La cuenca del río Amazonas alberga una cantidad y diversidad extraordinaria de peces. Muchos, por no decir todos, son de gran importancia para el mantenimiento de los ecosistemas que se encuentran a lo largo del río y sus afluentes (a través de la dispersión de semillas de árboles por ejemplo) así como para el mantenimiento de pesquerías tanto comerciales como de subsistencia. Yo sabía que a lo largo de la cuenca ocurren migraciones de peces gato (también conocidos como bagres), lo que no sabía es que durante estas migraciones varias especies llegan a cubrir distancias similares a las observadas en el caso de los salmones del Atlántico o el Pacífico. En la cuenca amazónica las migraciones de peces, esenciales para su ciclo de vida, alcanzan distancias que oscilan entre los 3,700 hasta los 5,000 kilómetros y pueden tardar entre 18 y 24 meses en ser completadas.
En los últimos años esta cuenca ha adquirido mayor importancia al ser categorizada como el principal centro energético del Perú con el planeamiento de un gran número de represas. El potencial establecimiento de estas grandes obras de infraestructura en el río Marañón (uno de los principales afluentes del río Amazonas) ha llevado a la realización de varios estudios de impacto socio ambiental, pues el río Marañón fluye por áreas de gran diversidad terrestre y acuática, por los territorios de los pueblos indígenas Awajún, y Wampis así como por muchos poblados rivereños que dependen del río como medio de transporte y la pesca como fuente de alimentación y generación de ingreso.
El río atraviesa escarpados y estrechos riscos a través de su viaje hacia la planicie amazónica y por causa de esa topografía es llamado “el gran cañón de los andes”. Por cuenta de dichas características, el río Marañón es también conocido como la “arteria energética del Perú” por su importancia para la generación de energía eléctrica. En abril del 2011, el gobierno Peruano declaró de interés nacional y social el desarrollo hidroeléctrico del río y sus afluentes y listó veinte lugares donde potencialmente pueden ser llevados a cabo obras de infraestructura para la generación hidroeléctrica. Muchos de estos lugares se encuentran en estrechos naturales formados por las montañas, llamados “pongos” en el Perú.
Según un la organización HydroCoop, la construcción de represas hidroeléctricas produce una serie de efectos acumulativos rio abajo como la alteración de la dinámica de nutrientes en el agua (con el consiguiente impacto en las poblaciones de peces y pesquerías), o incluso la reducción de la carga de sedimentos que eventualmente puede alterar la morfología costera a través de la falta de éstos que normalmente serían transportados y depositados por el río en la costa. Uno de los lugares que parece ser particularmente sensible es el “Pongo de Manseriche”. Localizado en la Zona de Reserva Santiago-Comaina, el Pongo de Manseriche se extiende por 4,8 kilómetros y es el último punto por el cual fluye el río Marañón antes de alcanzar las tierras bajas de la cuenca amazónica. En este lugar coinciden para pescar grupos de pueblos cercanos (y otros a varios días de distancia) durante la época de migración de bagres.
Un estudio reciente, realizado por WWF con financiamiento del programa BIO, estableció que durante la época de migración de bagres – durante la estación seca de mayo a octubre – las poblaciones locales (al norte y al sur del Pongo), llegan a consumir hasta medio kilo de pescado por día por persona. Además, durante un buen día un pescador puede llegar a obtener un ingreso promedio de 240 nuevos soles (aproximadamente $70) el cual es esencial para cubrir gastos familiares durante el año. Por otro lado, durante la estación lluviosa, la pesca se lleva a cabo con fines de subsistencia, y el consumo de peces por persona se reduce a aproximadamente 80 gramos. La ausencia de este servicio ecosistémico implicaría un gasto promedio de 12 nuevos soles en alimentación por persona y día (sin incluir costos de transporte). Los peces son un eslabón crítico entre la salud medioambiental de los ríos y humedales y las formas de vida de millones de personas. Alterar, o interrumpir el curso de un río, altera la existencia de muchas especies y afecta la subsistencia y supervivencia de muchas comunidades indígenas y ribereñas que tienen al río y a sus especies como principales proveedores de su sustento.
La interrupción del flujo del río proporcionaría las necesitadas fuentes de energía, pero también interrumpirían fuentes importantes de ingreso y subsistencia para las poblaciones locales. Por ello, es importante que pensemos en términos de infraestructura sostenible, es decir, infraestructura que causa el menor daño posible al medio ambiente, es socialmente responsable y económicamente viable para garantizar el bienestar de todos a largo plazo.
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