© Blog Primeros Pasos de la División de Protección Social y Salud del BID
por Lucrecia Santibañez
La inteligencia de las personas no es un atributo fijo. El aprendizaje comienza desde que nacemos y durante los primeros 6 años el cerebro es extremadamente moldeable. Para su desarrollo influye tanto la genética como las experiencias que viven los niños. Expertos desde el ámbito del neurodesarrollo hasta la economía han concluido que una base sólida en la primera infancia (link en inglés) aumenta la probabilidad de resultados positivos en el futuro; una base frágil aumenta las probabilidades de dificultades posteriores.
Aunque nunca es tarde para remediar un inicio turbulento, la realidad es que un niño que no se desarrolla de manera adecuada en sus primeros años, tiene menos posibilidades de alcanzar su máximo potencial cuando es adulto. Los primeros años son, por lo tanto, de suma importancia.
Comprendiendo la relevancia y urgencia del tema, la organización Mexicanos Primero desarrolló un estudio que sintetiza la literatura pública así como datos de fuentes secundarias. Lo que arrojó, para el caso de México, resultó sorprendente hasta para algunos especialistas.
En una gran cantidad de casos, ¡los niños son literalmente invisibles! Según estimaciones recientes de la Red por los Derechos de la Infancia (REDIM) en México, el 18% de los niños menores de un año no han sido registrados. Oficialmente, no existen. En algunos estados más pobres del país, como Chiapas y Guerrero, la cifra rebasa el 40%. Es decir, cuatro de cada diez niños no existen para el sistema. Por lo mismo, no pueden recibir atención oficial y servicios que podrían ser sumamente necesarios.
Una cifra que dimensiona bien el tamaño del problema es el hecho de que, según estimaciones de CONEVAL, el 56% de los niños de 0-6 en México viven en pobreza y el 16% viven en condiciones de hacinamiento.
En el caso de la nutrición, un tema recurrente en países latinoamericanos que los Mexicanos pensaban ya superado, se concluyó que uno de cada siete niños está desnutrido. Esta prevalencia supera en cuatro veces lo esperado para México según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En zonas indígenas, uno de cada tres niños presenta desnutrición crónica.
De hecho, ha sido tan insuficiente la mejoría en este indicador, que la prevalencia de desnutrición de niños indígenas en el 2012, era de casi 10 puntos porcentuales mayor que la de los no-indígenas en 1988. En casi 30 años, los niños indígenas no han podido cerrar la brecha de desnutrición con los no-indígenas, como lo indica la tabla.
En temas de educación, quizá por la falta de servicios de cuidado infantil subsidiado, alrededor del 80% de los niños son cuidados por su madre. Las centros preescolares (públicos y privados, pero sobre todo públicos) atienden solamente al 6% de los niños en el rango de edad relevante (0-6 años). Aproximadamente entre el 4% y el 5% más son atendidos por servicios de educación inicial no escolarizada que se provee a los padres por medio de promotores rurales del CONAFE.
Si hablamos de la mamás, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, aproximadamente tres cuartas partes de las mujeres en México no cuentan con seguridad social. De las que sí tienen seguridad social, menos de la mitad pueden acceder a una licencia de maternidad cuando la necesitan.
La conclusión a la que llega el estudio Los invisibles es que esperar hasta el primer grado de primaria puede ser muy tarde para el futuro de los niños.
Lucrecia Santibáñez es Directora de Proyectos Especiales en Mexicanos Primero. Ha sido investigadora en RAND Corporation y Profesora-Investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C. (CIDE). Es además consultora del Banco Mundial, la OCDE y el BID. Ha publicado extensamente sobre temas de maestros, incentivos docentes, gestión y liderazgo escolar, así como desarrollo infantil temprano.
Descargar el estudio completo Los invisibles
Descargar publicación del BID Desarrollo infantil temprano en México
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