Guiselle Alpizar (MEP), Loreto Biehl (IDB), Juan M. Hernández-Agramonte (IPA), Olga Namen (IPA), Emma Näslund-Hadley (IDB), Laura Ochoa (ICBF), y Brunilda Peña de Osorio (MINED)[1]
A medida que la pandemia de COVID-19 sigue avanzando, la carga de asumir la educación a distancia o híbrida de los hijos, las preocupaciones de contraer la enfermedad, el desempleo y el estrés diario están desencadenando resultados negativos en salud mental de los padres.
En América Latina, los Ministerios de Educación de El Salvador (MINED), Costa Rica (MEP) y el Instituto de Bienestar Familiar de Colombia (ICBF) unieron fuerzas con Innovations for Poverty Action (IPA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para explorar las experiencias que han tenido docentes y padres con la educación, desde los 3 hasta los 6 de edad, a distancia en situación de emergencia. Según esto, los docentes experimentaron una mayor angustia por la sensación que tienen de estar disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana durante los cierres escolares relacionados con la pandemia. Así mismo, entre los padres, alrededor del 85% de los 61.000 encuestados en tres países, reportan haber experimentado un deterioro de la salud mental según (CESD-R).
Los niveles de malestar son particularmente elevados entre las madres de niños pequeños de entre 0 a 7 años, que asumen la mayor parte de la carga en apoyar la educación a distancia de los niños (84%). Las brechas de género en los resultados de salud mental son preocupantes, incluyendo brechas de género en índices de tristeza (28%), de inapetencia (27%), de malestar general (24%), de miedo (19%), de cansancio (17%) e insomnio (15%).
En este contexto, cerca de dos tercios de las madres (63%) reportan luchar con la educación a distancia y requerir asistencia. Entre las madres que informan que no pueden manejar la educación a distancia de sus hijos por sí solas, los niveles de estrés son un 12% más altos en comparación con las madres que reportan que lo logran hacer solas, independientemente del nivel socioeconómico del hogar.
En este sentido, el involucramiento de los padres en la educación a distancia se vuelve crucial a mitigar el efecto en salud mental sobre las mujeres, ya que la brecha de género en la salud mental es 16% cuando los hombres acompañan la educación a distancia comparado con 21% cuando no acompañan.
Ahora bien, los costos a largo plazo del efecto en la salud mental de los cuidadores en los niños serán altos. Utilizando los Indicadores de Cuidado Familiar (FCI por sus siglas en inglés), encontramos que cuanto mayor sea el nivel de malestar de las madres y los padres, menor serán sus niveles de inversión en sus hijos en términos de tiempo de calidad (por ejemplo, jugar, leer y cantar); así como el tipo y cantidad de juguetes,. En este sentido, aunque los grupos de ingresos más altos reportan niveles más elevados de inversión en los niños, la disminución es consistente entre los diferentes grupos socioeconómicos. Los hallazgos están alineados con investigaciones internacionales anteriores, que concluyen que el estrés de los padres tiene implicaciones a largo plazo para el desarrollo cerebral de los niños.
Así mismo, el malestar de los padres también pone a los niños en riesgo de violencia. Encontramos que el nivel de malestar está positivamente asociado con el uso de disciplina violenta – entendida como agresión emocional o castigo físico – por parte de los cuidadores. En Colombia, las familias con altos niveles de angustia tienen un 50% más de probabilidad de usar castigos violentos, en Costa Rica y El Salvador las cifras correspondientes son del 40% y 33%. Este incremento en la probabilidad de uso de castigo violento es mayor en las mujeres con mayor nivel de angustia que en los hombres.
Encontramos que el uso de castigos violentos es más frecuente en grupos de ingreso socioeconómicos más altos. El teletrabajo, el cual es más común en este grupo, parece estar añadiendo mayor estrés, y aumentando el uso de castigos violentos. En términos estadísticos, los padres que se hacen cargo de la educación de sus hijos y también teletrabajan, reportan niveles más altos de angustia que sus pares que no teletrabajan. Así mismo, este grupo también es un 20% más propenso a usar castigos violentos, independientemente del nivel socioeconómico.
Sin duda alguna, los cambios abruptos que ha implicado el COVID-19 son abrumadores para muchos padres y madres que se han visto obligados a realizar múltiples tareas trabajando, educando y cuidando, en medio de preocupaciones sobre la salud y las finanzas de sus familias. Sin embargo, en este contexto las mujeres asumen la mayor parte de estas responsabilidades familiares adicionales y por ende, tienen niveles desproporcionadamente más altos en malestar mental.
Ahora bien, un factor de resiliencia en el hogar es su capacidad de ser estable y flexible frente a la adversidad. Esta resiliencia está determinada en gran parte por las Habilidades del Siglo XXI de sus miembros, incluida la colaboración entre los padres y los miembros de la familia en torno a las tareas del hogar, la educación a distancia y otras actividades, así como en torno a la resolución conjunta de problemas. Igualmente, la resiliencia de un hogar incluye la capacidad de ser emocionalmente empáticos y solidarios los unos con los otro, por medio del uso de prácticas de presencia plena en la crianza de los hijos. Esto incluye permitir que expresen pensamientos, sentimientos y necesidades, así como la construcción de vínculos afectivos, seguros y estados de sintonía emocional entre los miembros del hogar y los niños.
En este contexto, es importante incorporar en el currículo nacional de Primera Infancia de cada país, un componente de la formación familiar en crianza para promover la igualdad de género y la prevención de la violencia en el ámbito familiar. Las áreas claves del currículo incluyen la capacitación en estrategias para generar el sentido de pertenencia de los niños y niñas tanto en su entorno nuclear como en las redes de apoyo de las que forman parte sus familias; y apoyar el desarrollo de la empatía y la autorregulación.
Ante los desafíos y necesidades expuestas es importante preguntarnos: ¿Cómo involucramos a ambos cuidadores en la educación a distancia de sus hijos? ¿Cómo puede el sistema educativo tomar en cuenta y apoyar prácticas para promover la salud mental de toda la familia? ¿Qué medidas se pueden tomar para apoyar los mecanismos de adaptación de las familias durante la pandemia? Comparte tus comentarios con nosotros en la sección a continuación, o comenta en Twitter mencionando a @BIDEducacion #EnfoqueEducacion. Manténgase en sintonía siguiendo nuestra serie de blogs sobre educación y #habilidades21 en tiempos COVID-19. Encuentra la primera entrada de esta serie aquí. ¡Descarga el Futuro ya está aquí y mantente atento a nuestras novedades!
[1] Agradecemos a Kelly Montaño, Rayssa Ruiz y Carlos Urrutia de IPA por su apoyo con la investigación; y Ekizache Foxua por el diseño gráfico.
Angeles dice
Me gustaría obtener el instrumento el cual se utilizo para sacar sus porcentajes estadísticos