El Acuerdo de París tiene como objetivo limitar el calentamiento global para que no supere los 2°C. Para lograr esto, las emisiones de gases de efecto invernadero deben alcanzar su pico en 2020 y luego caer a una suma cero en la segunda mitad del siglo.
El acuerdo contiene una disposición para que los países preparen estrategias de reducción de emisiones a largo plazo, también conocidas como estrategias de mediados de siglo, o “planes de descarbonización 2050“. Estos planes pueden ayudar a los países, las ciudades y los inversionistas a cumplir el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) por las siguientes tres razones.
1. Presentan una oportunidad de maximizar los beneficios al alinear las políticas de cambio climático con la planificación económica a largo plazo
Con planes ambiciosos, los gobiernos y las ciudades pueden dar a entender a los inversionistas que están seriamente comprometidos con la implementación de los ODS, del Acuerdo de París y de sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC).
Los planes pueden ayudar a los países a alinear sus decisiones a corto plazo con estrategias de inversión que promuevan el desarrollo bajo en emisiones de carbono y reduzcan el potencial de generar activos abandonados. La transición a la energía sin carbono es necesaria y está sucediendo más rápido de lo que muchos se imaginan. La mayor parte de las nuevas plantas de energía son de energía renovable. Algunos argumentan que la energía solar corresponderá al 23% del suministro global de energía en 2040, a pesar de los costos de almacenamiento, prácticamente eliminando al carbón y el gas natural.
Si bien el interés en los planes de descarbonización 2050 está creciendo entre los países, hasta la fecha sólo los EE.UU., Canadá, México, Francia, Benín y Alemania han presentado sus estrategias a la CMNUCC. México, por ejemplo, aspira a reducir sus emisiones en un 50% para 2050.
Lo ideal sería que los planes de descarbonización 2050 se completaran mucho antes de 2020. Esto coincidiría con el diálogo a ser facilitado por la ONU en 2018, donde los países explorarán maneras de incrementar el alcance de sus NDC antes de que finalice la década.
2. Los países que están preparando planes de descarbonización 2050 pueden unir fuerzas y aprovechar las experiencias existentes de planificación a largo plazo
Algunos países tienen experiencias importantes en relación con la planificación a largo plazo. La Ley General de Cambio Climático de México de 2012 incluye un objetivo de reducción de emisiones para 2050. Chile, por su parte, pretende lograr que el 70% de su electricidad se genere a partir de energías renovables para mediados del siglo XXI, y Europa tiene una hoja de ruta para reducir las emisiones en un 80% para 2050. Estos y otros países podrían compartir sus experiencias a nivel regional e internacional.
La sociedad civil y los think tanks también han estado trabajando para desarrollar planes a largo plazo. Por ejemplo, el proyecto Deep Decarbonization Pathways muestra que es posible lograr reducciones pronunciadas en las emisiones, y sus informes incluyen análisis sobre Brasil y México.
Adicionalmente, la plataforma “2050 pathways”, lanzada el año pasado, busca apoyar la creación de planes de descarbonización 2050 a través de financiamiento y fortalecimiento de capacidades. En la actualidad hay 22 países participando, incluyendo a Brasil, Colombia, Costa Rica, Perú, Chile y México.
3. Pueden facilitar debates nacionales sobre las opciones que los países pueden tomar para construir sociedades más inclusivas con cero carbono
Alcanzar la suma cero de carbono requerirá cambiar la forma en que se diseña, planea y construye la infraestructura, involucrando a políticos, ingenieros, reguladores, empresas, inversionistas y la sociedad civil. Los inversionistas, por ejemplo, podrían priorizar el transporte público eléctrico por encima de las vías y carreteras en las ciudades, y asegurarse de que los nuevos proyectos de vivienda no se construyan sobre los manglares, los cuales proporcionan servicios vitales para los ecosistemas.
A su vez, el compromiso de la sociedad civil puede aumentar la probabilidad de éxito de los planes de descarbonización 2050. Los costos de implementación serán menores si se involucra a los actores clave de la sociedad desde el principio. Los planes pueden generar un espacio para consultas democráticas y pueden ayudar a asegurar una transición justa para los trabajadores que operan en los sectores de energía, agricultura y turismo, que podrían verse afectados negativamente por la transición a una sociedad baja en carbono y por el empeoramiento de los impactos climáticos.
Lograr los objetivos del Acuerdo de París y de los ODS es un desafío enorme, pero los beneficios potenciales de la creación de economías sin emisiones de carbono y resistentes al clima son fundamentales para un crecimiento inclusivo y sostenible. La contribución de los planes de descarbonización 2050 puede llegar a ser vital.
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