La urbanización ha cambiado la superficie de la tierra y, de paso, la biodiversidad que está sobre ella. En sólo 40 años la población urbana se duplicará. Para el 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades y se habrá construido un área adicional equivalente a Sudáfrica. Y esta urbanización se hará en las zonas más biodiversas del planeta.
En América Latina, entre 1950 y 2010 la población urbana pasó de 40 a 80%. En Colombia, 75% de la ciudadanía vive hoy en áreas urbanas y se estima que para el 2050 aumentará a 85%, según cifras del DNP y del Banco Mundial.
Como aseguró el comunicado del Instituto Humboldt durante el Foro Urbano Mundial del año pasado, “las ciudades no son autónomas. Respirar un aire puro, pasear por un humedal en bicicleta, garantizar la oferta de agua y alimentos hacia las ciudades son eventos posibles gracias a los servicios ecosistémicos que nos brinda nuestra biodiversidad”.
Esto es un gran desafío para las ciudades, en tanto que el crecimiento demográfico representa una mayor demanda y presión sobre los recursos naturales. Las ciudades hoy en día consumen 67% de toda la energía producida en el planeta y son responsables de casi 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero al mismo tiempo es una oportunidad, pues de acuerdo con el portal Cities and Biodiversity Outlook (CBO) y el informe de la Convención de Diversidad Biológica (CBD), las ciudades tienen el brazo político y la capacidad de innovación para facilitar la preservación de ecosistemas en vez de ser las mayores generadoras de huella ecológica.
La biodiversidad puede existir en las ciudades y mejorar la salud física y mental de las personas al reducir la escasez de agua, mitigar los efectos del cambio climático, aumentar la seguridad alimentaria y proporcionar estímulos espirituales.
Los años que van desde el 2011 al 2020 fueron declarados como la década de la biodiversidad por las Naciones Unidas. Esto implica la conservación de áreas verdes, corredores naturales, creación de parques y techos blandos como sumideros de carbono.
Pero más que eso, “esta década invita a cada ciudadano a reflexionar sobre las plantas, mariposas, aves y otros animales que antes observaba y que hoy han partido para no volver; los peces del río que antes pescaba, compraba y consumía y que ahora añora; y el agua que antes bebía directamente del río y hoy le toca comprar en envases de plástico”,comentó Saulo Usma, especialista de agua dulce de WWF Colombia.
Este cambio se debe dar a partir de lo que ya está establecido. “La innovación no radica tanto en el desarrollo de nuevas tecnologías de infraestructura, sino en trabajar con lo que ya tenemos de forma novedosa. Los resultados son a menudo mucho más baratos y sostenibles”, dijo Thomas Elmqvist, científico de la evaluación de ciudades de Naciones Unidas.
En Colombia, los esfuerzos por construir ciudades biodiversas aún son tímidos. Solo en el año 2000 las ciudades comenzaron a mirar en dirección a su naturaleza. Bogotá y Medellín son las únicas que han adoptado la Política Nacional de Biodiversidad. Actualmente los ríos de las grandes ciudades han sido canalizados y convertidos en cloacas. Los humedales fueron desecados y rellenados para construir viviendas en ellos. Las ciénagas son propiedad de terratenientes que se establecen con actividades ganaderas y agrícolas.
Hoy la tarea es revertir estas actividades, porque la naturaleza, año a año, nos está pasando su cuenta de cobro mediante fenómenos naturales extremos, como inundaciones, incendios forestales y sequías.
LA VENTAJA DE TENER CIUDADES CON BIODIVERSIDAD
Urbanización como reto y oportunidad
Se espera que el área urbana total se triplique entre los años 2000 y 2030, mientras que la población urbana se duplicará. En el 2050, 70% de la población del mundo será urbana. Estudios recientes sugieren que el suministro mundial de alimentos tendrá que ser el doble del actual para satisfacer las necesidades alimentarias de la población, la demanda global de energía puede aumentar hasta en 80% y la demanda de agua 55% entre el 2000 y el 2050.
Es un capital natural
Cuantificar el valor de los ecosistemas, en términos monetarios y no monetarios y colocar valores cualitativos, son herramientas importantes para la integración de consideraciones ecológicas en la gestión de una ciudad. El capital natural contribuye a la creación de empleo, ahorro de dinero y complementa los servicios prestados por los municipios, como la provisión de agua potable, la gestión del riesgo de desastres y el incremento de la seguridad alimentaria.
Mejoran la salud y el bienestar de la gente
Los beneficios para la salud que se derivan del contacto directo con los ecosistemas van desde la mejora de la función inmunológica, el estado de ánimo y concentración para reducir el estrés y mejorar los beneficios del ejercicio físico. Los ecosistemas purifican el agua y el aire, controlan las plagas, y regulan el clima.
Contribuyen a la mitigación de los efectos del cambio climático
Las ciudades aportan 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La inversión en espacios verdes y humedales puede aumentar el almacenamiento de carbono y la absorción de contaminación, así como reducir el efecto de las islas de calor. Los árboles pueden contribuir a la mitigación del cambio climático proporcionando sombra y refrigeración. Espacios azules, como las cuencas hidrográficas juegan un papel crucial, pues permiten el acceso a agua potable.
Incrementan la seguridad alimentaria
El rápido crecimiento de las ciudades está desafiando la agricultura y la modificación de los sistemas alimentarios a nivel local y mundial. La capacidad de las zonas urbanas, periurbanas y rurales para el desarrollo de alimentos es fundamental en un mundo cada vez más urbanizado.
Se necesitan inversiones y estimular a los ciudadanos, para documentar y proteger las especies de flora y fauna locales.
Si te interesa el capital natural y la biodiversidad, síguenos en Twitter @BIDecosistemas.
Fotos:
Titulo: Bogota, Colombia by ©Fotos593 / Shutterstock.com
Texto: Cable Car, Colombia, by Liz © CC BY-NC 2.
María Paulina Baena Jaramillo es periodista de la sección Vivir en diario El Espectador de Colombia. Ha cubierto temas ambientales de cambio climático, biodiversidad, desarrollo sostenible, minería y agua. Redactora de la campaña medioambiental Bibo (Bienes y servicios de los Bosques) del mismo periódico. Comunicadora social y politóloga de la Universidad Javeriana de Bogotá. Motociclista y buzo por diversión.
Este post es un extracto del artículo Colombia urbanizada y biodiversa, publicado en El Espectador el 15 de julio de 2015.
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