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Enfoque Educación

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Dos niños en bicicleta se dirigen a la escuela luego de la pandemia

Volver a la escuela luego del COVID-19: ¿por qué no un regreso al futuro?

June 23, 2022 por Leonardo Garnier 2 Comentarios


Poner a la educación en el lugar que le corresponde (I)

De dónde venimos: la tragedia educativa de una generación perdida

Durante el tercer cuarto del siglo XX, muchos países de América Latina realizaron un gran esfuerzo por aumentar la cobertura de sus sistemas educativos. El avance, aunque importante, fue insuficiente y desigual, y se vio interrumpido por la crisis de fines de los años setenta: en casi todo el continente cayó la producción, se disparó el desempleo y se sufrió el embate de la hiperinflación. Fueron años de crisis y de ajuste que se asociaron con políticas de austeridad y recortes del gasto y la inversión pública, afectando severamente la inversión educativa, que cayó en términos absolutos. Esto frenó los avances en cobertura educativa de las décadas anteriores y, en algunos países, incluso se vivió un retroceso educativo.

Es por eso que, ante la pregunta de por qué en  América Latina se ha hecho tan difícil reducir la pobreza o por qué sigue siendo la región más desigual del planeta, es inevitable remitirnos siempre a esta tragedia educativa: si casi la mitad de las y los jóvenes de aquellos años no fueron al colegio en esos años, eso significa que, hoy, la mitad de la fuerza de trabajo cuenta, apenas, con un nivel de educación primaria. Se trata de una generación perdida, tanto en lo educativo como en lo productivo: sin educación, estas personas ven menguar su capacidad de aportar al crecimiento de la producción y al ingreso nacional y contemplan cómo se desvanecen sus posibilidades de mejora.

Calidad y equidad: las dos grandes deudas educativas del siglo XXI

La inversión educativa en América Latina empezó a recuperarse, lentamente, en las primeras décadas de este siglo. La participación del gasto educativo en el PIB y el gasto por estudiante mejoraron, aunque seguían por debajo de los niveles alcanzados antes de la crisis. Como resultado, la tasa neta de cobertura en secundaria ha aumentado en la mayor parte de los países de América Latina, lo mismo que la tasa de finalización de la educación secundaria y la de cobertura en educación superior. También se redujo el porcentaje de la población joven que no asiste al colegio.

Si bien estas mejoras en cobertura han sido importantes, el continente sigue acusando dos grandes deudas educativas: la de la equidad y la de la calidad.  Por un lado, y a pesar del aumento en cobertura, sigue siendo cierto que las oportunidades educativas en América Latina están muy desigualmente distribuidas: las familias rurales, las familias de menores ingresos, las familias con menor nivel educativo y las poblaciones vulnerables – los pueblos originarios en particular – siguen teniendo un acceso mucho más reducido y difícil a las oportunidades educativas.

Por otro lado, aún en el caso de quienes sí tienen acceso al sistema educativo, lo cierto es que los logros en aprendizaje efectivo son insuficientes , como se revela en pruebas regionales -como las del LLECE– y en pruebas internacionales -como PISA-. Aquí vemos que los aprendizajes de las y los jóvenes latinoamericanos están muy por debajo de los logrados en países con sistemas educativos más sólidos. Además, los resultados reflejan la enorme desigualdad interna de nuestros países, con los estudiantes de menor nivel socioeconómico mostrando aprendizajes mucho más modestos que los de mayor nivel de ingreso (aunque es importante mencionar que ni siquiera los estudiantes de mayor nivel socioeconómico del continente alcanzan niveles de aprendizaje comparables con los de países educativamente más avanzados).

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Llueve sobre mojado: el impacto educativo de la pandemia

Justo sobre esas graves carencias educativas es que, a principios de 2020, se vive el embate de la pandemia. Durante el primer trimestre se suspendieron las clases presenciales y la educación se paralizó prácticamente en todo el mundo. Este cierre obligado no solo tomó desprevenidos a los sistemas educativos, sino que les planteó una exigencia que parecía casi imposible: mantener viva la educación  mientras las escuelas estaban cerradas, implementando diversas modalidades de aprendizaje a distancia para las que nunca se habían preparado realmente.

Así las cosas, los sistemas educativos reaccionaron de distintas formas. Reaccionaron las autoridades. Reaccionaron los centros educativos y sus docentes. Reaccionaron también los estudiantes y sus familias. Con muchas variantes entre los países, se recurrió a diversas herramientas de educación a distancia, desde el uso de incipientes plataformas educativas, hasta herramientas más sencillas como WhatsApp e incluso las fotocopias, la distribución de materiales y las llamadas telefónicas.

Esto presentó un desafío adicional: el acceso  desigual a la conectividad, al equipamiento y a los materiales educativos. También puso en evidencia  las condiciones desiguales en las que viven y pueden estudiar los estudiantes en sus casas, así como el apoyo que pueden recibir de sus familias.

Por eso, y a pesar de todos los esfuerzos, la pandemia ha provocado una gran pérdida educativa. Muchos de los conocimientos que las y los estudiantes debieron haber adquirido durante los cursos lectivos 2020 y 2021, simplemente no se alcanzaron o se lograron de una forma muy parcial y desigual. Esto ha sido así en todo el mundo.

Según un estudio de la OCDE, ya en 2020 había indicios de diversos países de que muchos de los estudiantes tuvieron muy poca instrucción efectiva. Para un porcentaje elevado de los estudiantes, los aprendizajes parecen haber sido casi inexistentes. Por ejemplo, el informe cita el seguimiento temprano desde una aplicación en línea para la enseñanza de las Matemáticas en varios distritos escolares de los Estados Unidos, que sugiere que el aprendizaje sufrió un fuerte descenso durante la crisis, especialmente en escuelas en áreas de bajos ingresos. En ese mismo sentido, la evidencia en Alemania muestra que el tiempo que los niños dedicaban a actividades escolares se redujo a la mitad con la pandemia, con un 38% de los estudiantes dedicando no más de dos horas diarias al estudio y un 74% dedicando menos de cuatro horas. Mientras tanto, el tiempo dedicado al entretenimiento – viendo televisión o jugando con computadoras o celulares – aumentó a más de cinco horas diarias.

La pandemia en América Latina: ¿un retroceso de 20 años en educación?

Si el impacto ha sido elevado en países con sistemas educativos sólidos, en los que las familias tienen un nivel educativo relativamente alto y acceso a materiales educativos y tecnológicos, no soprende que en América Latina el impacto haya sido realmente duro y muy desigual, afectando con mucha más fuerza a la población de menores recursos y de zonas rurales.

Se estima que, en los países de ingreso medio y bajo, la proporción de niños que no son capaces de leer y entender un texto simple al final de la primaria podría aumentar del 51% al 62% como resultado de la pandemia. Además, la proporción de jóvenes de primer ciclo de secundaria por debajo del nivel mínimo de rendimiento, según el indicador que utiliza el puntaje de las pruebas internacionales PISA, podría aumentar de su nivel actual (55%) al 71% (Banco Mundial, 2021).

Una encuesta reciente de UNICEF, UNESCO y el Banco Mundial revela que, de los países de bajos ingresos encuestados, solo la mitad tienen planes nacionales o regionales para medir el aprendizaje de los alumnos; una cuarta parte desconoce cuántos alumnos han vuelto a la escuela tras la pandemia; dos tercios de los países han implementado un plan de estudios abreviado o priorizado, y solo el 40% están implementando estrategias de recuperación del aprendizaje a escala nacional.

Sabemos, además, que el impacto educativo de la pandemia también tendrá consecuencias económicas a largo plazo y en todo el mundo. Se estima que, como resultado del cierre de escuelas, la actual generación de estudiantes podría perder en ingresos, a lo largo de su vida, hasta el equivalente a 17.000 millones de dólares a valor presente, lo que representaría el 14% del PIB mundial actual (Banco Mundial, UNESCO y UNICEF, 2021).

En América Latina esto significa que nos enfrentamos al riesgo de perder parte importante de los avances en inclusión educativa de los últimos veinte años, pues la pandemia – y sus efectos sobre la economía de las familias – podría provocar un aumento del abandono escolar y una caída de la cobertura educativa, al igual que ocurrió en la crisis de los años ochenta. Esto es lo primero que hay que evitar: los gobiernos y las comunidades educativas deberán usar todas sus herramientas – que afortunadamente hoy son muchas más de las que tenían en el pasado – para frenar un aumento de la exclusión educativa.

Además, las autoridades educativas deberán impulsar estrategias para que los centros educativos puedan organizar procesos de aprendizaje que reconozcan la diversidad de las experiencias vividas por sus estudiantes durante la pandemia, dando prioridad a los aprendizajes estratégicos indispensables para seguir avanzando y partiendo del nivel previo alcanzado por cada estudiante. En particular, se requiere de apoyos adicionales para aquellos que se encuentren en mayores niveles de rezago y vulnerabilidad, de manera que puedan retomar con éxito su ritmo de aprendizaje y evitar, a toda costa, su exclusión educativa.

Muchas veces, las crisis bien manejadas pueden convertirse en oportunidades y en palancas de cambio. El COVID-19 no es una excepción. La pandemia ha acelerado determinados procesos que llevaban siendo necesarios mucho tiempo pero no terminaban de madurar. En nuestro próximo post, veremos cómo y bajo qué circunstancias podemos convertir esta crisis en un impulso para dar ese gran salto hacia el futuro que nuestros sistemas educativos necesitan.

Mantente atento a la segunda parte de este post Poner a la educación en el lugar que le corresponde, en el que hablaremos del futuro de la educación en América Latina, de cómo sacar partido de esta lluvia inoportuna para sentar las raíces de una nueva educación que, esta vez sí, nos lleve directamente hacia el futuro.

¿Cómo fue el impacto de la pandemia en el sistema educativo de tu país? Déjanos un comentario.


Archivado bajoSistemas educativos Etiquetado con:america latina, América Latina y el Caribe, Aprendizajes, banco interamericano de desarrollo, BID, COVID-19, educación, educación y pandemia, pandemia

Leonardo Garnier

Asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas para la “Transforming Education Summit”. Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Costa Rica y doctorado en Economía por la New School for Social Research de Nueva York. Es catedrático en la Universidad de Costa Rica, donde ha trabajado como profesor de la Escuela de Economía, e investigador del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas. Ha sido profesor universitario desde 1975 y ha ejercido diversos cargos en el sector público costarricense. Ejerció el cargo de ministro de Educación Pública de Costa Rica y fue ministro de Planificación Nacional y Política Económica. Ha trabajado como profesor para de la Maestría Centroamericana en Política Económica del Centro Internacional de Política Económica (CINPE) y como asesor para la Cátedra Víctor Sanabria, ambos de la Universidad Nacional. Trabaja como consultor en temas de política económica, política social y gestión pública para diversos organismos internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BIRF), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y, en especial, para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Fue miembro del Consejo Científico del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD).

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Comments

  1. Profesional dice

    September 29, 2022 at 8:23 am

    Los ninos y ninas de familias con bajos ingresos corrian un mayor riesgo de verse excluidos del aprendizaje en linea porque no podian permitirse un internet o unos dispositivos suficientes. Las escuelas con recursos historicamente insuficientes, y con alumnos que ya se enfrentaban a mayores obstaculos en su aprendizaje, tuvieron que esforzarse especialmente para llegar a sus alumnos a traves de las brechas digitales. Los sistemas educativos a menudo no han proporcionado formacion en materia de alfabetizacion digital a estudiantes y docentes para garantizar que puedan utilizar estas tecnologias con seguridad y confianza. La educacion debe estar en el centro de los planes de recuperacion de todos los gobiernos, dijo Human Rights Watch. Los gobiernos deberian abordar tanto el impacto de la pandemia en la educacion de los ninos como los problemas preexistentes. A la luz de las profundas presiones financieras sobre las economias nacionales a causa de la pandemia, los gobiernos deberian proteger y priorizar la financiacion de la educacion publica.

    Reply
  2. NELVA dice

    March 13, 2024 at 8:12 pm

    Particularmente en Bolivia fue terrible porque tanto docentes como estudiantes tuvieron que adecuarse a plataformas digitales a la fuerza, porque no tenian un buen manejo de plataformas virtuales, ademas el internet es demasiado lento y el mas deficiente de Latino America y del mundo.

    Reply

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