Entrada por Ivonne Acevedo, Eleno Castro, Raquel Fernández, Iván Flores, Marcelo Pérez Alfaro, Miguel Székely, y Pablo Zoido.
Si alguien en algún momento pensó que la pandemia venía a afectarnos a todos por igual pronto se hizo evidente que no todos afrontamos esta tormenta estando sobre la misma embarcación. Está claro que cualquiera, sin importar edad, profesión, nivel socioeconómico y popularidad, puede contraer la enfermedad, pero queda también claro que los más vulnerables son quienes han sufrido y van a sufrir más las consecuencias de la crisis causada por esta pandemia.
El virus no sólo ha causado que millones de personas terminen en el hospital y en muchos casos tengan un final desafortunado, sino que también tiene innumerables impactos en otros ámbitos más allá de la salud física y mental, incluyendo la educación. Aquí también los impactos han sido más severos para los más vulnerables por su precaria situación económica o por la falta de recursos educativos en el hogar como por ejemplo conectividad, dispositivos o familiares con tiempo para apoyar en las tareas educativas.
En este contexto, una pregunta central a la que se enfrentan ahora los gobiernos es: ¿qué podemos hacer para mitigar los impactos negativos de la crisis en la educación para los más niños, niñas y jóvenes más vulnerables? Para responder a esta pregunta es fundamental saber cuántos están siendo afectados y cuáles son sus características. Solo así se podrán diseñar políticas efectivas para mitigar estos costos.
Según el estudio “Los costos educativos de la crisis sanitaria en América Latina y el Caribe”, del Banco Interamericano de Desarrollo y del Centro de Estudios Educativos y Sociales, al menos, 1,2 millones de niños y jóvenes podrían quedar excluidos de sus sistemas educativos en América Latina y el Caribe, debido a las consecuencias de la pandemia. Este número representaría un aumento de al menos 15% en la tasa de exclusión educativa en la región (definida como el porcentaje de jóvenes y niños en edad escolar cuyos hogares reportan que no asisten regularmente a la escuela), con respecto a la elevada exclusión que ya se venía observando: desde antes de la pandemia 7,7 millones de jóvenes y niños.
El estudio además recalca que el aumento de la exclusión educativa como consecuencia de la pandemia tendrá un mayor impacto en las familias más vulnerables, y por lo tanto acentuará las desigualdades educativas y sociales prexistentes. La gran mayoría de los niños y jóvenes excluidos a raíz de la pandemia (977,000) pertenecen a las familias que viven en la pobreza (38%) y de clase media vulnerable (44%). En términos relativos, la clase media emergente de la última década, que había logrado reducir significativamente su inasistencia escolar, será uno de los grupos que más sufrirá el impacto negativo de la crisis.
Una de las conclusiones más alarmantes de nuestro estudio es que este aumento en la exclusión educativa revertirá algunos de los más importantes logros educativos de la última década. Entre 2010 y 2018, la tasa de exclusión educativa de jóvenes entre 15 y 17 años en la región había disminuido en forma sostenida, pasando de 24% a 19%, lo que implicó la inclusión de casi 1.5 millones de jóvenes en los sistemas educativos. Sin embargo, esta trayectoria decreciente en la exclusión se interrumpirá debido a la pandemia alcanzando 22% de niños y jóvenes en el 2020, 4 puntos porcentuales más de lo esperado de haberse mantenido la tendencia observada desde 2010.
Por otro lado, la pandemia también tendrá consecuencias importantes en la capacidad de los jóvenes para encontrar trabajo, dada la desaceleración económica que ya está afectando a varios países e impactando en el número de jóvenes que no estudian ni trabajan de forma remunerada. La crisis sumará a 2.7 millones de jóvenes entre 18 y 23 años a los 12,9 millones que ya estaban excluidos del sistema educativo y fuera del mercado laboral antes de la pandemia, un aumento del 21%. Otra de las consecuencias a largo plazo de la pérdida de oportunidades educativas y laborales para estos jóvenes de la “Generación COVID” es una reducción estimada del 6.1% de su salario en los próximos 20 años.
¿Qué alternativas de política existen entonces para mitigar estos altos costos de la pandemia en la educación? Para mitigar los costos académicos, el estudio sugiere combinar una reapertura gradual y segura de las escuelas (con condiciones sanitarias adecuadas y programas de nivelación de aprendizajes) con esfuerzos que ayuden a sentar las bases para modelos de educación híbrida que incluyan los pilares de nuevas pedagogías, mejoras en la conectividad y el equipamiento, plataformas digitales con contenidos de calidad, y mejores datos e información para el seguimiento de estudiantes. Con respecto a los costos económicos, resulta crítico seguir comunicando sobre los retornos a la educación, reforzar las ayudas e incentivos monetarios y no-monetarios para estudiantes y familias, y fortalecer la calidad y pertinencia de la educación secundaria, en particular la técnico-vocacional.
Frente a la tormenta, todos los niños y jóvenes de la región merecen un refugio que ayude a afrontar el temporal con éxito. Los gobiernos han de tomar decisiones urgentemente para evitar perder en un año lo construido durante toda una década. Evitar que la educación se convierta en una víctima más de la pandemia requerirá de capacidades extraordinarias de adaptación, creatividad, gestión y trabajo colaborativo en todos los países de América Latina y el Caribe.
¿Qué medidas se están tomando en tu país para mitigar los costos educativos de la pandemia en los niños y jóvenes? Comparte tu opinión en la sección de comentarios o en Twitter mencionando @BIDEducacion #EnfoqueEducacion.
Leave a Reply