Parte de nuestra serie de blogs “detrás de la escena” de nuestra publicación bandera del 2020, De Estructuras a Servicios: El Camino a una Mejor Infraestructura en América Latina y el Caribe
Las noticias recientes muestran que Chile ha experimentado una de las sequías más importantes de su historia durante 2020; que la provincia de Córdoba, una de las zonas agropecuarias más productivas de la Argentina, fue azotada por incendios; y que la temporada de huracanes en el Caribe ha sido de las más activas de las últimas décadas. Estos eventos ponen de relieve cómo el cambio climático impacta vidas en América Latina y el Caribe.
Mitigar estos fenómenos requiere tomar acciones concretas en el presente para evitar males mayores en el futuro. Un pilar crucial de las estrategias de mitigación es reducir las emisiones de CO2 atmosféricas, para cumplir con los compromisos del Acuerdo de Paris. Para ello, es crucial que aumente significativamente la proporción de energías renovables en la matriz de generación de electricidad.
El punto de partida no es malo. América Latina y el Caribe tiene la matriz energética más verde del mundo gracias a la abundante generación hidroeléctrica. Pero no es suficiente. La transición energética hacia una matriz todavía más ‘’verde’’ requiere incorporar fuentes “no convencionales” (eólica y solar). Sin embargo, avanzar en esa dirección ha sido difícil por una supuesta disyuntiva entre el cumplimiento de las metas ambientales y costos energéticos más elevados que impactarían sobre la productividad, competitividad y capacidad de pago de los hogares. Sin embargo, la caída de los costos de la generación renovable (Figura 1) muestra que esta disyuntiva es falsa. Por el contrario, invertir en la producción de energía eólica y solar a gran escala ya se encuentra a costos similares o menores que la generación que utiliza combustibles fósiles.
Figura 1. Evolución de los costos de la energía eólica y solar a nivel global y en América Latina y el Caribe
En el DIA 2020 ‘’De Estructuras a Servicios: El Camino a una Mejor Infraestructura en América Latina y el Caribe’’ presentamos simulaciones que miden los posibles impactos de incrementar el porcentaje de energía eólica y solar en la matriz de generación de electricidad de América Latina y el Caribe, desde el 5% en el primer año de simulaciones, hasta un 40% en 10 años. El ejercicio supone que a medida que el sector eléctrico utiliza cada vez más energía solar y eólica, ahorra la cantidad equivalente en combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). La proporción de fuentes no renovables que es reemplazada por energía de fuentes eólica y solar varía por país según la matriz energética, dependiendo del tipo de combustibles fósiles utilizados y de la capacidad instalada de renovables en cada caso.
Las simulaciones varían también según la inversión requerida para incorporar las fuentes renovables eólica y solar a la matriz de generación eléctrica, atendiendo a la tendencia decreciente en las necesidades de inversión para la generación con estas tecnologías. En este contexto, se realizaron dos simulaciones. La primera utiliza estimaciones basadas en el costo del capital actual. La segunda incluye una reducción del 40% de los costos de capital de la generación eólica y solar a lo largo de un período de 10 años. Concretamente, para el primer escenario se supuso que debía aumentar la inversión de capital entre un 5% y un 7,5% del PIB a lo largo de una década con el fin de incorporar las fuentes renovables. En el segundo escenario, el incremento de la inversión de capital varía entre un 3% y un 4,5% del PIB; este valor es mucho más bajo porque refleja la tendencia decreciente en los costos de la generación renovable.
Los impactos estimados en el PIB de aumentar el porcentaje de energía solar y eólica varían según los países: en Argentina el PIB aumenta en aproximadamente 0,5 puntos porcentuales por encima del equilibrio inicial en 10 años; en Bolivia y Jamaica el incremento es menor. Por otro lado, el PIB se contraería en relación con el equilibrio inicial en cerca de 2 puntos porcentuales en Perú y Chile, y en 0,2 puntos porcentuales en Colombia (Figura 2, panel A). Estos resultados reflejan el impacto específico sobre los costos de la matriz eléctrica en base a los recursos desplazados en estos países (el carbón en Chile y Colombia y el gas en Perú). Al desplazar fuentes de energía contaminantes, pero baratas con renovables no convencionales, los beneficios en términos de ahorro de costos de pasar a una matriz de generación eléctrica “limpia” se reducen.
Sin embargo, el panel B de la Figura 2 muestra que, cuando las necesidades de inversión son un 40% más bajas para alcanzar los mismos objetivos de penetración de renovables no convencionales que en el panel A, los impactos estimados en el PIB son mayores, particularmente en Ecuador, Chile y Perú.
Figura 2. Impacto del aumento de las renovables en el PIB
Panel A. Con costos de capital actuales
Panel B. Con costos de capital reducidos en un 40%
La diferencia en los resultados refleja dos fuerzas contrapuestas que influyen en las simulaciones. Por un lado, una menor dependencia de combustibles fósiles redunda en menores precios de la electricidad; por otro lado, como se requieren nuevas inversiones de capital, los precios deben aumentar para generar retornos que atraigan dichas inversiones. En cada simulación prevalece una de las dos fuerzas dependiendo de las condiciones específicas de cada país.
Los resultados nos permiten afirmar que la energía renovable puede aportar a alcanzar los objetivos ambientales y al mismo tiempo impulsar un mayor crecimiento, al revés de lo que plantea la falsa disyuntiva entre medio ambiente y economía. La tecnología avanza, pero para que los beneficios se materialicen, habrá que llevar adelante una agenda regulatoria que facilite la transición hacia una matriz eléctrica que incorpore una proporción mayor de fuentes renovables no convencionales. La tendencia acelerada en la reducción del costo de la generación eólica y solar nos indica que es posible y deseable avanzar decididamente en esa dirección.
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