La mayoría de los países europeos, aturdidos por la agresión rusa, se han movilizado para apoyar a Ucrania, enviando armas y acogiendo a millones de refugiados. Pero eso es algo que los ciudadanos europeos están pagando muy caro. Aparte de los costos de la ayuda directa, el conflicto energético con Rusia había provocado un alza de los precios del gas de hasta ocho veces su promedio de los últimos diez años hacia finales de septiembre y ayudó a disparar la inflación hasta cerca del 10%. Con la entrada en vigor de un embargo parcial del petróleo ruso en diciembre y la llegada del frío, muchos europeos temen ahora que el invierno en 2023 sea helado, glacial y más pobre.
Los gobiernos europeos esperan suavizar los efectos negativos promulgando una regulación de precios, concediendo subvenciones a los hogares y, sobre todo, frenando la demanda energética. Por ejemplo, el gobierno alemán ordenó limitar la temperatura de calefacción a un máximo de 19 grados Celsius (66,2 Fahrenheit) en oficinas y edificios públicos. Francia ha introducido una serie de medidas voluntarias como pedir a los funcionarios públicos que se desplacen en tren y no en automóvil, sugerir a los municipios que cambien las viejas lámparas por luces LED y diseñar incentivos para que las personas compartan sus automóviles.
Las normas y las reglamentaciones no resolverán por sí solas el problema de la energía
Sin embargo, como bien sabemos en el BID después de tantos años de experimentos usando la economía del comportamiento para lograr objetivos en materia de políticas públicas; las normas y recomendaciones no son suficientes. La confianza en los conciudadanos y en el gobierno también resulta fundamental cuando se pide un sacrificio compartido. Eso significa no apelar al miedo, que puede provocar divisiones más profundas en la sociedad, acaparamiento de la energía, resignación e indiferencia. Más bien, significa apelar a las normas sociales de moralidad y comunidad.
Por ejemplo, al utilizar la economía del comportamiento para estimular el cumplimiento del pago de impuestos en Argentina, descubrimos que el envío de mensajes informando cómo los conciudadanos cumplían con el pago de sus impuestos logró mejorar significativamente la recaudación tributaria. La revelación de cómo el gobierno utilizaba los fondos impositivos para mejorar la vida de las personas proporcionó un estímulo adicional al esfuerzo. Los carteles y anuncios de televisión en Europa que muestran a personas vestidas con suéteres, bajando sus termostatos, instalando aislamiento en sus viviendas y colocando paneles solares, también podrían crear la sensación de que existe un propósito común. Y las señales de que los gobiernos están tratando de aliviar las dificultades podrían ayudar a inculcar en los ciudadanos la necesidad de sacrificio.
En tiempos de crisis, las personas sufren una sobrecarga emocional y su capacidad de concentración disminuye. Lo ideal en estas circunstancias es transmitir mensajes que no requieran un alto grado de participación cognitiva, sino que se encapsulen en videos o incluso en programas de televisión que sean mucho más fáciles de asimilar que un comunicado del gobierno o un documento académico. Para que las campañas de comunicación sean eficaces, deben seguir el marco EAST diseñado por el Equipo de Observaciones del Comportamiento, con sede en el Reino Unido. Dicho marco pone de relieve la importancia de los siguientes elementos: (i) Easy: los mensajes y los nudges tienen que ser sencillos; (ii) Attractive: los mensajes deben captar la atención del receptor; (iii) Social: deben resaltar normas sociales existentes que promuevan la conducta deseada; y (iv) Timely: los mensajes se deben presentar de manera oportuna, idealmente cuando la persona sea más propensa a cambiar su comportamiento.
Además, cuando las personas están ansiosas y fatigadas, como lo ha sugerido Cass Sunstein, el ilustre académico en economía del comportamiento, es importante añadirle la letra F a este marco y convertirlo en ‘FEAST’. La F implica añadirle ‘diversión’ (fun) a la fórmula. La teoría de diversión, o ‘fun theory’, ha sido aplicada en diferentes intervenciones del comportamiento. Sin embargo, es importante considerar que uno de los mayores desafíos a la hora de lograr cambios duraderos en el comportamiento es poder mantener niveles altos de diversión y sorpresa a lo largo del tiempo. Los momentos especiales tienen un gran impacto. Con la proximidad de la Copa Mundial 2022 y el creciente orgullo nacional por las hazañas deportivas, quizá no exista mejor momento para utilizar los diferentes medios de comunicación a fin de hacer un llamado para adoptar medidas de ahorro energético.
La economía del comportamiento y el problema de los atajos mentales
Por lo general tenemos muchas decisiones que tomar y poco tiempo para hacerlo. Nuestro estado de ánimo, nuestro nivel de fatiga y otros factores emocionales y físicos nos dificultan el razonamiento cuidadoso, lo que hace que recurramos a respuestas automáticas basadas en la experiencia y en hábitos o atajos mentales. Tendemos a elegir, en otras palabras, la opción más fácil. Eso también puede repercutir en el uso de la energía. Por lo cual, si los electrodomésticos, termostatos y otros equipos, relacionados con la energía, vienen de fábrica con una configuración de máxima potencia, es probable que los utilicemos así, sobre todo si es difícil cambiar su configuración y si se ha interiorizado la nueva norma social. Si, por el contrario, están preprogramados para una potencia más baja, es probable que también los utilicemos así y demos por sentado que la norma social lo permite, una consideración clave para los gobiernos europeos que necesitan comprometer a los fabricantes y a otras partes para que tomen todas las medidas posibles para reducir el consumo energético. “El mundo es difícil. Nuestro objetivo es hacer que sea más fácil”, afirmó Richard Thaler, pionero en economía del comportamiento y ganador del premio Nobel. En todos los ámbitos, desde la recaudación de impuestos hasta la educación, pasando por la prevención de la COVID-19 y otras medidas de salud, nosotros en el BID y en el Grupo de Economía del Comportamiento del BID hemos entendido ese llamado y hemos utilizado la economía del comportamiento para mejorar el bienestar individual y social en América Latina y el Caribe. Europa se encuentra en medio de una crisis relacionada con la elevada demanda energética, los altos precios de la energía y una guerra implacable en Ucrania. Los conocimientos de la economía del comportamiento pueden ayudar a aliviar las dificultades en el continente europeo, tal y como lo han hecho en nuestra región.
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