaria
Ingrid Barrios dice
Muy interesante el enfoque realizado hacia el trabajo de la mujer, creo que las condiciones no difieren en otros países. Me gusto la publicación.