América Latina es una de las regiones más desiguales del mundo. Según un informe del PNUD, sólo 1 por cada 7.7 niños nacidos de la mitad menos educada logra llegar al cuarto más alto de la distribución por nivel educativo cuando son adultos. Las inversiones sociales en capital humano, y específicamente en primera infancia, tienen el potencial de interrumpir la transmisión de la situación de pobreza entre generaciones y disminuir la desigualdad de oportunidades.
Los primeros años de vida son un período sensible para el desarrollo del cerebro y para construir habilidades que aumentan la productividad en el futuro. Existe robusta evidencia que muestra la capacidad que tienen los programas de primera infancia de alta calidad para aumentar las habilidades cognitivas y socioemocionales de los niños, especialmente aquellos provenientes de familias de bajos ingresos. También han sido ampliamente estudiados los efectos de largo plazo en niveles de educación, en el mercado laboral y otras medidas de bienestar en la adultez. Sin embargo, existe poca evidencia sobre cómo estos pueden beneficiar a la generación siguiente.
Efectos intergeneracionales del programa Head Start en Estados Unidos
Un nuevo estudio, publicado en enero del 2022, analiza cómo uno de los programas de primera infancia más grandes en Estados Unidos, llamado Head Start, impacta positivamente no sólo a los participantes del programa, sino también en la generación siguiente.
Head Start nació en 1965 como un programa antipobreza y hoy es parte integral de la política de primera infancia en este país. Es un programa prescolar dirigido a las familias más vulnerables, e incluye componentes de nutrición, vacunación, salud, y desarrollo social para sus beneficiarios. Su alcance ha crecido desde 400.000 participantes en su origen hasta más de 1 millón de niños en la actualidad, y acumula más de 36 millones de beneficiarios desde sus inicios. Múltiples estudios han encontrado mejoras en las habilidades cognitivas y socioemocionales de los niños en el corto plazo, y en educación, salud, ingresos y comportamiento en el largo plazo, particularmente en las primeras cohortes.
Este es el primer estudio que mide los efectos del programa en la segunda generación (es decir, los hijos de los beneficiarios). Los autores encuentran que los efectos positivos trascienden a la siguiente generación. Particularmente, observan que los jóvenes y adultos cuyas madres participaron del programa tienen menos probabilidades de embarazo adolescente (8 puntos porcentuales) y de participar en actividades criminales (13 puntos porcentuales). Además, presentan mayores probabilidades de finalizar la escuela secundaria (11 puntos porcentuales) y de inscribirse en la universidad (18 puntos porcentuales). Basados en proyecciones futuras de hasta los 50 años, los autores estiman que estos efectos se traducirían en un aumento de entre 6 y 11 por ciento en salarios.
Para entender cuál es el mecanismo de acción de estos efectos intergeneracionales, los autores midieron resultados intermedios en la niñez y adolescencia de los hijos de los participantes en el programa original. Encontraron que, de niños, disfrutaron de un ambiente de mayor calidad en los hogares (es decir, más receptivos y menos punitivos) y tuvieron mayores probabilidades de asistir a un programa prescolar – y más específicamente a Head Start -, comparado con hijos de personas que no participaron del programa durante su infancia. De adolescentes, mostraron mayores niveles de autoestima y menores probabilidades de repetir año escolar.
¿Por qué es relevante este hallazgo en un programa de primera infancia?
Estos resultados muestran la capacidad que tiene un programa de primera infancia de reducir la transmisión intergeneracional de la pobreza. Invertir en programas de alta calidad puede simultáneamente aumentar la equidad y generar altos retornos. En términos sociales, muestra que el programa dotó a los niños y sus familias de recursos y herramientas que impactaron positivamente y de forma duradera en su bienestar. Y en términos económicos, muestra una manera costo-efectiva de utilizar recursos públicos.
Los programas de primera infancia ya tenían tasas de retorno elevadas (entre 7 y 10 por ciento por año), pero este análisis muestra que los cálculos realizados subestimaban beneficios, al ignorar efectos intergeneracionales que además podrían disminuir la necesidad de gastos futuros.
¿Conoces estudios o experiencias durante la primera infancia que afecten generaciones futuras? Comparte en la sección de comentarios más abajo.
Mariana dice
Hola Giuliana tengo el agrado, de saludar a usted y equipo soy una trabajadora en el área social de niños, niñas y adolescentes en mi municipio existen mucha casos de extrema pobreza, desnutrición, desercion escolar, sucidios de jóvenes embarazadas, debido a la crisis que vive nuestro país, aquí no existe programa que lleguen directamente a nosotros como fundación de niños, que trabajamos arduamente con lo poco que tenemos para solventar un porcentaje mínimo de tantos casos…es un breve resumen de la situación aquí en nuestros municipio Rómulo Gallegos de Cojedes
Giuliana Daga dice
Hola Mariana, muchas gracias por compartir tu trabajo y experiencia. Es nuestra motivación diaria trabajar para encontrar soluciones y oportunidades para quienes más lo necesitan.
Giuliana Daga dice
Hola Mariana, muchas gracias por compartir tu trabajo y experiencia. Es nuestra motivación diaria trabajar para encontrar soluciones y oportunidades para quienes más lo necesitan.