América Latina y el Caribe es la región en desarrollo con mayor tasa de urbanización en el planeta. Hoy, la población urbana en la región representa más del 82% del total y para el 2050 será del 90% (BID, 2015). La población urbana en el 2016 demandó 846 millones de toneladas de alimentos aproximadamente (FAO, 2016), número que seguirá aumentando, y eso sin contar otros productos que necesitamos en nuestra vida diaria. La agroindustria crece a pasos agigantados para satisfacer la demanda de alimentos y producción, lo que pone una gran presión en el capital natural de la región que alberga el 40% de la biodiversidad del mundo.
Por ejemplo, el aceite de Palma Africana se encuentra en el 60% de los artículos que compramos en el supermercado, tanto en los alimentos procesados como en productos de limpieza y mantenimiento del hogar. Esto ha ocasionado que el cultivo de Palma Africana crezca exponencialmente por el mundo, y en algunas zonas como el Sudeste Asiático sea el principal causante de la deforestación de bosque primario. Colombia no es ajena al crecimiento de este cultivo, pero su historia es diferente debido a que la mayoría de las tierras ya estaban siendo utilizadas con fines productivos. Sin embargo, existe el reto de propiciar un desarrollo sostenible en las plantaciones y concretar acciones que conserven la biodiversidad, y a su vez mejoren las condiciones socioeconómicas de la población.
Reconociendo esta oportunidad, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en asociación con La Federación de Palmicultores de Colombia (Fedepalma), y con el apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés), están ejecutando un proyecto para contribuir a la conservación de la biodiversidad en los cultivos de Palma Africana a través del mejoramiento de sus prácticas agrícolas y acceso a mercados internacionales. Entre las acciones prioritarias del proyecto, se apoya a seis empresas palmeras para obtener la certificación Round Table on Sustainable Palm Oil (RSPO). Estándar que asegura que el manejo de las plantaciones es ambientalmente apropiado, socialmente beneficioso, económicamente viable y que cumple con los requisitos de la ley local. Cinco empresas palmeras, que agrupan 29.448 ha, ya fueron certificadas en RSPO, lo que asegura su permanencia en los mercados internacionales y el acceso a nuevos también, que principalmente en Europa son cada día más estrictos.
Las empresas palmeras tienen producción propia y, además, le compran fruto a otros productores pequeños y medianos quienes igualmente deben cumplir con los estándares de la RSPO. Para esto, 160 Planes Fincas fueron desarrollados con la finalidad que estos productores cumplan con los requisitos de la certificación y que también integren la sostenibilidad a todas las actividades productivas de su finca. Con esto, en más de 22.269 hectáreas de cultivo se implementan buenas prácticas agrícolas (BPA) que buscan hacer uso eficiente del agua, reducir el uso de agroquímicos, mejorar las condiciones del suelo, y aprovechar los beneficios de la biodiversidad en el cultivo, por ejemplo, para el control de plagas y formación de suelos. Adicionalmente, se identificaron y ahora están en conservación más de 16.760 hectáreas de Altos Valores de Conservación que albergan especies en peligro extinción, humedales, bosques primarios y de galería, sitios de importancia social y cultural para las poblaciones aledañas.
Recientemente visité la finca del Sr. Charry en el departamento de Magdalena en Colombia y me mostró muy orgulloso las cercas vivas y el mantenimiento de coberturas en el suelo, que realizaba para mejorar la conectividad y el desplazamiento de la vida silvestre en su finca. También me mostró las áreas en las que anteriormente había sembrado palma y que ahora está restaurando con árboles nativos para proteger su fuente hídrica. Con la certificación RSPO, el Sr. Charry podrá acceder a mercados internacionales e incrementar su ingreso, pero lo más importante, es que él y muchos otros palmeros, están convencidos de la importancia de los servicios ecosistémicos prestados por las áreas aledañas del bosque y la biodiversidad, por lo que están cambiando sus prácticas agrícolas.
Las amenazas a la biodiversidad no están solucionadas con este proyecto. Sin embargo, en Colombia ya se están implementando acciones concretas para contribuir a su conservación. Y aunque todavía existen muchos retos por enfrentar, con los incentivos de mercado adecuados y el entendimiento de la contribución de la biodiversidad en la productividad, se pueden transformar realidades. ¿Y por qué no? Avanzar en la misma dirección con otros cultivos como la soya, arroz, banano, caña de azúcar, entre otros, para que los paisajes productivos sostenibles y resilientes sean una realidad en América Latina y el Caribe.
Para conocer más acerca de los proyectos del BID y el GEF en América Latina y el Caribe, y saber cómo los países trabajan con estos fondos, por favor visita este link.
Fotografías por: Irving Bernal y Sixzero Media
Leave a Reply