La pandemia de la COVID-19 ha tenido enormes repercusiones en las personas de todo el mundo, afectando, sobre todo de manera negativa, cada uno de los aspectos de sus vidas. En América Latina y el Caribe, la mayoría de los gobiernos se han fijado como objetivo principal el control de la propagación del nuevo coronavirus. Sin embargo, a pesar de haber invertido una gran cantidad de esfuerzos y recursos tratando de contener la propagación, no han logrado poner fin definitivo a las oleadas de contagios.
El problema no está ni en la calidad ni en la cantidad de la información proporcionada sobre la COVID-19. Se han tomado medidas muy publicitadas para disminuir su contagio, como las campañas de vacunación y la importancia del distanciamiento social, limitando las reuniones sociales a lugares abiertos, evitando las aglomeraciones, usando el tapabocas, lavándose las manos regularmente y evitando tocarse los ojos, la nariz y la boca. Sin embargo, en la mayoría de los casos, conocer estas medidas no ha sido suficiente para garantizar su cumplimiento por parte de los ciudadanos.
Usando herramientas de la economía del comportamiento para prevenir la enfermedad
Por ello, a lo largo de la pandemia, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha utilizado herramientas de la economía del comportamiento para, por un lado, entender por qué las personas, a pesar de temer contagiarse, no cumplen con las medidas preventivas y, por el otro, diseñar intervenciones para evitar que las personas se enfermen. El trabajo descrito en la publicación más reciente del Grupo de Economía del Comportamiento del BID, “Pequeños empujones para América Latina y el Caribe: una década de mejorar la política pública con la economía del comportamiento sirve como posible hoja de ruta para aumentar el cumplimiento voluntario de las directrices de salud pública sobre la COVID-19.
La economía del comportamiento echa mano de las herramientas de la psicología, la economía y otras ciencias sociales buscando comprender el comportamiento humano, predecirlo y cambiarlo. En particular, a través de “pequeños empujones” o cambios en la arquitectura de elección —”el contexto en el que las personas toman decisiones”— ayuda a generar transformaciones sistemáticas y predecibles en el comportamiento de las personas. En efecto, los pequeños empujones corrigen los sesgos cognitivos y las barreras que afectan negativamente la toma de decisiones, ayudando a que las personas tomen decisiones más sensatas y beneficiosas.
Un experimento en México
El BID ha utilizado la economía del comportamiento para proporcionar apoyo en la lucha contra la COVID-19 en varios países, como en México, que, en el momento de la intervención, se caracterizaba por la falta de cumplimiento de conductas preventivas como el distanciamiento social. Pese a que los resultados de la encuesta muestran una alta aprobación de las medidas preventivas establecidas por las autoridades de salud pública y un alto nivel de conocimiento sobre los riesgos de contagio en actividades como reuniones en espacios cerrados, las visitas a casas de amigos y familiares seguían siendo una práctica común.
El BID diseñó una intervención para examinar qué tipo de normas sociales estaban llevando a la gente a saltarse estas recomendaciones de salud pública. Para ello, utilizó una viñeta para describir a un personaje ficticio (Mariana) que recibe una invitación para asistir a la fiesta de cumpleaños de uno de sus amigos junto con otros 20 invitados. La viñeta variaba según cuatro condiciones que incorporaban expectativas basadas en normas sociales prescriptivas (p. ej., la mayoría de la gente cree que todo el mundo debería acatar el distanciamiento social) y en normas sociales descriptivas (p. ej., nadie lo hace realmente).
La frase que da lugar a las cuatro condiciones y que genera las variaciones en la viñeta es la siguiente: “Mariana sabe que sus amigos piensan que [es/no es] correcto asistir, [y/pero] [solo algunos/la mayoría de ellos] irán”.
Los participantes del estudio, tras ser expuestos al azar a una de las diferentes condiciones de Mariana, respondieron a preguntas sobre si Mariana asistiría al cumpleaños y si debería asistir o no. Los resultados indicaron que las normas sociales afectaban las convicciones de las personas con respecto a si Mariana asistiría a la fiesta. En comparación con la categoría de la línea de base (asistir es inapropiado y pocos amigos irán), las condiciones “asistir es inapropiado y muchos amigos irán”, “asistir es apropiado y pocos amigos irán” y “asistir es apropiado y muchos amigos irán” aumentaron, en promedio, la convicción de que Mariana asistiría a la fiesta de cumpleaños en unos 7 puntos porcentuales, lo que equivale a un aumento del 28% en la probabilidad de asistencia observada en la categoría de la línea de base. No se observó ningún efecto en las convicciones sobre si Mariana “debería” asistir a la fiesta.
Los resultados sugieren que las campañas de información que pretenden aumentar el comportamiento de distanciamiento social en la lucha contra la COVID-19 pueden tener más éxito si se basan en expectativas tanto empíricas como normativas. Este estudio revela que el cumplimiento de la conducta preventiva es más probable cuando Mariana: i) espera que pocos de sus amigos asistan, y ii) cree que sus amigos no aprobarían su asistencia. Si alguna de estas dos condiciones no se cumple, la asistencia prevista aumenta de manera considerable.
Una herramienta costo-efectiva contra la COVID-19 y otros desafíos en materia de política pública
Las herramientas de la economía del comportamiento pueden ser una de las soluciones más costo-efectivas para importantes desafíos en materia de política pública. Y en nuestro nuevo informe usted puede aprender no solo acerca de este estudio sino sobre otras 37 intervenciones que abarcan diversas áreas como la educación, el género, la salud, la seguridad social, la tributación, la administración pública y el fomento de las pequeñas y medianas empresas.
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