por Elizabeth Norton.
La presente no es una traducción oficial del personal de la AAAS ni cuenta con la ratificación de la AAAS con respecto a su exactitud. Si se trata de temas esenciales, sírvase consultar la versión publicada originalmente en inglés por la AAAS.
Es triste el hecho de que los niños nacidos en la pobreza comiencen su vida en una situación de desventaja y, más adelante, sigan quedando detrás de otros niños más privilegiados a medida que crecen. En los países en desarrollo, principalmente en África y Asia, unos 200 millones de niños menores de 5 años no alcanzarán los mismos hitos —en materia de crecimiento físico, rendimiento escolar y, posteriormente, remuneración— que los demás niños menos carenciados. Sin embargo, un nuevo análisis sobre un estudio a largo plazo realizado en Jamaica revela que ciertas maneras sorprendentemente sencillas para estimular el desarrollo mental de los niños pueden producir beneficios impresionantes en las fases posteriores de la vida.
Los niños mencionados participaron en el Estudio Jamaiquino, un proyecto orientado a la mejora del desarrollo cognitivo que comenzó a mediados de la década de 1980 por iniciativa de las especialistas en salud infantil Sally Grantham-McGregor de la Escuela Universitaria de Londres (Inglaterra), y Susan Walker de la Universidad de las Indias Occidentales, en Mona, (Jamaica). Se concentraron en niños entre 9 y 24 meses de edad, con un retraso en el crecimiento que los clasificaba en el 5% inferior de la estatura para su edad y sexo (una medida de extrema pobreza fácil de cuantificar). También estudiaron a niños de estatura normal en los mismos vecindarios a modo de comparación.
Trabajadores de salud comunitaria visitaron semanalmente a las familias durante dos años. A un grupo se le brindó solamente asistencia nutricional (una fórmula que contenía el 66% de las calorías diarias recomendadas, juntamente con vitaminas y minerales). Un grupo participó solamente en un programa de estimulación mental y social, en tanto que otro grupo participó en dicha estimulación y también recibió asistencia nutricional. Un último grupo no recibió intervención alguna y funcionó como grupo de control. El programa de estimulación mental incluía entregar a los padres libros con ilustraciones sencillas y juguetes hechos a mano, e incentivarlos a leer y cantar a sus hijos, como así también a señalarles los nombres de los objetos, las formas y los colores. También se les enseñó mejores maneras de conversar con sus pequeños y de responderles. Tales interacciones cotidianas no siempre son parte de la cultura en países de ingresos bajos, explica Paul Gertler, economista de la Universidad de California en Berkeley, “es posible que los padres tengan cinco o seis hijos y escasos juguetes. Tal vez trabajen muy duro y tengan muchas demandas que compitan por su atención. Quizás no les hayan enseñado cómo hablar con sus hijos o cuán importante y efectiva es esa comunicación”, afirma. Investigaciones realizadas anteriormente atestiguan de la importancia de la conversación diaria para el desarrollo mental de los niños: Un estudio reciente sugiere que los hijos de padres prósperos tienen más éxito en la vida mayormente porque sus padres hablan más con ellos.
Los estudios de seguimiento durante los 20 años siguientes revelaron que los niños jamaiquinos que habían recibido estimulación mental tenían mejores calificaciones escolares y coeficientes intelectuales más altos; además, manifestaban menores indicios de depresión y se involucraban en menos peleas. El nuevo estudio, publicado hoy por Internet en la revista Science (Ciencia), se concentró en el logro económico de los niños como adultos jóvenes. Gertler, Grantham-McGregor, Walker y otros colegas rastrearon a 105 de los 129 niños originales con retraso en el crecimiento. Quienes participaron en la intervención estimulativa habían ganado un 25% más que los niños del grupo de control. Y lo que es todavía más sensacional, agrega Gertler, es que habían cerrado la brecha —en estatura física y económica— entre ellos y los demás niños de estatura y peso normales en su vecindario. El agregado de asistencia nutricional a la estimulación mental no mejoró adicionalmente los resultados, mientras que la asistencia nutricional por sí sola no tuvo ningún efecto. La probable razón de ello es que dicho tipo de intervención tiene que implementarse antes de que se retrase el desarrollo de un niño, aclara Gertler.
“Lo que realmente tiene importancia es la estimulación mental y social alrededor del primer año de vida”, declara Gertler. “Eso fue suficiente para reducir y posiblemente eliminar la desigualdad a largo plazo”. Gertler destaca que las intervenciones fueron de bajo costo y consistían en juguetes, libros y conversación… y no en costosos aparatos de alta tecnología como los iPads, por ejemplo.
Jere Behrman, un economista de la Universidad de Pennsylvania que no participó en la mencionada investigación, afirma que el estudio es el primero en demostrar el beneficio económico a largo plazo de los programas de estimulación con intervención temprana en los países en desarrollo. Pero Behrman es más prudente con respecto a la idea de que el programa reduzca en gran medida la desigualdad. “Un aumento del 25% en las ganancias mejorará el bienestar de personas que son muy pobres, y eso es digno de celebrarse. Pero tal vez no reduzca en mucho la desigualdad en general”. Destaca que, aunque los niños mentalmente estimulados alcanzaron a los demás niños pobres que no eran desnutridos, sus ganancias en fases posteriores ni siquiera pueden compararse a las de los niños pudientes.
No obstante, Behrman está de acuerdo con que la simplicidad de las intervenciones en el Estudio Jamaiquino es un punto a favor del emprendimiento. “Hacer que psicólogos de clase mundial lleguen en avión para trabajar con los niños por algunas horas produciría resultados impresionantes, pero ese proyecto no sería tan fácil de replicar”. Los métodos del Estudio Jamaiquino actualmente se están aplicando en Bangladesh, India y Colombia. El estudio demuestra que “los juguetes de fabricación casera y las visitas semanales de alguien de la comunidad pueden causar un efecto impresionante”, agrega Behrman.
Joan Lombardi, quien fuera subsecretaria adjunta para el desarrollo en la primera infancia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos (de 2009 a 2011) y se desempeña actualmente como asesora sénior de la Fundación Bernard van Leer en La Haya, Países Bajos, afirma que el estudio contribuye al creciente número de investigaciones alrededor del mundo que confirman que lo que sucede en los primeros años tiene un efecto a largo plazo en la salud, el aprendizaje y el bienestar. “La inversión en los primeros años tiene su compensación”, declara. “Ya es hora de que este creciente conocimiento científico se manifieste en mejores políticas y nuevas inversiones en los niños pequeños y sus familias a escala mundial”.
‘Training the Brain to Lift Toddlers Out of Poverty’, Elizabeth Norton, 29 de mayo de 2014 (http://news.sciencemag.org/economics/2014/05/training-brain-lift-toddlers-out-poverty). Artículo reproducido con el permiso de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por las iniciales en inglés).
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Es importante que los diferentes programas, proyectos, servicios bajen su nivel de asistencialidad, como protagonista central, y comiencen a desarrollar actividades como estas, en el marco de la corresponsabilidad de los padres. Las acciones tendientes a fortalecer a la familia, como núcleo central de la sociedad, siempre deberán ser las protagonistas. Rico poder conocer más sobre los instrumentos de medición, ya que esto deberá ser parte de los planes de gobierno.
Me parece muy bueno el artículo, pero estoy en desacuerdo con el tema nutricional. Es mas que sabido por eminencias en el campo de la desnutricion , que sin esa base mas que fundamental,el cerebro de un niño no puede llegar a desarrollarse normalmente, y sin esa premisa, la interaccion de todo este estudio daría mejores resultados.