Por Oscar Alonso Fernández Taborda, finalista del concurso de blogueros.
La incertidumbre en la disponibilidad del agua causada por el cambio climático, los conflictos y los desastres naturales sobre los sistemas urbanos de abastecimiento de agua, sumado al rápido crecimiento de la población urbana y la industrialización, nos obligan a pensar cómo responder a este gran desafío para las ciudades.
Las cifras que dan cuenta del crecimiento urbano y su relación con el agua, son bien elocuentes de por sí. Según la ONU “la mitad de la humanidad vive hoy en ciudades, y dentro de dos décadas, casi el 60% de la población mundial vivirá en zonas urbanas. El crecimiento urbano es más rápido en el mundo en desarrollo, donde las ciudades ganan un promedio de cinco millones de habitantes cada mes. El 77% de la población de América Latina es urbana y las tasas de urbanización siguen subiendo. Las ciudades están creciendo debido al crecimiento vegetativo de la población urbana (50%), así como a la reclasificación de las zonas rurales como áreas urbanas (25%) y a la migración de los pueblos a las ciudades. El crecimiento explosivo de la población urbana plantea unos retos sin precedentes, entre los cuales el suministro de agua y el saneamiento son los más urgentes y los que se sienten de forma más dolorosa cuando no se tienen. La falta de agua potable y saneamiento trae como consecuencia enfermedades como la diarrea, y brotes de malaria y cólera”.
Si a esta difícil relación entre el crecimiento exponencial de la población urbana y la disponibilidad del agua, le sumamos el impacto del cambio climático, la situación se torna más compleja, pues ya está afectando los recursos hídricos y su gestión en diversas regiones, dado que el calentamiento global impacta los ecosistemas y la biodiversidad del planeta y, por tanto, la vida y al bienestar de las personas. El panorama no es nada halagüeño si recordamos que el aumento de la temperatura global trae consigo cambios en los patrones y distribución de las lluvias, por los cambios en la humedad del suelo, la velocidad del deshielo de los glaciares, la carga de los acuíferos y el caudal de los ríos, entre otros.
Es una verdad de a puño que los recursos hídricos y su gestión afectan prácticamente todos los aspectos de la economía y de la sociedad; en particular, el funcionamiento de los ecosistemas, la salud, la producción y la seguridad alimentaria, así como igualmente el abastecimiento de agua para consumo humano, la energía y la industria.
Ante este cuadro tan inquietante, ¿cuál es nuestro deber?
Primero: es fundamental hacer una gestión sostenible del recurso agua. Ante las consecuencias ya comprobadas del cambio climático, es necesario adaptarse a la creciente variabilidad y cambios del clima mediante una mejor gestión del agua y moderando sus posibles daños. Cualquier medida de adaptación, en todo caso, exige primero evaluar los posibles efectos adversos, particularmente para el medio ambiente y la salud.
Segundo: la agricultura y las ciudades, que requieren grandes cantidades de agua, no pueden ser sostenibles sin garantizar una protección de las fuentes primarias del recurso que en su mayoría son los páramos, nuestras grandes “fábricas de agua”, para países como Colombia esto es prioritario ya que este país posee el 60% de los páramos del mundo. Los páramos deberían ser declarados “santuarios naturales”, hoy la mayoría están amenazados por proyectos mineros, ya que allí hay gran reservas de oro. Por ello la “gran esperanza” es que prime la razón de preservar un recurso natural invaluable y vital para la vida frente a una explotación de beneficio particular.
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Oscar Alonso Fernández Taborda, Ingeniero Electricista en la universidad Nacional de Colombia; Maestría Economía de los Recursos Energéticos y Naturales, en la Universidad Nacional de Colombia; Especialista en Estudios Políticos de la universidad EAFIT. Experto en mercado eléctricos y su regulación, participo en la elaboración de la metodología de para proyectos de generación MDL conectados a la red. Es el enviado especial de EPM a las cumbres de cambio climático: Copenhague (Dinamarca), Cancún (México) y Durban (Sudáfrica), así como en el cumbre de desarrollo sostenible Río +20, alienta las discusiones en torno a la sostenibilidad y energías renovables en Colombia. Actualmente es especialista en Investigación y Desarrollo Energía en EPM.
Foto: Charvex
Si a esta difícil relación entre el crecimiento exponencial de la población urbana y la disponibilidad del agua, le sumamos el impacto del cambio climático, la situación se torna más compleja,si a esto le sumamos la falta de interes real por parte de quienes pueden hacer algo, o tienen la facultad de decidir, yo estoy en una zona donde practicamente SOBRA EL AGUA, e intentado llevar adelante un proyecto de produccion de agua en condiciones para la vida humana, pero nadie te da ayuda, o es que las ayudas son para las grandes corporaciones, que seguramente manejaran este recurso a gusto y piachere en el futuro???