A veces, el cambio climático puede parecer un poco abstracto. Algunos de nosotros creemos que sólo podemos convencer a nuestros socios presentando sus beneficios a largo plazo, complicados modelos climáticos, análisis financieros y cualquier tipo de herramienta científica que se te pueda ocurrir. Sin embargo, los proyectos de cambio climático son principalmente sobre personas.
Hace un par de semanas, estuve en Haití trabajando en un proyecto agrícola que se aplicará en la zona de Boucle Artibonite. La agricultura en Haití juega un papel clave en la vida de millones de personas: es la principal fuente de ingresos en el país y emplea a cerca del 60 % de los haitianos, a pesar de que sólo genera el 28% del PIB del país. Por último, la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria agrava los problemas existentes y la realidad es que el cambio climático no hará las cosas más fáciles para el país. Haití, al igual que otros estados insulares del Caribe, es particularmente vulnerable al ascenso previsto de las temperaturas, los cambios en los patrones de precipitación y un mayor número de tormentas tropicales.
En nuestro viaje conocí a una joven llamada Shadja. Mientras seleccionaba frijoles negros a mano me contó historias sobre su trabajo. Sus condiciones de trabajo son de por sí complicadas y el cambio en los patrones climáticos hacen su día a día aún más difícil. Antes, Shadja dejaba su tierra en barbecho durante un determinado período de tiempo para permitir que los nutrientes de la tierra se regenerasen, pero esta práctica se ha vuelto económicamente imposible, ya que necesita generar un ingreso estable con la pequeña parcela que tiene. En Haití, casi un tercio de la fuerza laboral agrícola está representada por mujeres. Las mujeres llevan a cabo todas las tareas de la siembra, la recolección y venta de su producción, pero apenas tienen voz cuando llega el momento de decidir la distribución de la renta generada.
Shadja es sólo uno de los miles de campesinos haitianos que han desarrollado estrategias flexibles para hacer frente a los nuevos patrones climáticos. Los agricultores están desarrollando sus habilidades de arboricultura y, con mucha creatividad, aseguran su producción mediante la combinación de diferentes árboles frutales y raíces. Se trata de una medida de adaptación generada por la propia comunidad, ya que estos agricultores se esfuerzan por comprender sus suelos y están dispuestos a adaptarse a las condiciones cambiantes de su clima. El fortalecimiento de iniciativas como ésta requiere de apoyo, ya que la agricultura de Haití carece de insumos e infraestructura adecuados y a través de la incorporación de enfoques innovadores puede convertirse en un sector más eficiente y escalable.
El proyecto en el que estoy trabajando apoyará las iniciativas locales de adaptación para la comunidad agrícola y tendrá como objetivo apoyar la participación de las mujeres en el reparto de las ganancias generadas. Esto se logrará a través de la diversificación de las semillas, la promoción de cultivos resistentes a los eventos climáticos locales tales como sequías, tormentas e inundaciones, al tiempo que se fomentan mejores condiciones para las mujeres en el sector agrícola.
La adaptación al cambio climático tiene un rostro humano en Haití y, en muchos casos, este rostro es el de una mujer. Para mí, trabajar en cambio climático significa mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables y por eso es crucial entender que la erradicación de la pobreza y el cambio climático tienen que trabajar de la mano para lograr un verdadero desarrollo sostenible para los más pobres.
Síguenos en Twitter: @BIDcambioclima
[button color=”#2b2b2b” background=”#ffffff” size=”medium” src=”https://blogs.iadb.org/cambioclimatico/2014/04/10/human-face-climate-change-adaptation”]english[/button]
Leave a Reply