La primera infancia es un período crucial para el desarrollo de las personas. Es en estos años iniciales –incluso desde antes de nacer– donde se establecen las bases para el aprendizaje, la salud y el bienestar a lo largo de la vida. Para explorar más sobre este tema, conversamos con tres expertos: Maureen Black, profesora emérita en psicología pediátrica en la Universidad de Maryland; Orazio Attanasio, profesor de economía en Yale y experto en evaluación de políticas sociales; y Sally Grantham-McGregor, profesora emérita en International Child Health del University College London y pionera en intervenciones de estimulación temprana.
Cada uno de ellos nos ofreció valiosas perspectivas sobre cómo apoyar a las niñas y los niños en esta etapa esencial, desde los principios básicos del desarrollo infantil hasta el diseño de intervenciones efectivas.
El proceso del desarrollo: el papel de la interacción y el entorno
Como explica Maureen Black, el desarrollo del cerebro comienza en la concepción y se ve influenciado por una interacción constante entre la genética y el ambiente. Durante la gestación, factores como la nutrición materna, el estrés y la exposición a la violencia pueden afectar significativamente el desarrollo del cerebro en formación.
Los primeros 1.000 días de un niño, que abarcan desde la concepción hasta los dos años de vida, son una ventana crítica para el crecimiento y la plasticidad cerebral. En este periodo, se establecen conexiones fundamentales entre las neuronas, lo que permite a los bebés procesar sonidos, imágenes y empezar a interactuar con el mundo que los rodea. Es por eso que el cuidado desde el embarazo no solo es importante, sino determinante para el futuro desarrollo de los niños y niñas.
Maureen destaca que, sin importar el contexto en el que crezcan, todos los niños necesitan ciertos elementos clave para su desarrollo. Estos se agrupan en el concepto de nurturing care o cuidado cariñoso y sensible, que incluye:
- Nutrición: una alimentación adecuada que favorezca el desarrollo físico y cognitivo.
- Salud: acceso a servicios médicos y entornos que promuevan el bienestar.
- Aprendizaje temprano: oportunidades para estimular el desarrollo cognitivo desde los primeros meses de vida.
- Cuidado responsivo: la presencia de adultos que escuchen, respondan y se involucren activamente en la crianza.
- Protección y seguridad: ambientes libres de violencia y amenazas que puedan afectar el bienestar infantil.
Intervenciones basadas en la evidencia: lecciones de Reach Up
Con Sally Grantham-McGregor exploramos su experiencia en el diseño de “Reach Up”, un programa desarrollado en Jamaica en los años ‘80 y luego implementado en otros países. La iniciativa se basó en visitas domiciliarias semanales de una hora, dirigidas a niños de nueve meses a dos años en situación de vulnerabilidad. Durante estas visitas, las facilitadoras demostraban a las madres cómo realizar actividades de juego y lenguaje para potenciar el desarrollo de sus hijos. Los resultados mostraron aumentos sustanciales en su desarrollo cognitivo, lingüístico y motor, que se han sostenido hasta la edad adulta y se han traducido en mayor rendimiento académico, mejor salud mental y mayores salarios, entre otros indicadores relevantes.
Uno de los factores clave del éxito de Reach Up, según Sally, es el fortalecimiento del vínculo entre madre e hijo. El programa no solo impulsa el desarrollo infantil, sino que también refuerza la autoestima y las habilidades de crianza de las madres, al tiempo que promueve el crecimiento personal y profesional de las facilitadoras en un entorno basado en la confianza y el respeto.
Otro elemento esencial es su currículo estructurado, con actividades diseñadas en orden de dificultad para que cada niño aprenda a su propio ritmo. En sus palabras, “esto asegura que el aprendizaje sea desafiante pero no frustrante”. Al mismo tiempo, el programa mantiene la flexibilidad necesaria para adaptarse a las particularidades culturales y necesidades de cada familia, lo que, según Sally, es otro de los factores clave de su éxito.
Escalando con impacto: calidad y sostenibilidad en el desarrollo infantil temprano
Lograr que una intervención funcione a gran escala sin perder efectividad es uno de los mayores desafíos. Para Orazio Attanasio, la clave está en preservar la calidad y fidelidad al diseño original: a medida que un programa crece, es fundamental asegurar que los principios que lo hicieron exitoso en pequeña escala se mantengan. Esto requiere procesos de monitoreo rigurosos y una capacitación sólida para quienes implementan la intervención.
Otro aspecto esencial es lograr la apropiación por parte de las familias y comunidades. Las intervenciones deben generar reconocimiento y confianza en quienes las reciben, por lo que la participación comunitaria es clave en este proceso, especialmente al seleccionar facilitadores que sean parte de la comunidad y cuenten con su respaldo. Finalmente, aprovechar infraestructuras y programas existentes puede facilitar la escalabilidad, reduciendo costos y asegurando continuidad. Aunque estas estructuras no siempre sean óptimas, su familiaridad dentro de la comunidad representa una ventaja importante.
El desarrollo infantil temprano es mucho más que un conjunto de hitos biológicos: es un proceso profundamente influenciado por las interacciones humanas y el entorno. Las perspectivas de Maureen, Sally y Orazio refuerzan la importancia de invertir en programas e intervenciones que apoyen a las familias en esta etapa crítica. Desde fomentar el cuidado cariñoso y sensible hasta diseñar actividades estructuradas, estas estrategias tienen el poder de transformar vidas y crear un futuro más equitativo, desde el comienzo de la vida.
Si quieres saber más sobre lo que necesitan los niños para alcanzar su máximo potencial, lee Desafiando desigualdades: una mirada a nuestro Marco Sectorial de Desarrollo Infantil.
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