Para 2030, la descarbonización podría crear 15 millones de nuevos empleos netos en América Latina y el Caribe. Ese es el mensaje transmitido por el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización Internacional del Trabajo en un nuevo informe. El desafío es abordar a los perdedores y ganadores y garantizar una transición justa e inclusiva.
La pandemia ha golpeado duramente a América Latina y el Caribe, exponiendo los problemas sociales preexistentes en la región, incluyendo niveles récord de desigualdad e informalidad endémica. Tomemos como ejemplo a los vendedores ambulantes o propietarios de restaurantes informales orientados al turismo que perdieron sus ingresos durante el confinamiento.
Los mismos problemas hacen que América Latina y el Caribe sea vulnerable a la crisis climática, que ya asolaba a la región antes del COVID-19. En el Caribe, la temporada de huracanes de 2017 impidió que 800.000 visitantes potenciales generaran US$740 millones y respaldaran 11.000 puestos de trabajo. Los trabajadores informales fueron los más afectados.
Más recientemente, Iota y Eta golpearon Centroamérica con dos semanas de diferencia, dejando más de 400 muertos o desaparecidos y hasta el 20% del PIB nacional en daños. Para 2030, las olas de calor por sí solas destruirán en la región el equivalente a 2,5 millones de puestos de trabajo que se llevan a cabo al aire libre, especialmente en agricultura y construcción.
Una recuperación sostenible puede dejar atrás los impactos socioeconómicos del COVID-19 y al mismo tiempo proteger nuestro medio ambiente y reducir la probabilidad de crisis futuras.
Nuestro reciente libro “El empleo en un futuro de cero emisiones netas en América Latina y el Caribe”, publicado conjuntamente con la Organización Internacional del Trabajo, describe cómo los paquetes de recuperación enfocados en permitir una economía de cero emisiones netas pueden ayudar a cosechar los beneficios económicos, de salud y sociales de la descarbonización.
En primer lugar, ya conocemos el camino técnico hacia una economía libre de carbono:
- Reemplazar todas las plantas de energía de carbón, diésel y gas natural por plantas eólicas, solares, hidroeléctricas y geotérmicas.
- Utilizar electricidad en lugar de combustibles fósiles para el transporte, la cocina y la calefacción.
- Incrementar el uso de transporte público, caminar y andar en bicicleta para reducir la dependencia de los vehículos particulares.
- Reducir el consumo de carne para liberar tierras y revertir la deforestación.
- Reciclar y convertir en compostaje nuestros desechos, y construir con materiales de cero carbono, como la madera o el bambú.
Si bien la transición es técnicamente factible, los ciudadanos y las empresas se ubican en primera línea frente a la descarbonización. Incluso si muchos simpatizarán con los objetivos ambientales, mejorar sus resultados netos y su calidad de vida tiende a ser su prioridad.
Por lo tanto, el desafío es interesar a los trabajadores, gerentes y ciudadanos en la transición al cero neto. La solución es garantizar una transición justa, lo que implica involucrar a todas las partes interesadas, hacer frente a los obstáculos y maximizar los beneficios de una economía de cero emisiones netas.
1. Involucrar de manera inclusiva
La elaboración de planes climáticos con todos los sectores, es decir, las agencias gubernamentales, la sociedad civil, las empresas y los trabajadores, es fundamental para atender diferentes puntos de vista y encontrar métodos de reducción de emisiones que sean bien recibidos por todas las partes interesadas. Esto permitirá que se escuchen y se aborden las voces de los interesados, y que se identifiquen las sinergias entre la descarbonización y el desarrollo.
La inclusión también ayudará a identificar problemas socioeconómicos más generales. Los gobiernos deberían escuchar a una variedad de comunidades, incluidas las mujeres, las comunidades indígenas, los jóvenes, los ancianos y las poblaciones pobres y marginadas, para mejorar las políticas en todos los sectores. En tiempos de malestar social y pandemia, los enfoques exitosos de cero emisiones netas deberían ser sobre mucho más que solo justicia climática.
2. Minimizar costos
Cualquier transición conlleva inconvenientes y desafíos. Es necesario anticiparse a ellos y abordarlos.
Por ejemplo, la descarbonización significará que para 2030 se crearán 7,5 millones de puestos de trabajo menos en los sectores de combustibles fósiles y ganadería. Algunas industrias, como las centrales eléctricas de carbón o gas natural, y las comunidades que dependen de ellas, se verán afectadas negativamente. Pero otras experimentarán grandes aumentos. Se pueden crear hasta 22,5 millones de puestos de trabajo en producción de alimentos a base de plantas, energías renovables, silvicultura, construcción y manufacturas, compensando las pérdidas con una ganancia neta de 15 millones de puestos de trabajo.
Es fundamental ayudar a los trabajadores y a las comunidades afectadas negativamente. Las posibles soluciones incluyen poner a su disposición fondos para una jubilación anticipada o la reconversión laboral y/o reubicación a puestos de trabajo en otros sectores, tomando en consideración también la igualdad de género. Las inversiones en infraestructura pública en las comunidades afectadas o la presencia de agencias gubernamentales también pueden mitigar el impacto en los medios de subsistencia locales.
Otro problema son los activos abandonados: los depósitos de petróleo y gas de la región están destinados a volverse financieramente inviables durante la transición energética. Los petroestados que dependen de ingresos fiscales aún pueden, y deben, diversificarse urgentemente.
3. Maximizar los beneficios
Para cosechar los beneficios de una economía de cero emisiones netas, debemos mirar más allá de la descarbonización vista como una herramienta para luchar contra la emergencia climática. Debemos acoger las opciones de desarrollo de las que puedan beneficiarse los ciudadanos, las empresas y los trabajadores.
Las oportunidades abundan. En Costa Rica, un análisis de costo-beneficio del Plan Nacional de Descarbonización encontró US$41.000 millones en beneficios netos asociados con el ahorro de energía, la reducción del costo de accidentes, el tiempo perdido en congestiones vehiculares, la contaminación del aire y las mejoras en los servicios ecosistémicos y en la producción agrícola. Por eso, los bancos de desarrollo han apoyado la descarbonización en el país
La región se encuentra bien posicionada para beneficiarse de la transición a una economía más verde: está por encima de la curva en energía renovable y tiene más viento y sol de lo que jamás necesitará. También sigue siendo un punto clave en términos de biodiversidad, una pionera en el ecoturismo y alberga tesoros de la cocina vegetariana aún por monetizar. Muchos de los desafíos a los que se enfrenta se pueden resolver con soluciones climáticas. Por ejemplo, un mejor transporte público proporcionado por autobuses eléctricos puede reducir la congestión y mejorar la calidad del aire, al tiempo que brinda opciones para que las poblaciones marginadas se trasladen de manera segura a los centros de empleo.
Estos beneficios no se materializarán de la nada. Los gobiernos, las empresas, los trabajadores y los ciudadanos deben asegurarse de que las habilidades, las regulaciones, los programas académicos y los modelos comerciales se alineen para brindarlos. El primer paso es acoger la economía de cero emisiones.
Publicado originalmente en Climate Home.
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Foto: Adobe Stock
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