Emma Näslund-Hadley, especialista líder en educación del BID
Juan Manuel Hernandez-Agramonte, Subdirector Regional de Innovación para la Acción contra la Pobreza para América Latina y el Caribe
Kelly Montaño, investigadora asociada de Innovación para la acción contra la pobreza para América Latina y el Caribe
“Se necesita imaginación para imaginar un futuro que no existe”, nos aconseja Azar Nafisi, autora y profesora de literatura inglesa. La cita es más que palabras bonitas. Aunque Nafisi se refiere al papel de la literatura en nuestras vidas, también resume en esta frase contundente toda una línea de investigación sobre nuestra mentalidad.
La mentalidad de una persona se define por creencias individuales sobre cualidades como la inteligencia, la personalidad, la creatividad y el talento; y cómo estas cualidades contribuyen a la perspectiva de una persona sobre su desempeño en diferentes situaciones. La mentalidad de una persona influye en su motivación para hacer las cosas y en cómo afronta los reveses y los fracasos. Mientras que las personas con una mentalidad de crecimiento pueden imaginarse a sí mismas teniendo éxito, tienden a atribuir sus errores a la falta de esfuerzo y buscan aprender de estas situaciones;las personas con mentalidad fija no pueden imaginarse a sí mismas logrando éxitos a través del esfuerzo y tienden a atribuir sus fracasos a la falta de habilidades (Schoder et al., 2017).
Algunos ejemplos de cualidades positivas vinculadas a la mentalidad de crecimiento incluyen la resolución de conflictos y la propensión a resolver problemas cuando se enfrentan a un desafío; y mayor autorregulación y adaptabilidad social. Los logros de vida relacionados con la mentalidad de crecimiento en comparación con la mentalidad fija incluyen niveles más altos de resiliencia (Kammrath y Dweck, 2012), mayor rendimiento académico (Blackwell, Trzesniewski y Dweck, 2007; Hanson, Bangert y Ruff, 2016; Outes-León et al, 2020), mayor autoestima y salud mental y menores niveles de conductas de riesgo y criminalidad.
La investigación sobre la mentalidad de crecimiento se limita en gran medida a los países industrializados. Sin embargo, dada la importancia de las creencias sobre la mentalidad para los logros de vida, tiene sentido aprovechar el poder de la mentalidad en contextos de los países en desarrollo. Esta idea inspiró una alianza – entre el Ministerio de Educación de El Salvador, Innovación para la Acción contra la Pobreza (IPA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) – en torno a un estudio sobre la mentalidad de los niños pequeños y sus cuidadores. El proyecto propone explorar a través de una evaluación experimnetal, cuál es el efecto de promover una mentalidad de crecimiento en los padres de familia en sus inversiones, y cómo pueden transmitirse dicha mentalidad a sus hijo/as.
En este blog, presentamos algunos resultados de la línea de base que llevamos a cabo con 1,800 hogares vulnerables con niños y niñas pequeñas:
1. Los cuidadores tienden a percibir la inteligencia y la personalidad de los niños y niñas como algo estático.
En respuesta a preguntas sobre la inteligencia y la personalidad de los niños, encontramos que los cuidadores de nuestra muestra tienden a verlos como dimensiones estáticas. Dado que la mentalidad de los padres tiene profundas implicaciones para el desarrollo infantil (Rowe & Leech 2018; Andersen & Nielsen 2016), es preocupante que estos niños vulnerables a menudo crezcan con cuidadores que ven estas cualidades como grabadas en piedra. Los niños y niñas de estos padres, están en desventaja comparados con sus compañeros criados por padres que transmiten la idea de que la inteligencia y la personalidad son cualidades que se cultivan.
2. La mentalidad de crecimiento de los cuidadores influye en su estilo de crianza, lo que a su vez, tiene un impacto en los resultados del desarrollo de los niños y niñas.
Los resultados de la línea de base indican dos canales a través de los cuales la mentalidad de crecimiento de los cuidadores promueve el desarrollo infantil (Figura 1). Primero, encontramos que las opiniones de los padres sobre la inteligencia y la personalidad se relacionan con las inversiones que hacen en sus hijos. Una mentalidad de crecimiento fija, o estática, se relaciona con menores niveles de inversión parental en tiempo y tipo de actividades realizadas con el menor (por ejemplo, jugar, leer y cantar), y los tipos y cantidades de juguetes que hay en el hogar. En segundo lugar, nuestros resultados son consistentes con investigaciones previas en los Estados Unidos, que mostraron el poder de la mentalidad sobre el nivel de estrés de las personas (Seek, Ui & Lyoung, 2016). Encontramos que los padres con un mayor nivel de estrés tienden a tener una mentalidad fija Ambos resultados se mantienen tras controlar por los ingresos del hogar y el nivel educativo del cuidador.
3. La inversión en los niños y los niveles de estrés de los padres afectan los resultados del desarrollo de los niños.
Tanto los niveles de inversión de los cuidadores en los niños, como sus niveles de estrés, están fuertemente asociados con varios resultados del desarrollo infantil. En el caso de las inversiones de los padres, mayores niveles de inversión se asocian con un mayor vocabulario receptivo, una mejor función ejecutiva, más hitos de desarrollo logrados, y menos problemas de comportamiento infantil[1] (Figura 2).
En el caso del estrés de los padres, este se asocia con mayores habilidades de función ejecutiva y menores problemas de conducta de los niños (Figura 3).
Manténgase atentos para averiguar si es posible mejorar los resultados y comportamientos de los niños pequeños y fomentar una mentalidad de crecimiento en ellos al informar a sus padres que la inteligencia, la creatividad y la personalidad no son estáticas, sino maleables. Comparta sus comentarios con nosotros en la sección a continuación, o comente en Twitter @BIDEducacion #EnfoqueEducacion #Hubdedesarrolloinfantil @Poverty_Action
[1] Usamos el instrumento “Family Care Index (FCI)” para medir la inversión parental; el instrumento “Fragile Families and Child Wellbeing (FFCW)” para medir estrés parental; el instrumento “Peabody Picture Vocabulary Test (PPVT)” para medir vocabulario receptivo, el instrumento “Dimensional Change Card Sort (DCCS)” para medir la función ejecutiva, y el “Child Behavior Checklist (CBCL)” para los problemas de comportamiento de los niños y niñas.
juana Maria Lucia Astoul Bonorino dice
Muy buen artículo
Sería más enriquecedor si ampliaran el concepto de “inversión”