En algún lugar de América Central. Riéndose a carcajadas, Don Alfredo, productor de hortalizas, explica que nunca comería los repollos que él mismo produce, dada la cantidad de “veneno” que le pone para controlar las plagas. Margarita se sorprende cuando le pregunto por qué su hijo, con uniforme escolar, lleva un recipiente de plaguicida en la mano: “es para llevarse agua al colegio, por supuesto”. En una visita de campo con un grupo de productores, llama la atención la multitud de envases vacíos de Paraquat tirados en los alrededores de las fincas y en los lados de los caminos rurales. Por su altísima toxicidad, el uso de este herbicida está prohibido desde el 2007 en la Unión Europea.
La inocuidad de los alimentos implica producir alimentos nutritivos que no sean perjudiciales para la salud. En consecuencia, es menester que los alimentos no contengan residuos químicos peligrosos o en cantidades superiores a las que podrían considerarse inocuas. El mercado mundial de plaguicidas, controlado al 70% por solamente cuatro firmas (Syngenta Group, Bayer, Corteva y BASF), alcanzó un valor de casi US$ 84.500 millones en 2019, con una tasa de crecimiento anual de más del 4% desde 2015. El consumo mundial se estima en 4 millones de toneladas, pero es probablemente más alto, dado que el uso de plaguicidas en los países de renta baja parece considerablemente subestimado. América Central es una de las regiones del mundo que más utiliza plaguicidas, con un promedio de 5,5 kg por hectárea de cultivo (en comparación con el promedio mundial de 1,8 kg/ha). Además, América Central -junto a Asia- es la región del mundo en donde el uso de plaguicidas ha crecido más durante los últimos 25 años.
Estas tendencias son preocupantes, porque el uso indiscriminado de plaguicidas genera enormes problemas a la naturaleza, las personas y el planeta.
- Afectaciones a la salud humana
Existen numerosas pruebas, incluido en América Central, sobre la relación entre la exposición humana a plaguicidas y la elevada tasa de enfermedades crónicas como cáncer, Parkinson, diabetes, junto a una serie de enfermedades cardiacas, respiratorias, neurológicas, hormonales, gastrointestinales y dermatológicas, así como trastornos reproductivos y del desarrollo neurológico. Estos daños no afectan solamente a usuarios (productores y obreros) sino también a las poblaciones ribereñas. Cada año, se producen en el mundo unos 385 millones de casos de envenenamiento por plaguicidas, y los habitantes de los países del hemisferio sur que trabajan en zonas rurales son los más afectados. Los consumidores también pueden verse afectados, mediante los residuos de plaguicidas en los alimentos. Para protegerlos, los gobiernos adoptan medidas normativas, incluyendo límites máximos de residuos (LMR) permitidos en los alimentos. Sin embargo, los LMRs, así como el rigor en los controles, varían mucho entre países.
- Contaminación de agua y suelos
Los plaguicidas contaminan el agua por infiltración y escorrentía -es decir, el escurrimiento del agua de lluvia hasta la red fluvial. Esto implica la contaminación de cuerpos de aguas que abastecen miles de personas. Los plaguicidas también se acumulan en el suelo y perjudican a organismos vitales para la salud del propio suelo, a veces durante décadas. Afectan a decenas de miles de especies subterráneas de invertebrados, bacterias y hongos que son necesarias para filtrar el agua, reciclar los nutrientes que las plantas necesitan para crecer, regular enfermedades del suelo, crear humus, y secuestrar carbono.
- Pérdida de biodiversidad y de servicios ecosistémicos claves
Los pesticidas son intrínsecamente nocivos para los organismos vivos. El uso de pesticidas es una de las principales causas de la masiva pérdida de biodiversidad a nivel global. Existe evidencia científica particularmente robusta sobre la desaparición masiva de los pájaros y de los insectos, amenazando el papel fundamental que desempeñan en la producción de alimentos, a través de servicios ecosistémicos como la polinización o el control natural de plagas.
La fabricación, el envasado, el transporte y la aplicación de plaguicidas requieren el consumo de combustibles fósiles. Las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a los fertilizantes nitrogenados están ampliamente conocidas. ¡Pero producir un kilogramo de pesticida requiere, en promedio, 10 veces más energía que producir un kilogramo de fertilizante nitrogenado! Emisiones adicionales resultan de la liberación del pesticida en el medio ambiente. Y algunos pesticidas son en sí mismos gases de efecto invernadero. Por ejemplo, emitir una tonelada de fluoruro de sulfurilo equivale a emitir casi 5.000 toneladas de CO2.
- Pérdida de viabilidad económica y autonomía de las fincas
La dependencia de la agricultura convencional a los agroquímicos, la hace dependiente a cualquier shock de mercado. Desde el 2020, el precio promedio de los agroquímicos se ha disparado, como resultado de la crisis del Covid-19 y de la guerra en Ucrania. Por ejemplo, en Panamá, el precio de un contenedor de plaguicidas pasó de un promedio de US$ 3.000 a US$ 15.000. Estos aumentos tienen impactos directos en los costos de producción de las fincas y su viabilidad económica.
- Impactos en el comercio exterior
El uso indiscriminado de plaguicidas puede resultar en rechazos de exportaciones por incumplimiento de los requisitos de los países importadores. En 2022, la Unión Europea (UE) inició la revisión de su reglamento sobre el uso sostenible de los plaguicidas. Aunque los cambios propuestos no serán directamente aplicables a los exportadores a la UE, es probable que una mayor restricción del uso de plaguicidas en la UE se traduzca en reducciones adicionales de los límites máximos de residuos de plaguicidas. Eso afectará a los países exportadores, en particular los de América Central, que exportan una proporción sustancial de su café, cacao, banano, aceite de palma, azúcar y frutas hacia la UE.
En conclusión, el uso excesivo de plaguicidas agrícolas plantea serios desafíos para la salud humana, el medio ambiente y la economía de la región. Es fundamental promover prácticas agrícolas sostenibles, mejorar la regulación y el control, fomentar la educación e invertir en alternativas que contribuyan a contar con un sistema alimentario que garantice la inocuidad de los alimentos y propicie un futuro más sostenible en América Central.
En una próxima entrada de blog, te contaremos lo que se puede hacer para limitar los riesgos asociados al uso de plaguicidas en la agricultura. ¡No te lo pierdas!
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Hernán González Mejía dice
Muy importante su información y llamada de atención sobre el uso de los plaguicidas y su efecto en la naturaleza y la salud. Sería interesante que incorporara en su discurso la importancia de la agricultura orgánica y regenerativa como soluciones efectivas para lograr el necesario equilibrio entre alimentación y e equilibrio ambiental.