A pesar de que los países realizan grandes esfuerzos para reducir los impactos derivados de desastres asociados a amenazas naturales, estos suelen generar enormes pérdidas, tanto humanas como económicas. La reconstrucción de la infraestructura requiere a su vez más inversión y tiempo, a lo que se suma que cuando cierta infraestructura es afectada por un desastre, se compromete la calidad de servicios que se prestan en ella.
La infraestructura social no puede escapar de los efectos devastadores que provocan los desastres. Por ejemplo, luego de las inundaciones que ocurrieron entre mayo y junio de 2024 en Rio Grande do Sul, Brasil, los sectores sociales, que incluyen educación, salud, cultura y viviendas, sufrieron el 28% de los daños totales, 3% de las pérdidas y 35% de los costos adicionales (CEPAL & BID, 2024). En el caso del Huracán Dorian de septiembre de 2019, los daños para el sector social de Bahamas se estimaron en $1,6 billones de dólares y 10.546 estudiantes se vieron afectados por la interrupción de las clases por daños en más de 15 instituciones educativas (CEPAL & BID, 2020).
¿Cómo hacemos una infraestructura social más resiliente?
Existen varias iniciativas dirigidas a incrementar la resiliencia de la infraestructura social. Por ejemplo, en el sector salud, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha creado programas especialmente dirigidos a incrementar la resiliencia de la red de servicios de salud y continúa apostando por ese camino.
En el sector educación, el BID lleva adelante una agenda ambiciosa procurando concientizar de la importancia de invertir en infraestructura escolar resiliente al clima. En el sector de la vivienda, el BID también está trabajando en una agenda amplia de vivienda verde y resiliente e, incluso, ha realizado estudios para identificar las posibilidades de reforzar los criterios de resiliencia en los códigos de construcción de la región.
Si lo analizamos con una mirada más amplia, desde la Gestión de Riesgos de Desastres (GRD), para lograr una infraestructura social más resiliente es fundamental abordar la GRD a través de un ciclo completo de gestión que incluye las acciones para 1) la respuesta antes del desastre, 2) la rehabilitación y recuperación post desastre, 3) la prevención y mitigación de riesgos, y 4) la preparación y acción anticipatoria. Este círculo virtuoso garantiza una visión integral del tema, asegurando inversiones inteligentes y oportunas para construir resiliencia.

Pasos clave en infraestructura social
Paso 1: Identificación del riesgo
La primera etapa consiste en conocer los riesgos asociados a fenómenos naturales a los que está expuesta la infraestructura, ya que no podemos gestionar lo que no conocemos. Esto se logra mediante:
- Análisis detallado de amenazas históricas y futuras; por ejemplo, a partir de mapas de inundaciones y estudios sísmicos, así determinar el nivel de exposición de la infraestructura a cada amenaza.
- Evaluación integral de la vulnerabilidad de la infraestructura, considerando materiales de construcción, ubicación y capacidad de respuesta.
- En proyectos de alta complejidad, el uso de modelado predictivo y datos históricos para anticipar posibles escenarios de desastre proporciona información útil para diseñar medidas de reducción del riesgo.
- Capacitación continua de análisis de riesgos con herramientas especializadas permite a los tomadores de decisiones contar con información actualizada para diseñar su estrategia de gestión del riesgo.
Es importante que ese análisis se realice siempre en la formulación de un proyecto de infraestructura, ya que suelen ser medidas relacionadas con la concepción y diseño mismo del proyecto.
Paso 2: Reducción del riesgo
Una vez identificados los riesgos, se deben tomar medidas concretas para reducir su impacto. Entre las acciones más relevantes se encuentran:
- Implementación de diseños resilientes que minimicen la exposición a amenazas naturales y reduzcan su vulnerabilidad.
- Aplicación de principios de resiliencia, reconstruir con transformación y continuidad de la operación, para por ejemplo, garantizar la operatividad de hospitales y centros de salud después de un desastre.
- Integrar en la planificación financiera del proyecto los presupuestos para la inversión en medidas de reducción del riesgo y sostenibilidad.
- Supervisión y acompañamiento técnico continuo para garantizar la correcta implementación de estrategias de mitigación.
- Capacitación a los actores involucrados en la planificación y ejecución de infraestructura para reforzar conocimientos sobre reducción de riesgos.
Esta es una actividad permanente y debe ser realizada, evaluada y actualizada de manera constante.
Paso 3: Preparativos para la respuesta
A pesar de las medidas preventivas, los desastres pueden ocurrir en cualquier momento. Por ello, contar con planes de contingencia adecuados es crucial para garantizar una respuesta rápida y efectiva. Algunas estrategias clave incluyen:
- Elaboración y actualización periódica de planes de atención de emergencias en coordinación con autoridades locales.
- Desarrollo de protocolos para la operación y mantenimiento de infraestructuras críticas en situaciones de emergencia.
- Desarrollo de planes municipales de atención de emergencias y protocolos de evacuación comunitaria.
- Resguardo de materiales esenciales y generación de reservas estratégicas para la recuperación post desastre.
- Simulacros periódicos y capacitación de la comunidad en procedimientos de evacuación y autoprotección.
Paso 4: Planificación de la recuperación
Tras un desastre, es fundamental contar con estrategias para la recuperación rápida y efectiva de la infraestructura social. Esta fase incluye:
- Establecimiento de planes de restauración de servicios básicos y medios de vida.
- Reconstrucción bajo principios de resiliencia, asegurando que las obras no incrementen el riesgo de la infraestructura existente o su entorno.
- Acceso a recursos financieros y humanos para la atención de la emergencia.
- Implementación de medidas de seguridad para evitar el colapso de servicios esenciales durante la fase de recuperación.
Luego de ocurridos los desastres, la infraestructura social debe tener la posibilidad de recomponerse lo antes posible para dar continuidad a los servicios. Esto implica nuevamente el uso de herramientas para identificar los daños, planificar las inversiones y construir diferente: construir resiliencia.
Incorporando medidas estructurales y no estructurales
Como hemos visto, la gestión del riesgo de desastres implica una visión integral que incluye inversión en infraestructura resiliente (medidas estructurales), pero también, y quizá tan importante como las obras, requiere medidas no estructurales, que van desde identificar sistemas de gobernanza adecuados, sistemas de respuesta efectivos y planes de contingencia que permitan definir cómo actuar ante una situación de crisis.
Incorporar la gestión de riesgos de desastres en la planificación y ejecución de proyectos de infraestructura social no es solo una necesidad, sino una obligación para garantizar la resiliencia de las inversiones y la seguridad de las poblaciones. La identificación del riesgo, la reducción de vulnerabilidades y la preparación con planes de contingencia son elementos esenciales para mitigar el impacto de los desastres y asegurar una recuperación rápida y efectiva.
Para lograrlo, es indispensable la colaboración entre gobiernos, organismos internacionales, el sector privado y las comunidades, asegurando que la infraestructura social esté diseñada con una visión de largo plazo.
La implementación de estrategias efectivas de GRD permitirá construir comunidades más seguras y preparadas para enfrentar los desafíos del mañana, asegurando que el desarrollo y el bienestar social no se vean comprometidos ante desastres.
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