Bancos centrales y supervisores financieros empiezan a pensar en grande sobre el cambio climático
Desde el memorable discurso “Rompiendo la Tragedia del Horizonte” de Mark Carner gobernador del Banco de Inglaterra en 2015, los riesgos relacionados al cambio climático entraron en la agenda del supervisor y regulador financiero.
En diciembre 2017, ocho bancos centrales y supervisores (incluyendo el Banco de México) establecieron la Red de Bancos Centrales y Supervisores para Enverdecer el Sistema Financiero (NGFS, por sus siglas en inglés). El objetivo de esta red es contribuir al análisis y manejo de los riesgos relacionados al clima (y medio ambiente) en el sector financiero y así movilizar apoyo para la transición a una economía sostenible. Diez meses más tarde, la NGFS ya cuenta con 19 miembros de todos los continentes y 5 organizaciones multinacionales como observadores.
El NGFS publicó su primer reporte recientemente, concluyendo que los riesgos relacionados al clima son fuentes de riesgo financiero, y por lo tanto caben dentro de la supervisión y mandatos de estabilidad financiera de los bancos centrales y supervisores financieros. Bancos centrales pueden manejar de mejor manera estos riesgos al evaluar y reflejarlos en la regulación y las políticas operativas monetarias.
Cambio climático es una fuente de riesgo financiero
Reforzando el mensaje de Carney y el trabajo Grupo de Trabajo para la Divulgación Relacionada al Clima (TCFD, por sus siglas en inglés), el reporte de la NGFS establece que el cambio climático puede generar perdidas sustanciales para la economía y el sector financiero. Esta situación sería causada por el impacto directo de los eventos relacionados al clima extremo (sequias, inundaciones y tormentas) y que pueden causar perdidas a la productividad de bienes económicos (de riesgo físico). Tales daños, de ser severos, pueden reducir el valor de los bienes propiedad de instituciones financieras y de los prestamos de bancos colaterales. También pueden afectar la capacidad de las empresas y los hogares para pagar lo que han pedido prestado. A través de una transición hacia una economía baja en carbono, que podría ser inducida por cambios en las políticas (como compromisos internacionales como el Acuerdo de París) y/o los rápidos cambios tecnológicos (la caída del precio y aumento de la eficiencia de los paneles solares). Si tal transición ocurriera abruptamente, los costos relacionados podrían convertirse en un riesgo que afecte la solvencia financiera de las empresas (los riesgos de transición) especialmente en sectores que tienen alternativas limitadas de bajo carbono, como la producción de cemento o acero, y que podría generar mayores costos en la reducción de emisiones. Para otros sectores, el proceso de ajuste a una economía de bajo carbono vendría con transformaciones profundas al modelo de negocio e inversiones considerables en nuevas tecnologías. Estos costos pueden también traducirse en cambios en los bienes y sus valores colaterales, así como en el debilitamiento de la capacidad de la compañía para pagar su deuda.
La NGFS calcula que ambos tipos de riesgos climáticos pueden causar severas consecuencias a las instituciones financieras y son una fuente de amenaza a la estabilidad del sistema. La NGFS considera que los riesgos climáticos son importantes y posiblemente desestabilizadores para el sistema financiero, una conclusión respaldada por una amplia gama de estudios académicos. En este contexto, la NGFS repara que los riesgos climáticos se encuentran dentro de los mandatos de supervisión y estabilidad financiera de los bancos centrales y los supervisores financieros. El estudio concluye que aún si los riesgos climáticos puedan darse a largo plazo, su mitigación requiere medidas a corto plazo.
Bancos centrales y supervisores pueden jugar un rol en el manejo de riesgos climáticos en el corto plazo
Para la NGFS, el primer paso para integrar los riesgos climáticos en la supervisión de forma exitosa es entender mejor el posible impacto financiero. Basado en eso, muchos miembros de la NGFS han concluido su propia evaluación de riesgos climáticos para instituciones financieras. Las herramientas y metodologías para eso están, sin embargo, aún en etapas tempranas y hay muchos retos analíticos: cantidad limitada y disponibilidad de información, desarrollo de taxonomías y definiciones y la necesidad de construir capacidades intelectuales en traducir el conocimiento científico de cambio climático en evaluaciones de riesgo financiero.
Varias medidas han sido discutidas en la NGFS, por ejemplo, requerimientos más altos de capital para préstamos a empresas de producción intensiva de carbono, las cuales son más propensas a los riesgos de transición. Sin embargo, los miembros de la NGFS ligan su decisión en posibles ajustes a la regulación de capital ante la evidencia de un riesgo diferencial entre bienes “verde” y “café”, evidencia que aún debe ser suministrada. La NGFS también acotó que hay espacio para los bancos centrales y los supervisores para “liderar con el ejemplo”, al integrar criterio relacionado al clima en el creciente número de operaciones. Por ejemplo, bancos centrales actualmente no consideran el riesgo climático en su política monetaria (principalmente porque, como lo señaló la NGFS, las medidas de riesgo en las que se basan para sus operaciones no toman en cuenta lo suficiente los riesgos climáticos). Los Bancos centrales se beneficiarían al reflejar mejor estos riesgos en sus compras de bienes y sus marcos colaterales, como ha sido sugerido a la NGFS.
El trabajo de la NGFS es de extrema importancia en nuestra región que incluye países con una extremada alta vulnerabilidad a los impactos físicos del cambio climático, así como en países expuestos a los riesgos de transición abrupta fuera de los sectores de producción intensiva de carbono. Algunos supervisores y reguladores en América Latina han, de hecho, apoyado esta agenda: los esfuerzos del Banco de México al unirse y apoyar la NGFS, así como su involucramiento con el Grupo de Estudio de Finanzas Sostenibles G20 junto al Banco de Brasil; su compromiso de implementar las recomendaciones TCFD del Regulador de Seguros de Brasil (SUSEP) y con las confederaciones de seguros del país.
Pasos tan significativos son bien recibidos, sin embargo, un acercamiento más sistemático en la región es requerido para así crear la evidencia necesaria sobre las amenazas de riesgo climático para la estabilidad financiera, identificación de herramientas reguladoras y supervisoras y medidas que aseguren la resiliencia del sistema financiero regional.
Sobre el Autor Invitado —————————————————————————————————————————————————————————-
Pierre Monnin es miembro del Council on Economic Policies (CEP, por sus siglas en inglés), donde se centra en los efectos ambientales y sociales de la política monetaria. Anteriormente, ha estado en el Swiss National Bank (SNB) en varios cargos durante un total de diez años: asesoró a los miembros de la Junta Directiva del SNB en temas relacionados con los mercados financieros y la política monetaria, y desarrolló medidas de estabilidad financiera e integrándolos en los bancos marco de la política monetaria. También trabajó en Man Investments como analista cuantitativo, desarrollando estrategias de asignación de activos para inversiones alternativas. Pierre tiene un doctorado en economía de la Universidad de Zurich, una maestría en economía de Queen Mary de la Universidad de Londres, así como una maestría en estadística y una licenciatura en economía de la Universidad de Neuchatel.
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