Fernando estaba emocionado por la gran suma de dinero que acababa de recibir de un organismo público de energía como compensación por las pérdidas de su vivienda y fuente de sustento. Anteriormente vivía y trabajaba en un río cercano, buscando oro en las orillas, hasta que le informaron que debía desalojar el área: una nueva planta hidroeléctrica estaba por construirse en las cercanías, para lo cual se debía inundar la zona donde habitaba y trabajaba.
Le presentaron opciones, entre ellas, la construcción de una nueva vivienda en la zona como reemplazo, un proyecto agrícola con un pequeño rancho, una tienda con vivienda incorporada en un pueblo cercano, o un vale que podría utilizar para la compra de otra vivienda dentro de ciertos valores. Sin embargo, Fernando estaba decidido a obtener su pago en efectivo que incluso soñaba sobre el dinero que iba a recibir. Para el organismo ejecutor del proyecto, otorgarle la indemnización en efectivo también resultaba la manera más conveniente y rápida de completar el proceso de adquisición de tierras, así que eso fue lo que recibió.
Poco sospechaba Fernando lo que sucedería luego. Tras recibir su dinero, se sintió confiado y seguro. Comenzó a saldar viejas deudas, ya que sus acreedores se acercaron rápidamente al enterarse que había recibido una suma importante de dinero. Otras personas vinieron a pedirle dinero prestado, como devolución a un favor que ellos le habían hecho anteriormente, respecto a lo cual no podía negarse. Además, como ahora tenía dinero, se permitió algo de entretenimiento, incluyendo apuestas y visitas a los bares locales, que a veces incluían pagar bebidas para él y sus amistades. En una ocasión, adquirió una costosa botella de whisky y se la vertió encima, según sus palabras “para quitarse el olor a pobreza”.
Como disfrutaba de este ambiente festivo, decidió abrir un bar él mismo, invirtiendo sus recursos restantes en esta nueva empresa. Sin embargo, su falta de experiencia comercial dificultó que pudiera convertir a amigos y parientes en clientes rentables, generando una situación en la cual gran parte de sus bebidas alcohólicas fueran consumidas con poca ganancia.
Eventualmente, la compensación económica que había recibido fue desapareciendo, y en un determinado momento se encontró sin hogar, sin negocio, y sin fuente de sustento. “El dinero parecía mucho en el momento, pero de ahí poco a poco fue desapareciendo”, recuerda.
Lo encontramos en una tarde soleada, sentado en un área sombreada, en la vereda de la casa de su hermana, donde residía desde hacía algunos meses. Como estaba desempleado, se encontraba disfrutando del aire libre mientras reflexionaba sobre sus limitadas opciones de subsistencia.
La agencia promotora de la construcción del embalse desconocía la situación de Fernando, ya que ésta rara vez realizaba un seguimiento a la situación de las personas que recibieron pagos en efectivo, debido a que sus esfuerzos se enfocaban en aquellos que participaron en sus programas de reasentamiento. Cuando se le preguntó acerca de las personas que prefirieron pagos en efectivo, mencionaron que la agencia alentaba a las personas a optar por recibir una vivienda en otro lugar, pero que muchos de los desplazados rechazaban esa opción, alegando que podrían hacer un mejor uso del dinero. Tras analizar de cerca los resultados, sin embargo, la agencia ejecutora reconoció la necesidad de implementar acciones de seguimiento y monitoreo a la situación de todas las personas desplazadas por el proyecto.
Los proyectos de infraestructura de gran escala a menudo generan reasentamiento involuntario, un proceso mediante el cual los habitantes se ven obligados a abandonar sus viviendas para dar paso a las construcciones. En esos casos, instituciones financieras multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo, requieren que los promotores de dichos proyectos preparen planes de reasentamiento que incluyan medidas para evitar, reducir, mitigar o compensar los impactos adversos de tales desplazamientos, a fin de restaurar las condiciones de vida de la población afectada en condiciones similares o mejores.
Si el reasentamiento resulta inevitable, ¿qué tan adecuado es el pago en efectivo como medida de mitigación? Muchas agencias gubernamentales en busca de financiamiento multilateral para sus proyectos usan la modalidad del pago en efectivo como su medida de mitigación por defecto, principalmente por su conveniencia para facilitar la adquisición de las áreas necesarias para sus proyectos. Al mismo tiempo, muchos de los afectados prefieren una compensación económica por los daños producidos por su desplazamiento, ya que se sienten atraídos por la idea de recibir grandes sumas de dinero que podrían abrirles nuevas posibilidades.
Sin embargo, los pagos en efectivo han sido ampliamente controversiales. Los bancos multilaterales solían limitar su uso, e incluso, en ocasiones, se han referido a ellos como el último recurso a ser considerado en procesos de reasentamiento. El motivo principal es que los pagos en efectivo presentan un elevado riesgo de degradación de las condiciones de vida de las poblaciones afectadas, causando o intensificando su pobreza, como en el caso de Fernando. No obstante, esta situación parece estar cambiando. En la Parte II de este blog, la próxima semana abordaré el tema de las Precauciones en el Uso del Pago en Efectivo en Procesos de Reasentamiento, enfatizando aquellos factores que pueden mejorar las condiciones de vida de las personas o generar su empobrecimiento.
La semana próxima: Precauciones en el Uso del Pago en Efectivo en Procesos de Reasentamiento
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