La calidad de la atención y la interacción durante los cinco primeros años de vida tienen una importancia crítica en el desarrollo de la niñez y constituyen un determinante clave de la salud, el comportamiento y la capacidad intelectual de los niños y las niñas en el futuro. En América Latina y el Caribe, el acceso a programas para la primera infancia se ha ampliado en los dos últimos decenios, especialmente entre los sectores de bajos recursos. Según cifras de las Naciones Unidas, los servicios de educación preescolar están actualmente alrededor del 69% de la población.
No obstante su expansión, hasta hace poco carecía de información sistemática acerca de estos programas. La importancia de su disponibilidad radica en que no solo sirve para ayudar a los formuladores de políticas públicas a asegurar que la calidad de los servicios de atención sea aceptable y esté regulada, sino también para que los padres y las madres puedan escoger las guarderías que mejor respondan a las necesidades de sus hijos e hijas; se ubiquen cerca de su oficina u hogar; estén al alcance de sus posibilidades y se mantengan limpias y bien administradas.
Para comprender mejor la situación y los retos actuales, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) analizó 42 programas que ofrecen servicios de centros de aprendizaje o programas de formación de padres de familia en 19 países de América Latina y el Caribe. El estudio se centró en la oferta estatal, aunque también se examinaron servicios administrados por organizaciones de la sociedad civil y entidades privadas, teniendo en cuenta su alcance en algunas regiones. El informe, publicado en 2013 como resultado del estudio, se titula Panorama sobre los servicios de desarrollo infantil temprano. Se trata de la primera reseña sistemática de este tipo de programas en la región, y se centra en el análisis del diseño, componentes, cobertura, costos y calidad de los programas. Los datos se obtuvieron por medio de entrevistas detalladas con sus gerentes.
Según el estudio, existe actualmente en la región una extensa gama de modelos de atención dirigidos a niños y niñas menores de tres años. En los países andinos, por ejemplo, se han establecido modelos comunitarios en los que una madre alimenta y cuida a grupos de entre ocho y diez niños en su propio hogar, recibiendo una remuneración del Estado (y en ocasiones de los padres y las madres). En cambio en el Cono Sur los servicios se prestan en gran medida a través de instituciones formales; en ellas los niños son separados por edades y cuidados por educadores profesionales.
Los principales hallazgos del estudio arrojan consejos sobre cómo mejorar los programas preescolares en la región:
- Aumentar la contratación de profesionales calificados y disminuir el número de niños y niñas por adulto en los centros.
- Mayor capacitación y salarios más altos para el personal de los centros preescolares para mejorar la calidad de atención.
- Realizar un seguimiento más atento de los servicios.
- Canalizar servicios de nutrición a través de los centros de atención infantil.
- Reafirmar el compromiso de recursos presupuestarios por parte de los países para que los servicios aumenten sustancialmente en cuanto a calidad.
Este post fue publicado originalmente en el Panorama de efectividad en el desarrollo 2013 (DEO, por sus siglas en inglés)
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