Por: Nathalie Alvarado, Lina Marmolejo y Robert Muggah
En blogs anteriores les contamos sobre algunas lecciones aprendidas por los gobiernos locales en sus esfuerzos para prevenir y reducir el delito y la violencia. Argumentamos que, más allá de la responsabilidad gubernamental de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, construir seguridad es un compromiso de todos. Destacamos cómo el sector privado puede contribuir en prevenir la inseguridad y complementar los esfuerzos del sector público.
En este post nos enfocamos en las mejores prácticas en las ciudades. Las ciudades son el lugar donde se definen la política y la práctica de la seguridad ciudadana. Si bien las estrategias nacionales y subnacionales son fundamentales para la prevención de los delitos, las ciudades son el lugar donde todo se pone en práctica. Las ciudades son laboratorios para la innovación en políticas para prevenir y reducir la violencia.
En nuestro más reciente estudio — realizado conjuntamente con el Instituto Igarapé y el Foro Económico Mundial — hemos explorado la evidencia de lo que funciona y lo que no para promover la seguridad ciudadana en las ciudades de América Latina y el Caribe. Si bien el informe no es exhaustivo, pues no recopila la totalidad de las experiencias en la región, sí presenta 10 casos positivos — y otros no tan positivos — de intervenciones implementadas en municipios y áreas metropolitanas de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, República Dominicana, Honduras, Jamaica, México y Venezuela.
Las conclusiones ofrecen puntos de partida para la promoción de la seguridad ciudadana.
En primer lugar, las experiencias resaltan, una vez más, que la seguridad ciudadana constituye un gran desafío y por lo tanto es una tarea de largo aliento. Desde el BID venimos apoyando a los países de la región en estos esfuerzos desde hace más de dos décadas y aún queda camino por recorrer.

Segundo, tampoco existe una fórmula única o milagrosa para hacer frente a la inseguridad. Como hemos comentado anteriormente, las causas del crimen y la violencia son complejas y requieren de atenciones diferenciadas, de intervenciones informadas por la evidencia y que den respuesta a los cambios en el territorio.
Tercero, estas ciudades también subrayan la importancia de diseñar intervenciones basadas en información y datos de calidad sobre el delito y la violencia, con un enfoque territorial en zonas o puntos de mayor concentración del crimen, y dirigidas a personas en situación de vulnerabilidad con un enfoque en comportamientos de alto riesgo.
Cuarto, el éxito de algunas de las intervenciones fue producto del liderazgo de las autoridades locales, acompañado de gobernabilidad y de instituciones de seguridad y de justicia fuertes y legítimas. Para ser auténticamente efectivas, las intervenciones deben institucionalizarse a nivel municipal e idealmente también contar con el debido apoyo a nivel estatal y nacional.
Quinto, y finalmente, asentar todo en prácticas que sabemos que funcionan. Desde finales de los ‘90 ha habido una explosión de iniciativas en seguridad ciudadana, totalizando más de 1.300 intervenciones, según algunas estimaciones. Resulta imprescindible que estas estrategias estén guiadas por evidencia empírica, y lecciones aprendidas por otros países. Para dar cuenta del impacto de las medidas, para prevenir el crimen o alterar la percepción ciudadana sobre la seguridad, existe una gran necesidad de promover la generación de conocimiento, junto con inversiones en implementación, planificación estratégica, monitoreo y evaluación. Éste es el único modo en que los líderes de América Latina podrán mejorar sus innovaciones en seguridad y establecer qué funciona, qué no y porqué.
En esto estamos trabajando desde el BID junto con los gobiernos locales, en mejorar la calidad de las intervenciones, en producir herramientas que fortalezcan la gestión integral de la seguridad ciudadana en el contexto específico de cada territorio, y en cerrar las brechas de conocimiento, apoyando a procesos de aprendizaje e intercambio regional, generando y difundiendo nuevos conocimientos. En la actualidad, tenemos nuevos trabajos de investigación en curso, en Ecuador, Honduras, Panamá y Uruguay que contribuirán a ampliar la base de conocimiento y la lista de experiencias recabadas en este informe, para que en un futuro no muy lejano, podamos vivir en ciudades más seguras.
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Foto: Flickr CC Upslon
Me parece muy interesante. …pero es necesario ahondar en el hecho de que los países centroamericanos especialmente Honduras. .carece de una educación básica a nivel escolar sobre el aprendizaje de convivir en sociedad respetando normas legales ..normas sociales y normas morales…debe de invertirse recursos a nivel municipal en equipo de psicólogos que identifique la salud mental de los pobladores tanto en niños …adolescentes y adultos….su entorno familiar base su entorno comunitario…igual si como personas tienen sus necesidades básicas satisfechas tanto fisiológicas como emocionales. ….analizar la calidad de servicios policiales que recibe la ciudadanía. .comprobando si estos servidores desarrollan su servicio en condiciones laborales legalmente aceptadas..salario.jornada laboral diaria..que le permitan una salud física emocional afectiva familiar que los mantenga en condiciones de prestar un servicio policial de calidad para que junto con otras instituciones gubernamanteles y no gubernamentales y la sociedad en general. .crear condiciones adecuadas de paz y convivencia. .
no me sirvió para nada pero gracias de todos modos
Gracias por ayudarme
Buena informacion. Actualmente creo que existen otras medidas mediante la educacion, pensando en el nuevo hombre o persona del año 2025 o del 2030.
Es cierto que hay cambios radicales en la sociedad actual, para lo cual hay que adoptar nuevas formas de percibir el efecto de estos cambios, sin que esto signifique negociar o no dar la importancia de vivir en una sociedad, donde su núcleo, la familiar, profundice la educacion de sus hijos cin principios, eso no es negociable jamás. El primer y mejor principio de la familia es vivir con el amor de nuestro credaor, y luego el principio de autoridad de los padres.