Desde el 2023, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha estado apoyando al Gobierno Colombiano, a través del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, en la incorporación de una perspectiva de género en la Reforma Rural Integral. Una parte fundamental del enfoque de género consiste en redistribuir, recompensar, reducir, representar, y reconocer los trabajos de cuidado en áreas rurales, que mayormente, son realizados por mujeres.
¿Qué es el trabajo de cuidado rural?
El trabajo de cuidado rural corresponde al conjunto de actividades y relaciones asociadas con la reproducción y el sostenimiento de la vida humana y no humana. Es decir, son todas aquellas actividades productivas (remuneradas o no), en las que las personas cuidadoras aplican su fuerza de trabajo para producir bienes (tangibles o intangibles) y servicios que permiten el sostenimiento de las sociedades rurales. Este tipo de trabajo no se limita a las tareas domésticas y a la satisfacción de las necesidades básicas de los hogares en los entornos no urbanos, sino que es esencial para la reproducción de la fuerza de trabajo rural, la producción de alimentos, la seguridad alimentaria, la conservación y el uso sostenible de los territorios rurales y urbanos.
A nivel nacional ya se contaba con estadísticas que advertían que el promedio total de horas de trabajo de las mujeres en zonas rurales colombianas es 14 horas con 23 minutos diarios, y que solo reciben remuneración por el 40,7% del tiempo diario trabajado (DANE, 2022). Sin embargo, actividades virtuales y de campo realizadas por la Dirección de Mujer Rural del MADR y el BID, que consistieron en grupos focales, diarios de campo y cartografías sociales, permitieron complejizar estas estadísticas y ofrecer información valiosa para dar forma a la categoría de trabajo de cuidado rural que se tiene en cuenta en acciones de política pública nacional y en escenarios de cooperación internacional.
En las actividades realizadas en campo, así como en varios grupos focales virtuales participaron mujeres de organizaciones campesinas, resguardos indígenas, y consejos comunitarios afrodescendientes. Uno de los hallazgos fundamentales de estas actividades fue conocer las cargas desproporcionadas de trabajo de cuidado rural de las mujeres y demás personas cuidadoras del campo colombiano. Un ejemplo de esto, son las mujeres fruticultoras de Tumaco, Nariño (suroccidente de Colombia), quienes empiezan su día desde las 4:00 am con la búsqueda de agua y leña para preparar alimentos para su familia y demás trabajadores del cultivo, y lo terminan a medianoche planificando gastos y actividades a desarrollar a lo largo de la semana. Las mujeres cultivadoras de tilapia en el Bajo Cauca (noroccidente de Colombia), también nos contaron lo abrumadoras que pueden llegar a ser las actividades de trabajo de cuidado rural, ya que no solamente tienen a cargo el cuidado de niñas, niños y personas mayores durante toda la semana, sino que, en muchas ocasiones, emplean los fines de semana para limpiar y reparar las herramientas que se usan en el cultivo de estos peces.
Aunque hemos repetido que el trabajo de cuidado rural es un trabajo realizado casi siempre por mujeres, uno de los testimonios que llamó nuestra atención fue el de un hombre, cultivador de cacao en el departamento del Meta (suroriente de Colombia), quién afirmó que, dentro de su rutina diaria, asumía diferentes actividades de cuidado como la preparación de alimentos, el transporte de sus hijas a la escuela (una de ellas con discapacidad física), la limpieza de su hogar, y la limpieza de la parcela en la que cultivaba. De acuerdo con su testimonio, asumir estas actividades generaba burlas por parte de sus vecinos quienes señalaban que estas actividades eran improductivas y deberían ser realizadas por las mujeres de la comunidad.
Durante el trabajo de campo, también tuvimos la tarea de indagar por activos, tecnologías o infraestructuras que pueden ser útiles para aliviar las cargas de trabajo de cuidado que han sido impuestas a las mujeres de la ruralidad y que pueden aportar a contrarrestar la crisis de cuidados que se vive a nivel mundial y que afecta las economías rurales. Las respuestas obtenidas en este trabajo de campo sirvieron para alimentar un listado que será ofertado, a través de convocatoria, a organizaciones de pequeños productores de diferentes municipios en Colombia, que fueron afectados por el conflicto armado. Ofrecer activos productivos de trabajo de cuidado rural para reducir las cargas de trabajo asumidas por las mujeres campesinas, es un ejercicio piloto y novedoso en América Latina y el Caribe que abre posibilidades para el reconocimiento del cuidado como un acto cotidiano y fundamental para las cadenas productivas que tienen lugar en los entornos no urbanos.
Hace unos días se realizó la convocatoria del Programa Colombia Sostenible para inversiones complementarias al trabajo de cuidado rural. Estamos a la expectativa del avance, implementación y evaluación de este proyecto piloto que servirá de ejemplo para entender de qué forma las inversiones en trabajo de cuidado rural aportan al reconocimiento, la reducción y la redistribución de este tipo de trabajo que sustenta las economías rurales, aumenta la seguridad alimentaria, el acceso a los medios de producción por parte de las campesinas, mejora la toma de decisiones de ellas y contribuye a la justicia económica, social y ambiental en contextos como el colombiano, afectado por el conflicto armado y la búsqueda de la paz.
En el Día Internacional de las Mujeres Rurales, es fundamental reconocer la función y contribución decisivas del trabajo de cuidado realizado por mujeres rurales, incluidas las mujeres indígenas y afrodescendientes, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural.
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