[Este artículo también está disponible en inglés – This article is also available in English]
La agricultura, tal y como la conocemos hoy, tiene varios impactos negativos en el medio ambiente. Por ejemplo, para incrementar la producción se deforestan extensas áreas de bosques que son convertidas en áreas de cultivo. Esto contribuye a la pérdida de servicios ecosistémicos críticos como el aire, el agua, y la biodiversidad. En América Latina, la agricultura es una fuente significativa de emisiones de gases de efecto invernadero a través del cambio del uso del suelo. Además, el uso indiscriminado del agua para cultivos ha conllevado a la sobreexplotación del recurso hídrico, disminuyendo los niveles de agua en ríos y acuíferos.
El uso indiscriminado de los recursos naturales, la deforestación, la polución del aire, el uso de agroquímicos, entre otros, están altamente relacionados con el cambio climático. Como un círculo vicioso, el cambio climático en consecuencia aumenta la presencia de plagas en las plantas y enfermedades de animales, y afecta la productividad agrícola, los precios de los alimentos, la infraestructura crítica y los ingresos de las personas más vulnerables. Un estudio de la Universidad de Cornell calcula que América Latina y el Caribe ha perdido entre el 26% y el 34% de la productividad agrícola desde 1961 debido al cambio climático.
El sector agrícola en la región está altamente expuesto a riesgos climáticos de diferentes tipos, como sequías, inundaciones, reducción de la temporada de crecimiento de cultivos, altas temperaturas, invasión de plagas y especies no nativas, entre otros ( Lipper, 2023).
La crisis climática afecta la seguridad alimentaria de la población mundial. En América Latina y el Caribe las cifras son impactantes: casi 248 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria (es decir, no tienen acceso físico o económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades diarias y llevar una vida saludable), y más de 43 millones de personas están en situación de hambre (FAO, 2023). El cambio climático afecta la seguridad alimentaria en sus cuatro dimensiones: acceso, disponibilidad, uso y estabilidad de los alimentos. Las mujeres, niños, migrantes y pueblos indígenas son los grupos de población más afectados por el cambio climático y la inseguridad alimentaria. Además, los países que son más vulnerables al cambio climático son también los que tienen mayores niveles de inseguridad alimentaria en la región.
Por esto, es crucial promover sistemas alimentarios sostenibles, resilientes e inclusivos que nos permitan hacer frente al cambio climático. En esta línea, la adaptación al cambio climático en el sector agrícola juega un rol trascendental. De modo general, la adaptación al cambio climático se refiere a “los ajustes en los sistemas ecológicos, sociales o económicos en respuesta a estímulos climáticos reales o previstos y sus efectos o impactos. Se refiere a cambios en los procesos, prácticas y estructuras para moderar los daños potenciales o para beneficiarse de las oportunidades asociadas con el cambio climático” (UNFCC).
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) define la adaptación como el proceso de evitar, resistir y recuperarse de los impactos negativos de los riesgos climáticos. Estos riesgos se dividen en tres categorías:
- Peligro: Un evento o impacto físico.
- Exposición: Presencia de personas, medios de vida asociados, servicios ambientales e infraestructura que podrían verse afectados adversamente.
- Vulnerabilidad: Las características de una persona o grupo que afectan su capacidad para anticipar, hacer frente, resistir y recuperarse de los efectos adversos de los peligros climáticos.
Durante la COP28, 134 países suscribieron la “Declaración sobre Agricultura Sostenible, Sistemas Alimentarios Resilientes y Acción Climática”. A través de esta firma, de manera inédita, los gobiernos se comprometen a incluir la alimentación y la agricultura en sus planes nacionales contra el cambio climático. Si bien el texto no es jurídicamente vinculante, las naciones firmantes se comprometieron a actualizar a 2030 sus Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (NDC), y a 2025 sus planes de adaptación y sus estrategias de biodiversidad (France 24).
Es fundamental promover la adopción y el desarrollo de tecnologías climáticamente inteligentes para los pequeños y medianos agricultores, de modo de fomentar y alcanzar una producción sostenible de alimentos. Para esto, es clave aumentar la inversión en la investigación agrícola. En el caso de América Latina y el Caribe, la mayoría de los países invierten menos del 1% de su PIB agrícola en investigación, rubro esencial para la generación de tecnologías y la adaptación de prácticas sostenibles.
En el BID, estamos comprometidos a apoyar a los países de la región en desarrollar sistemas alimentarios sostenibles, inclusivos y resilientes, y alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible de Hambre Cero para 2030. Para esto, financiamos intervenciones y políticas basadas en evidencia, bajo un enfoque multisectorial y que abarcan el sistema agroalimentario.
Nuestro plan de acción incluye:
- Fomentar políticas agropecuarias que incrementan la resiliencia climática, la sostenibilidad ambiental y la productividad del sector agrícola.
- Implementar intervenciones que fortalecen los sistemas de protección social, la integración regional, la inocuidad y la sanidad agropecuaria, y la infraestructura resiliente.
- Promover inversiones que priorizan a las poblaciones más vulnerables a la inseguridad alimentaria como las mujeres, los niños, los pueblos indígenas y afrodescendientes.
- Generar datos, información y productos de conocimiento que le permita a los gobiernos tomar decisiones oportunas y relevantes.
- Desarrollar tópicos innovadores como agricultura sensible a la nutrición, agroecología e innovación digital para la seguridad alimentaria.
El conocimiento y la información son los pilares para desarrollar políticas sólidas. Por esta razón, monitorear las políticas agrícolas, realizar evaluaciones de impacto de los proyectos agrícolas y difundir estos hallazgos a la comunidad internacional de desarrollo es clave para ofrecer soluciones sólidas con impactos de largo plazo.
Créditos de imagen: Shutterstock
Contenido relacionado:
Infografía: Semillas para la Seguridad Alimentaria en América Latina y el Caribe
Artículo: Proteger el planeta para garantizar la seguridad alimentaria
Playlist: Semillas para la Seguridad Alimentaria – Eventos BID, 2023
Christophe Lhéritier dice
Dentro de esta línea estratégica, las abejas tienen un rol importante. La apicultura está en jaque por varios factores: cambio climático, agroquimicos, monocultivos y precio de su principal producto: la miel. Las abejas son factor de biodiversidad y ayudan mediante la polinización a la captura de carbono en el suelo. Uruguay está huérfano en ayudas para sostener la apicultura
NICOLAS MUÑOZ LEON dice
Interesante el articulo, Por qué los sistemas alimentarios tienen que estar en el centro de la agenda climática, básicamente me enfoco a que la agricultura es la base de una economía de un país, es por eso que tiene que estar agendado no solo en agenda climática, sino verlo como una política publica para cada país…