Amplia evidencia señala que la incidencia y transmisión de COVID-19 están asociadas a factores climáticos como la temperatura, la humedad, y la contaminación del aire. A su vez, es importante recordar que la calidad del aire está vinculada con el cambio climático, debido a que varias de las fuentes de contaminación también emiten gases de efecto invernadero. El cambio climático puede degradar la calidad del aire en ciudades contaminadas al alterar patrones de precipitación y la química atmosférica, entre otros factores.
En cuanto a sanidad animal, los cambios en la temperatura y la humedad afectan la distribución de patógenos y enfermedades. Además, los patrones de propagación de enfermedades y el riesgo de enfermedades animales y zoonóticas se magnifican por el cambio climático . Asimismo, este fenómeno afecta la aparición o reaparición de enfermedades infecciosas transmitidas por vectores y los niveles de inmunidad hacia ciertos patógenos como virus y bacterias. Por su parte, la distribución de patógenos y enfermedades no transmitidas por vectores (tales como ántrax, patas negras y fiebre aftosa) es afectada por los cambios de temperatura y humedad.
Los brotes de estomatitis vesicular están asociados con lluvias después de un período de sequía; la propagación del virus del Nilo Occidental es impulsada por la migración de aves y la dinámica de insectos afectados por factores climáticos; y la diseminación del gusano barrenador (Cochliomyia hominivorax) está relacionada con la precipitación, la temperatura y la estación del año. El cambio climático también incide en la propagación de enfermedades al modificar los patrones de densidad, distribución, producción, sistema de gestión y comercio del ganado que podrían alterar la probabilidad de contacto entre un animal infectado y uno sano.
En relación con la salud de las plantas, las temperaturas más cálidas favorecen la proliferación de plagas y enfermedades, mientras que la alteración de los patrones de viento y los cambios de temperatura pueden alteran la distribución de insectos y su densidad de población. Igualmente, la efectividad de ciertos pesticidas y métodos de control biológico podría reducirse y conducir a un uso intensivo de productos químicos. En Centroamérica, en 2014, temperaturas más altas contribuyeron a la epidemia de roya la cual causó alrededor de 400.000 pérdidas de empleo y afectó a más del 50% del área de producción.
Lo anterior resalta la relevancia de implementar acciones climáticas en una doble vía: (i) reducir las emisiones de gases efecto invernadero con el objetivo de limitar el riesgo e impacto del cambio climático, e (ii) implementar medidas de adaptación conducentes al aumento de resiliencia, reducción de vulnerabilidad y al aumento de capacidad adaptativa. Estas acciones tienen múltiples beneficios que transcienden sectores y actores, contribuyendo al alcance de un desarrollo sostenible e inclusivo.
Crédito Foto: Krista Lundgren/USFWS
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