“Si las mujeres en zonas rurales tuvieran el mismo acceso a activos productivos que los hombres, la producción agropecuaria incrementaría y se podrían alimentar aproximadamente 150 millones de personas adicionales” (FAO, 2011).
Esto demuestra que el papel de la mujer es clave en la producción agrícola y la seguridad alimentaria. Las mujeres son las principales agricultoras y productoras en gran parte del mundo, sin embargo, su trabajo sigue sin estar formalmente reconocido. De hecho, en los países en desarrollo las mujeres componen aproximadamente el 43% de la fuerza laboral en la agricultura.
Son numerosas las voces que defienden que la promoción de los derechos de las mujeres y su participación en el mundo rural debería ir ligada a una nueva forma de entender el desarrollo sostenible.
A pesar de ello, poco se ha avanzado en la posición de la mujer, que sigue a cargo de los trabajos del campo y del cuidado del hogar en las zonas rurales. Además, debido al limitado acceso que las mujeres tienen a la capacitación, los rápidos cambios tecnológicos ocurridos en el sector, sumados a los devastadores efectos del cambio climático, los desastres naturales o los conflictos violentos suponen un reto aun mayor para conseguir igualar el papel de las mujeres al de los hombres en la agricultura.
¿Por qué debemos invertir en la agricultura con enfoque de género? Por dos razones fundamentales: por eficiencia y equidad.
- Eficiencia: La dimensión de género es crucial desde el punto de vista de la eficiencia económica. En el sector agrícola, las desigualdades en el control y acceso a los recursos entre hombres y mujeres generan grandes ineficiencias productivas que al ser resueltas podrían incrementar la producción de alimentos a nivel mundial. Un estudio de la FAO sugiere que, si las mujeres tuvieran el mismo acceso a recursos productivos que los hombres, la producción de sus fincas aumentaría del 20% al 30%. Esto a su vez, incrementaría la producción agrícola de los países en desarrollo en un 2.5%-4% y disminuiría el número de personas con hambre en un 12%.
- Equidad: Las mujeres en las zonas rurales tienen menos acceso a servicios financieros, activos productivos, tecnologías y educación que los hombres (FAO). El enfoque de género nos puede ayudar a reducir la inequidad en la distribución de recursos, la cual se ve influenciada negativamente por roles sociales diferenciados entre el hombre y la mujer. Según la FAO, es la pobreza y no la disponibilidad de alimentos el factor principal de la inseguridad alimentaria. Esto quiere decir que, aunque hay disponibilidad de alimentos, las personas no cuentan con recursos económicos suficientes para adquirirlos.
No obstante, la seguridad alimentaria no es solo una cuestión de disponibilidad de alimentos o de recursos económicos para acceder a ellos. Las personas también deben tener acceso a alimentos de calidad nutricional en todo momento para experimentar seguridad alimentaria. La evidencia muestra que las desigualdades de género dentro y fuera del hogar ponen en peligro tanto la obtención de alimentos como la seguridad nutricional, que afecta fuertemente la salud de mujeres y niños.
Desafortunadamente, en el sector agrícola las desigualdades de género en el control y acceso a los recursos productivos son generalizados, lo cual limita en gran medida el desarrollo del sector. Además, los roles sociales asociados a hombres y mujeres también generan disparidades en la distribución de activos dentro del hogar, afectando fuertemente a la seguridad alimentaria y al bienestar de los hogares.
Por tanto, el crecimiento del sector agropecuario en la región de América Latina y el Caribe tiene que ser inclusivo con las mujeres para alcanzar un desarrollo sostenible y conseguir seguridad alimentaria y nutricional. Se estima que las mujeres producen aproximadamente entre el 60-80% de los alimentos en el mundo y representan el 20% de la mano de obra agrícola en la región. Además, producen, procesan y preparan gran parte de los alimentos disponibles, por lo que son claves para la seguridad alimentaria de sus familias y sus comunidades. Sin embargo, su contribución a la producción de alimentos no se reconoce, y en consecuencia las mujeres se benefician en menor medida de los servicios de extensión y capacitación.
En América Latina y el Caribe, aproximadamente una cuarta parte de la población adulta actual es considerada obesa, y se estima que la desnutrición crónica, la anemia, la obesidad y el sobrepeso les cuestan a los países de América Latina un 3% de su Producto Interior Bruto. Por tanto, además de asumir el peso del hogar hay que mejorar y reconocer el papel de las mujeres como productoras agrícolas, ya que es clave para incrementar el impacto del desarrollo agrícola sobre la seguridad alimentaria y nutricional.
¿Y cómo lo podemos lograr?
- Empoderando a las mujeres a través de espacios de participación que permitan identificar acciones específicas para promover y reconocer sus roles en la agricultura.
- Mejorando el acceso a activos productivos por parte de las mujeres, principalmente el acceso a la tierra. Esto se puede realizar a través de proyectos que incentiven la titulación conjunta de tierras y realizando campañas de socialización que se enfoquen en las mujeres para informarles sobre sus derechos y deberes con respecto a la propiedad de la tierra.
- Formando a los técnicos agropecuariosen buenas prácticas de género e identificando horarios y acciones específicas para que las mujeres puedan participar activamente de los espacios de capacitación.
- Incentivando la adopción de tecnologías de punta por parte de las mujeres productoras.
- Identificando líneas de acción de innovación agrícolaque beneficien a las mujeres y reduzcan su carga de trabajo.
- Potenciando la participación de la mujer en órganos de gobierno, asociaciones de producción agrícola y juntas de regantes.
- Recolectando datos de acceso a recursos productivos y uso del tiempo que estén desagregados por género para entender el rol de las mujeres en la agricultura y cuantificar su carga de trabajo.
El Banco Interamericano de Desarrollo trabaja activamente en la implementación de proyectos del sector agropecuario que promueven el acceso igualitario a tecnologías, líneas de investigación agrícola que beneficien directamente a las mujeres, que incrementen la participación de las mujeres en el acceso y la provisión de los servicios de la extensión agrícola, y que disminuyen la brecha de género en el acceso a los derechos de propiedad sobre la tierra.
Por ejemplo, a través del programa PRONAREC en Bolivia que busca incrementar la productividad agrícola a través del financiamiento de infraestructura de riego, se consiguió que, como condición para participar en el programa, el 30% de la junta directiva de las organizaciones de regantes fueran mujeres. Además, se incluyeron otras actividades como la asistencia técnica con enfoque de género, la contratación de especialista en temas de género en la unidad ejecutora y la medición de indicadores de productos y resultados desagregados por género. También en Bolivia, el programa CRIAR busca aumentar la adopción de tecnologías agropecuarias por parte de las mujeres a través de capacitaciones técnicas con enfoque de género.
En Haití, el BID está promoviendo la adopción de tecnologías agropecuarias por parte de las mujeres, así como líneas de investigación agrícola específicamente enfocadas a beneficiar este segmento de la población. Estas líneas de investigación están dedicadas específicamente a desarrollar nuevas tecnologías que reduzcan la vulnerabilidad al cambio climático y aumenten la productividad de cultivos que son principalmente sembrados por las mujeres.
Género y Agricultura from el BID – the IDB on Vimeo.
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