Los padres son actores centrales en la educación de sus hijos. Pero muchas veces detrás de cada madre o padre hay una historia de pérdida de confianza en sí mismos o en la institución educativa. Es necesario reconstruir el vínculo entre las familias y la escuela para potenciar la educación de los niños, niñas y adolescentes.
“Si yo pudiera tener un super poder sería el de educar a mis hijos”, contestó Noemí, mamá de uno de mis estudiantes. Era finales de mayo del 2020 y ya había pasado más de un mes desde el cierre de la escuela por el inicio de la pandemia. Ante esta situación, Noemí había asumido la responsabilidad de hacer lo posible para que sus dos hijos estudiaran a distancia. “No sé cómo apoyarlos, estamos preocupados”, me repetía frustrada. Al igual que Noemí, miles de madres y padres comparten ese sentimiento de frustración, que es expresado de diferentes maneras.
Sin embargo, por décadas hemos escuchado en las escuelas que “hay padres a los que no les interesan sus hijos” o que “no quieren involucrarse”. Pero, ¿nos hemos cuestionado qué está detrás de esa imagen que se ha creado de algunos padres?
En el caso de Nuevo Progreso, comunidad ubicada entre las montañas de Áncash – Perú, donde vive Noemí, se solían trasladar las responsabilidades de crianza a otras personas. “Yo quiero que mi hijo sea más que yo. Yo no sé, es mejor que llegue su primo a encargarse”, compartía Noemí. En su discurso había una fuerte mentalidad de sentir que no era suficiente y, por ende, sentía temor de tener un rol activo como cuidadora.
Sin embargo, esta autopercepción nace, en muchos casos, en esa misma institución que hoy les exige participación activa: la escuela. Por un lado, desde su historia como estudiantes en la que en muchos casos el error y su propia identidad eran sancionados, lo que generó un rechazo hacia la escuela, además de la pérdida de confianza por parte de su familia y en sí mismos, e incluso de la oportunidad de continuar estudiando.
Por otro lado, desde la forma en la que las escuelas crean vínculos con los padres, que en ocasiones se da desde la sanción y el rechazo a quienes no cumplen con sus expectativas.
Como docente soy consciente que también reproduje este tipo de prácticas y es esa conciencia la que me impulsó a hacer lo posible por contribuir al cambio.
El valor de la confianza en la educación
Junto a Jesús, el hijo de 11 años de Noemí, empezamos a reconstruir la relación que ella tenía con la escuela. Fue así que se sumó a varias llamadas en las que nos contó sobre sus experiencias cuando era estudiante y participó en nuestras sesiones de clase.
Durante ese proceso, Noemí empezó a retar por sí sola esa imagen que muchos hemos construido. Esto la llevó a aventurarse a participar en “Crecemos con Amor”, programa donde desarrolló su autoconocimiento y aprendió a reconocer sus fortalezas, lo que le permitió empezar a transformar ese discurso interno que tenía sobre sí misma.
Semanas después me di cuenta que algo estaba cambiando. Jesús tenía un especial interés por las estrellas, tema del cual estaba investigando. Luego de varias coordinaciones, logramos agendar una entrevista con un astrofísico internacional y unos días antes, junto a Noemí, había aprendido a usar Zoom.
Cuando llegó el gran día, Jesús me llamó entre lágrimas: “no se va a poder, mi papá está con el celular y está lloviendo, no puede subir con la moto”. Inmediatamente escucho la voz de Noemí: “no se preocupe profesora, déjeme ver qué hago”. Pasaron varios minutos hasta que recibí otra llamada: “si es que mi esposo no puede subir, nosotros bajaremos”, me dijo.
En ese interín Noemí había caminado por toda la comunidad buscando una solución y en el proceso convenció a un tío que los bajara. Fue Noemí la que logró que Jesús hiciera la entrevista para la que tanto se había preparado.
A partir de ese momento la confianza entre nosotras empezó a crecer. Gracias a esto, hacia junio del 2021, casi un año después y con menos del 2% de las escuelas a nivel nacional abiertas, decidimos empezar clases en el segundo piso de la iglesia de la comunidad.
Fue la confianza de Noemí en sí misma y en mí, la que nos sostuvo frente a los temores. Fue ella la encargada de movilizar a otros padres de familia y a su esposo, quien negoció con el pastor de la iglesia e hizo posible empezar clases presenciales.
Noemí me demostró que una madre de familia que confía en sí misma se convierte en una cuidadora lista para ejercer un rol activo en la escuela y confiar en ella.
Es por ello que hoy les quiero invitar a mirar más allá de los(as) estudiantes y preguntarse ¿Cómo puedo, desde mi rol, ser ese puente que contribuya a reconstruir los vínculos entre las familias y la escuela?
Doris Bedoya dice
Excelente historia, la confianza ayuda a todos a crecer y a hacer a aquellos que toca!
Gran labor!! Por una mejor educación que sigan las conquistas,!!