En un escenario en el cual casi 200 países ya se han comprometido a reducir sus emisiones para salvar al planeta, las acciones concretas dirigidas a proteger los océanos son críticas si de verdad queremos abordar el cambio climático, mantener los medios de sustento que dependen de ellos y desarrollar resiliencia de cara a un futuro incierto. Los océanos, que cubren más del 70% de la superficie de la tierra, operan como reguladores importantes del clima y absorben el exceso de calor proveniente de una atmósfera cada vez más caliente. Ecosistemas costeros como los manglares, las praderas submarinas y las marismas de agua salobre también capturan y almacenan dióxido de carbono. Al mismo tiempo, los océanos sostienen a nuestras comunidades y economías, desde el aire que respiramos hasta la proteína que nos nutre y las fuentes de ingreso que nos sostienen. Desafortunadamente, estos también sufren en gran medida los impactos del cambio climático global, y confrontan retos como la elevación del nivel del mar, el calentamiento y la acidificación de sus aguas, además de otras amenazas como la sobrepesca, la contaminación y la sobre urbanización de las áreas costeras.
En 2017, durante la primera Conferencia Mundial del Océano de la ONU se propuso abordar temas fundamentales como la contaminación marina, la conservación de ecosistemas costeros y marinos, la acidificación de los océanos, las pesquerías sostenibles, los beneficios económicos de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDS por sus siglas en inglés) y los Países Menos Desarrollados (LDC por sus siglas en inglés), el conocimiento científico y la transferencia de tecnología, así como el marco jurídico internacional. Estas áreas están directamente relacionadas con los logros medibles del Objetivo de desarrollo sostenible 14: vida submarina.
En América Latina y el Caribe se han logrado avances significativos en estos temas. Belice, por ejemplo, ha elaborado un Plan nacional de desarrollo integrado de zonas costeras. Mientras que Bahamas está abordando la elevación del nivel del mar y otros riesgos climáticos integrando los servicios ecosistémicos a sus planes de desarrollo, Chile ha anunciado la ampliación de sus áreas marinas protegidas y organizó la segunda conferencia “Nuestros Océanos” en 2015.
Sin embargo, todavía quedan muchos desafíos que abordar. Numerosas organizaciones, incluyendo la nuestra, están apoyando o facilitando los medios que permitan reunir a los actores interesados para contribuir a impulsar un cambio efectivo y robusto en la manera como tratamos a nuestros océanos. Esto se refleja en el tema central de la Conferencia de esta semana, en la cual se hará énfasis en los esfuerzos colaborativos y en los compromisos voluntarios. Se han registrado más de 600 compromisos voluntarios entre gobiernos, ONG, comunidades, agencias de Naciones Unidas, fundaciones y sector privado con antelación al evento. Entre las iniciativas más destacadas figuran una red global de datos sobre carbono azul y un mapa conjunto para acelerar la planificación espacial marina en todo el mundo.
Otros países de América Latina y el Caribe también consignaron numerosos e interesantes compromisos. En Perú, por ejemplo, el sector privado se está concentrando en mejorar los datos sobre la industria pesquera, mientras que el gobierno anunció planes para proteger las flotas pesqueras locales. Entre tanto en Argentina, la sociedad civil está trabajando en planificación espacial marina (PEM) y en gestión de áreas protegidas. En Colombia se registró un fondo fiduciario de conservación marina, mientras que en Brasil distintas ONGs están trabajando en desperdicios y plásticos, pesquerías en pequeña escala, áreas marinas protegidas y PEM. En Panamá se anunciaron actividades relacionadas con programas nacionales de manejo de residuos marinos, pesquerías sostenibles, desperdicios sólidos, redes de pesca fantasma, así como iniciativas locales sobre manglares y tortugas marinas. Por su parte Chile anunció planes para elaborar una Política Nacional Oceánica, así como la ampliación de sus áreas marinas protegidas. En la región, los esfuerzos colaborativos registraron compromisos centrados en el Gran Ecosistema Marino del Mar Caribe y el Sistema de la Corriente de Humboldt.
La idea de esta Conferencia no es alcanzar un acuerdo formal ambicioso, sino ofrecer una plataforma para lanzar iniciativas innovadoras y esfuerzos colaborativos que den arranque al esfuerzo global encaminado a salvar nuestros océanos y a las comunidades que de ellos dependen. Esperamos poder dar seguimiento a todas las iniciativas que ya se han registrado, y también a los nuevos anuncios que se hagan en la Conferencia para continuar avanzando en las distintas iniciativas de colaboración con el fin de garantizar la salud de los océanos en América Latina y el Caribe.
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