En días pasados, más de un millón de personas en las ciudades latinoamericanas salieron a las calles por el Día Internacional de la Mujer. Estas marchas por la violencia contra las mujeres y los estrictos controles al aborto son parte de un malestar más amplio que rechaza la gran desigualdad y las escasas oportunidades.
Las mujeres también se encuentran entre las más vulnerables a los impactos del cambio climático, los cuales están empeorando. En Chile, una sequía de 10 años ha dejado a casi medio millón de personas sin acceso directo al agua. La reubicación forzosa de Santiago a Madrid de la sede de la conferencia sobre cambio climático de la ONU el año pasado muestra que las crisis sociales y climáticas no pueden abordarse por separado.
Los líderes latinoamericanos se están arriesgando a tener otra década desafiante a menos que desarrollen una respuesta conjunta a la crisis climática y a la desigualdad. Una visión que priorice a las personas y la naturaleza, que a la vez ofrezca empleos de calidad, inversión y servicios públicos podría ser la base de la próxima historia de crecimiento de la región.
2020 es un año crítico en América Latina para enfrentar la desigualdad y la crisis climática
No hay duda de que esto se requiere con urgencia. Muchos ciudadanos latinoamericanos están furiosos. En la región, la desigualdad y la pobreza más extremas del mundo han ido incrementando a medida que el crecimiento regional promedio ha languidecido durante varios años. La confianza de los votantes está disminuyendo: la proporción de latinoamericanos insatisfechos con el funcionamiento de la democracia ha aumentado del 51% en 2009 al 71% en 2018, según una encuesta del Latinobarómetro.
La temperatura promedio global ya ha aumentado un grado centígrado y los impactos resultantes son desmesurados. El huracán Dorian dejó un rastro de miseria y destrucción el año pasado en las Bahamas con daños estimados en US$ 3.400 millones. Los impactos climáticos extremos afectan desproporcionadamente a los más vulnerables y podrían llevar a 17 millones de personas en la región a verse obligadas a migrar para 2050.
El 2020 ofrece a los líderes latinoamericanos oportunidades únicas de corregir el rumbo. Este año, se espera que los países presenten nuevos compromisos que limiten el calentamiento global a 1,5 grados centígrados. Esto implica aumentar significativamente los compromisos actuales al hacer recortes de emisiones del 45% para 2030 y lograr emisiones netas cero para 2050.
Los planes a corto, mediano y largo plazo para reducir las emisiones y desarrollar resiliencia a los impactos climáticos son esenciales. Veintiún países de América Latina y el Caribe, incluidos Argentina, Chile, Colombia y México, han anunciado que están trabajando para lograr emisiones netas cero para 2050. Costa Rica ya está implementando su plan de descarbonización y está teniendo un progreso excelente.
Apuntar a emisiones netas cero se trata de aprovechar nuevas oportunidades y reducir riesgos
Los líderes de la región podrían hacer más para hacerle ver a los inversores y ciudadanos que combinar la meta de alcanzar emisiones netas cero con objetivos sociales y una transición justa es primordial. Ellos deberían sentirse más seguros de que proteger la naturaleza y descarbonizar nuestras sociedades no es una carga, sino una oportunidad y un requisito previo para construir prosperidad para todos.
La energía renovable parece imparable. El año pasado, la inversión en energía renovable en América Latina alcanzó niveles récord en US$ 18.100 millones. Entre 2012 y 2018, la energía renovable fue el segundo sector con mejor desempeño en la región en atracción de inversión extranjera, después de la industria automotriz, venciendo a los combustibles fósiles.
En Colombia, un impuesto al carbono sobre los combustibles fósiles ha generado más de US$ 250 millones en ingresos y más de una cuarta parte va a detener la deforestación. Y en Ecuador, la reforma de los subsidios energéticos podría ahorrarle al gobierno mil millones de dólares por año, ayudar a los hogares pobres y disminuir la contaminación del aire.
Los bonos verdes también están despegando: el mercado alcanzó US$ 13.600 millones con Chile liderando con el primer bono verde soberano en las Américas por US$ 1.400 mil millones, lo que ayudará a financiar proyectos de infraestructura sostenible.
Los inversores están comenzando a abordar los riesgos financieros relacionados con la crisis climática. En América Latina, no tomar en serio estos riesgos y rehusarse a aumentar la acción climática podría tener implicaciones importantes. La implementación de los planes actuales de reducción de emisiones y su actualización en 2030 para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050, dejaría US$ 90 mil millones en activos abandonados solo en el sector eléctrico de la región. El Banco Interamericano de Desarrollo afirma que las estrategias de descarbonización a largo plazo son indispensables para apoyar a los gobiernos a priorizar una transición justa y evitar estos riesgos.
América Latina se encuentra en un momento crucial con la necesidad de enfrentar de manera simultánea las crisis sociales y climáticas que crecen diariamente. Las soluciones para construir algo que transforme las vidas de millones de personas ansiosas por un cambio están aquí. Aprovecharlos implica actuar ahora o nunca.
La Dra. Monica Araya es Directora de Costa Rica Limpia; la Dra. Amal-Lee Amin es Directora de Cambio Climático en CDC, la institución financiera de desarrollo del Reino Unido y ex jefe de la División de Cambio Climático del BID.
Foto: Bruno Kelly/Reuters
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