Parte de nuestra serie de blogs “detrás de la escena” de nuestra publicación bandera del 2020, De Estructuras a Servicios: El Camino a una Mejor Infraestructura en América Latina y el Caribe
Cuando pensamos en la contribución de la infraestructura a las economías de la región pensamos en los efectos de las inversiones en puentes, aeropuertos y centrales eléctricas tienen de forma directa sobre el crecimiento económico. Una carretera nueva puede impulsar el crecimiento económico aumentando la demanda de insumos de construcción, estimulando la demanda de vehículos para utilizarla, y reduciendo los tiempos de viaje.
Pero la contribución de la infraestructura al crecimiento se puede generar a través de otros canales. Uno de ellos es la mayor eficiencia en la provisión de los servicios de agua, energía y transporte. Además del impacto en crecimiento, los cambios en la eficiencia en la provisión de servicios puede tener impactos en la inclusión porque el consumo de estos servicios representan un componente importante del gasto de las familias, especialmente de las más pobres.
¿Cómo cuantificar la ganancia potencial que representa para la economía una mayor eficiencia de los sectores de infraestructura? En nuestro libro De Estructuras a Servicios: el Camino a una Mejor Infraestructura en América Latina y el Caribe utilizamos un modelo de equilibrio general computable (CGE, por sus siglas en inglés). Es como un mapa que replica una economía a una escala manejable para el investigador tratando de representar lo más fidedignamente posible la realidad. La estructura que utilizamos consiste en aproximadamente 30 sectores productivos del lado de la oferta, incluyendo cuatro sectores de infraestructura: energía, agua y saneamiento, transporte, y telecomunicaciones.
Del lado de la demanda hay cinco hogares representativos (con diferentes niveles de ingreso) y también está el gobierno. En cada uno de los mercados, las funciones de producción y de utilidad gobiernan los comportamientos de productores y consumidores respectivamente, y determinan cómo interactúan. Los productores y consumidores intercambian bienes y factores productivos. Por ejemplo, del lado de la producción, las empresas compran insumos intermedios de otros sectores, perciben ingresos de sus ventas, remuneran los factores de producción y pagan impuestos. Del lado de la demanda, los trabajadores reciben sus salarios –que son un componente importante del ingreso de los hogares–, consumen e invierten. El gobierno recauda los impuestos y consume e invierte. El modelo estima los cambios en los precios relativos necesarios para igualar la oferta y la demanda en los mercados. Esos cambios en los precios, a su vez, influyen en la senda de crecimiento económico en cada economía al reasignar los recursos entre los sectores económicos. También generan modificaciones en la estructura de la economía y en la distribución del ingreso.
El primer paso para “calibrar” el modelo en un país consiste en construir una Matriz de Contabilidad Social (MCS). La MCS es una representación del flujo de todas las transacciones económicas que tienen lugar en una economía a lo largo de un año. Se trata básicamente de una representación matricial de las cuentas nacionales, es decir una descripción acotada de como los distintos sectores productivos, hogares y el gobierno se vinculan para generar los bienes y servicios que el país produce. Las MCS se refieren a un solo año y proporcionan un cuadro estático de la economía, que es el punto de partida para el análisis.
Utilizando la MCS de cada país se obtiene un sendero inicial (o equilibrio) para las variables, lo que proporciona línea de base para el crecimiento en un horizonte de 10 años. En esta solución del modelo, los parámetros calibrados que rigen las funciones de producción de los sectores (es decir, la “eficiencia” con que se producen los bienes y servicios) están determinados por la MCS correspondiente. En otras palabras, el equilibrio inicial es el escenario de “las cosas siguen igual”. Proporciona una base de comparación contra la cual se pueden contrastar los escenarios contrafactuales. En los contrafactuales, se simulan equilibrios diferentes considerando una diversidad de shocks de productividad y tecnológicos que alteran el escenario base.
La ventaja de los modelos de CGE es que brindan un marco de equilibrio general que permite realizar un seguimiento del impacto de los cambios simulados teniendo en cuenta la interconectividad de las partes en la economía.
Con la herramienta del modelo CGE en la mano, estudiamos el posible impacto de pequeñas mejoras en la productividad y en la eficiencia de los servicios sobre el crecimiento y la distribución del ingreso y lo comparamos con lo que serían los resultados sin esas mejoras. Por ejemplo, una mejora de eficiencia en el sector de la energía es una planta de generación térmica que emplea una tecnología más eficiente y, como resultado, utiliza menos gas para producir la misma cantidad de electricidad; una mejora de productividad sería un rediseño de la planta que permita obtener la misma cantidad de electricidad utilizando menos factores productivos, es decir menos trabajo o capital. Desde el punto de vista conceptual, capturamos posibles mejoras de productividad y eficiencia, suponiendo aumentos del 5% en los coeficientes tecnológicos de las funciones de producción de los sectores de infraestructura a partir del primer año de simulación.
Los resultan muestran que estos aumentos relativamente pequeños en la productividad y en eficiencia con la que los servicios de infraestructura son producidos pueden arrojar importantes beneficios (véase el Gráfico 1). En promedio, las tasas de crecimiento de los países seleccionados experimentarían una suba acumulada de 3,5 puntos porcentuales a lo largo de un período de 10 años. Extrapolando para toda América Latina y el Caribe, esto representa cerca de US$200.000 millones de incremento del producto a lo largo de una década.
Gráfico 1. Impacto de las ganancias de productividad y eficiencia en la infraestructura sobre el crecimiento del PIB
Los resultados también muestran que las mejoras de productividad y eficiencia en los servicios de infraestructura aumentan el ingreso real de cada quintil de la distribución del ingreso, oscilando entre 2,8 puntos porcentuales para el ciudadano promedio de Jamaica y 5,4 puntos porcentuales en Bolivia (ver Gráfico 2). Pero, además, la mejora de la productividad y eficiencia en infraestructura beneficia a los hogares de bajos ingresos más que a los hogares de ingresos altos. Para todos los países de la muestra, excepto Jamaica y Ecuador, el ingreso de los dos quintiles más pobres aumenta proporcionalmente más que el de los dos quintiles más ricos. La diferencia del crecimiento relativo a favor de los pobres es de un 28% en promedio. Este efecto es particularmente notable en Chile (donde los incrementos de los ingresos del 40% más pobre de la población superan en un 70% al de los más ricos) y en Perú (40%).
Gráfico 2. Impacto de las ganancias de eficiencia en el ingreso de los hogares
Nuestro modelo, al igual que todos los modelos económicos, no es una herramienta perfecta, pero los resultados son consistentes y nos indica que mejoras de productividad y eficiencia en la infraestructura aumentarían el crecimiento económico, y reducirían la desigualdad del ingreso. Encontrar las políticas públicas que fomenten estas mejoras es entonces crucial para asegurarnos que la región experimente un desarrollo económico sostenido e inclusivo, más aun considerando la urgente necesidad de buscar alternativas para salir de la crisis impuesta por la pandemia del COVID-19. Las oportunidades están sobre la mesa; aprovecharlas es un desafío impostergable.
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