América Latina y el Caribe se enfrenta a una convergencia de riesgos que amenazan la frágil relación entre la salud humana y la salud de los ecosistemas debido a las resistencias antimicrobianas. Por esto, contar con un enfoque integrado de salud desde el inicio del ciclo de vida de los proyectos permite prevenir la exposición de la población y de los ecosistemas a los riesgos e impactos generados por estas resistencias, fomentando beneficios más amplios.
¿Qué son las resistencias antimicrobianas?
Los antimicrobianos son medicamentos tales como antibióticos, antivirales o antifúngicos usados para tratar infecciones en seres humanos, animales o plantas.
La farmacorresistencia ocurre cuando las bacterias, virus, hongos y parásitos evolucionan con el tiempo y ya no responden a los medicamentos, lo que hace más difícil el tratamiento de las infecciones e incrementa el riesgo de propagación de enfermedades preexistentes, de aparición de formas graves de enfermedades y de muerte.
Debido a la resistencia a los medicamentos, los antibióticos y otros fármacos antimicrobianos se vuelven menos eficaces, lo que dificulta o incluso imposibilita el tratamiento de las infecciones.
¿Por qué es motivo de preocupación mundial?
Desde los océanos hasta el suelo, las resistencias antimicrobianas están infiltrando todos los rincones de nuestro medio ambiente, afectando directamente a la flora, la fauna y las poblaciones, por lo que representan una grave amenaza para nuestro planeta. Las resistencias antimicrobianas han escalado a niveles alarmantes y se estima que están ocasionando más de 700.000 muertes anuales. Según la OPS, se prevé que para el año 2050, las resistencias antimicrobianas podrían ser responsables de hasta 10 millones de muertes anuales a nivel mundial y dejar pérdidas económicas que superarían US$100 billones.
Las resistencias antimicrobianas no solo afectan a humanos y animales, sino también los procesos naturales de descomposición y reciclaje de nutrientes esenciales que se producen principalmente en los suelos y cursos hídricos que brindan servicios ecosistémicos a la población.
¿Qué factores aceleran su aparición y propagación?
Las cifras revelan que el sector ganadero es responsable del 70% del uso de antibióticos, mientras que el sector salud representa el 30% restante. Estos sectores, a su vez, repercuten en otros. Por ejemplo, el estiércol generado por el sector ganadero es ampliamente empleado como fertilizante en la agricultura. Adicionalmente, una gestión inadecuada de residuos puede terminar contaminando nuestros valiosos ecosistemas.
En relación con el sector salud, las áreas urbanas se convierten en puntos críticos en el ciclo de resistencia antimicrobiana por el frecuente uso de antibióticos. Las plantas de tratamiento de aguas residuales y los rellenos sanitarios no siempre están equipados con los sistemas necesarios para tratar adecuadamente estos residuos, sin mencionar los casos en los que estos residuos no son transportados a áreas de tratamiento y entran en contacto directo con el suelo y el agua, que por escorrentía distribuyen los antibióticos. Como resultado, los antimicrobianos regresan a los ecosistemas, perpetuando un circuito cerrado donde las personas y los animales terminan nuevamente expuestos.
¿Qué podemos hacer?
Los esfuerzos para prevenir la aparición y propagación de la resistencia a los antimicrobianos deben abordar las interconexiones entre los diferentes sectores, como la ganadería, la acuicultura, los sistemas alimentarios, la producción farmacéutica, la gestión de residuos, la gestión de los líquidos cloacales, la gestión de la calidad del agua potable y la salud humana, ya que los antimicrobianos pueden desplazarse por todo el ecosistema, promoviendo la aparición y propagación de las resistencias. La conciencia sobre este problema debe aumentar, fomentando la adopción de prácticas sostenibles y responsables en los sectores que gestionan los productos antimicrobianos y sus desechos. Asimismo, se hace necesario contar con un marco integral para abordar las resistencias antimicrobianas que reconozca la frágil relación entre la salud humana, animal y ambiental.
Un número cada vez mayor de países de la región están implementando iniciativas basadas en los principios de One Health y elaborando planes de acción nacionales sobre la resistencia antimicrobiana que comprenden intervenciones en los sectores de salud, agricultura y ganadería. De igual forma, están priorizando una vigilancia continua y activa, en la que la cooperación entre diferentes disciplinas y actores permita identificar patrones emergentes y brotes de resistencias antimicrobianas, con el fin de limitar su aparición y dar respuestas rápidas para contener su propagación.
Otro enfoque es promover políticas y regulaciones sólidas en el uso de antibióticos, tanto a nivel nacional como internacional. Esto incluye la promoción de buenas prácticas agrícolas, la regulación de medicamentos veterinarios y el fortalecimiento de los sistemas de salud para asegurar la gestión adecuada de las resistencias antimicrobianas. Para la implementación de este enfoque, se requiere trabajar la temática de manera holística y multisectorial. Esto implica abordar desafíos como mejorar la comunicación intersectorial, optimizar el uso de recursos limitados y promover la educación y los cambios de comportamiento en diversos sectores.
El BID y las resistencias antimicrobianas
El Marco de Política Ambiental y Social (MPAS) del BID promueve la protección de la salud bajo una visión de evaluación integrada de riesgos e impactos para los seres humanos, los animales y los ecosistemas en distintos sectores. De esta forma, en lugar de centrarnos exclusivamente en el control de enfermedades, estamos adoptando una perspectiva más amplia que considera sus vínculos con otros sectores.
Los impactos a la salud se integran de manera transversal en los diferentes estándares del MPAS desde una perspectiva sistémica, bajo el enfoque de jerarquía de mitigación de impactos. En él, se incluyen instrumentos para su tratamiento, como la evaluación de impacto en la salud, que orienta sobre buenas prácticas para identificar, evaluar y gestionar los impactos en la salud que un proyecto puede tener en la población y los ecosistemas; la lista de exclusión de usos de substancias peligrosas para la salud; y el desarrollo de los respectivos planes de mitigación y monitoreo.
La implementación de evaluaciones de impacto en la salud y en el medio ambiente previstas en nuestro MPAS se convierte en una herramienta indispensable, al considerar los vínculos entre el medio ambiente y la salud que juegan un papel crucial en nuestro bienestar.
Y tú, ¿qué acciones conoces que se estén implementando para prevenir o mitigar estos riesgos que amenazan la salud de los humanos y los ecosistemas? Déjanos saber en los comentarios.
Fotografía: Roberto Sorin – Unsplash
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