La malaria ha acompañado al ser humano, al menos en los últimos 4.700 años. La declaración de El Salvador como país libre de malaria demuestra que es posible eliminar a esta enfermedad
En el siglo XV, en Florencia, en el corazón de Europa, se describió una enfermedad que provenía de un presunto “mal aire” que surgía en áreas pantanosas. Aquel “mal de aire” que fue descrito por el científico renacentista Leonardo Bruni, tenía las mismas características que una dolencia de la que ya existían referencias desde el año 2700 A.C en la antigua China, y de la que también habían hablado griegos, romanos, árabes… Fiebres altas en zonas que surgían en zonas de pantanos y aguas estancadas. En el siglo XIX, un cirujano francés, Aristide Auguste Stanislas Verneuli, documentó esta enfermedad como “paludismo”, que en francés significa enfermedad de las zonas pantanosas.
Los “malos aires” provenientes de las zonas pantanosas que provocaban fuertes episodios de fiebre, e incluso la muerte, llegaron a ser endémicos en prácticamente todos los continentes a comienzos del siglo XX. Sin embargo, el origen de esta enfermedad no estaba en los efluvios provenientes de los pantanos, sino en un parásito transmitido entre humanos a través de la picadura de un mosquito.
La malaria ha acompañado al ser humano practicante desde el comienzo de su existencia. Sin embargo, 4.700 años después de sus primeras menciones históricas, existen evidencias para afirmar que este parásito de los pantanos y los “malos aires” puede ser finalmente derrotado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de declarar a El Salvador, como el primer país de América Central libre de malaria.
Una enfermedad que en pleno siglo XX llegó a ser endémica en todos los continentes ha ido reduciendo su presencia de manera significativa durante la segunda mitad del siglo XX y ha sido eliminada de Europa y de América del Norte. Ahora las buenas noticias llegan también a la región de América Latina y el Caribe. Y no ha sido fácil. El último peldaño para eliminar esta enfermedad está siendo complicado. Y la crisis del COVID-19 ha multiplicado, si cabe, aún más la magnitud del reto.
Desde el año 1997, la tendencia del número de casos de malaria en América se ha reducido a un ritmo anual del 7% y, en el caso de los países de Centroamérica, los casos de malaria se redujeron en más de un 90% entre 2000 y 2015. Sin embargo, en el año 2016, saltaron todas las alarmas. Por primera vez en prácticamente medio siglo, los casos de esta enfermedad estaban incrementando. Según la Organización Panamericana de la Salud, nueve países (Colombia, Ecuador, El Salvador, Guyana, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá y Venezuela) notificaron en el año 2016 un aumento de casos. En el año 2016 se registraron 40.000 casos en Centroamérica, alcanzando la cifra de 875.000 en toda América Latina y el Caribe. El número de casos totales en América Latina se estabilizó durante los años 2018 y 2019, hasta llegar a los 723.00. Sin embargo, la crisis del COVID-19 puede poner en riesgo esta contención en el número de casos.
¿Cómo ha logrado entonces El Salvador alcanzar este éxito? ¿Puede servir este caso de éxito para inspirar la lucha contra otras enfermedades infecciosas?
Seguimiento caso a caso
La primera respuesta a esta pregunta es la determinación por identificar y hacer un seguimiento minucioso de cada caso. La malaria, al igual que el resto de las enfermedades infecciosas, requiere que cada nuevo caso sea diagnosticado, investigado y tratado con la mayor rapidez posible. Sólo de esta manera es posible cortar las cadenas de transmisión entre humanos.
La estrategia de El Salvador se centró en la gestión de casos y el control de vectores y se basó en un sólido sistema de vigilancia, caso por caso, respaldado por establecimientos de salud y una extensa red de diagnóstico compuesta por más de 5.000 personas, incluidos colaboradores voluntarios de la comunidad (ColVol) y una amplia red de personal de salud, continúan luchando y vigilando cada caso sospechoso para prevenir el restablecimiento de la transmisión y mantener cero la malaria en todos los rincones del país.
El apoyo financiero
La eliminación de la malaria, al igual que otras enfermedades, exige de compromisos financieros. El Salvador continúa asignando fondos nacionales para prevenir el restablecimiento de la transmisión, incluido el mantenimiento de la vigilancia pasiva, el aseguramiento de la calidad del diagnóstico y la capacitación técnica. Aproximadamente el 87% de todo el financiamiento para el control y la eliminación de la malaria en toda la región de las Américas, incluido El Salvador, proviene de fuentes nacionales en el período 2018-2019. Además, los países de la región se han comprometido a movilizar nuevos recursos internos, encontrar soluciones financieras innovadoras, ampliar los esfuerzos para movilizar recursos de las economías emergentes y aumentar la inversión del sector privado nacional y mundial.
El asocio y el trabajo en común
Eliminar una enfermedad que lleva conviviendo con el ser humano más de 4.700 años es un reto que no puede lograrse de manera individual. La suma de esfuerzos de diferentes instituciones, públicas, privadas multilaterales, resulta clave para hacer historia. En el caso de El Salvador, la lucha contra la malaria se ha financiado en gran medida con recursos nacionales. Sin embargo, el apoyo técnico y los recursos catalizadores de socios como la OPS / OMS, el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria (Fondo Mundial), los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), la Agencia de Desarrollo Internacional (USAID) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a través de la Iniciativa Regional de Eliminación de la Malaria (IREM) han permitido que los avances logrados por el país fueran más rápidos, eficaces y sostenibles.
La IREM y el reto de la eliminación de la malaria en todos los países de Mesoamérica
La eliminación de la malaria en El Salvador no marca el final de la batalla, pero representa el primer hito de un ambicioso desafío común: eliminar la enfermedad en toda la región mesoamericana. Las lecciones aprendidas en El Salvador se están escalando y aplicando a los países restantes dentro de la Iniciativa Regional de Eliminación de la Malaria (IREM). Esta iniciativa es un esfuerzo conjunto compuesto por gobiernos nacionales, socios privados y organizaciones multilaterales y administrado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que ha apalancado y movilizado USD 102.2 millones para lograr la eliminación de la malaria en los países mesoamericanos para el 2022.
La Iniciativa Regional de Eliminación de la Malaria, administrada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Los socios de esta iniciativa son la Organización Panamericana de Salud (OPS), la Iniciativa Clinton de Acceso a la Salud (CHAI), el Consejo de Ministros de Salud de Centroamérica (Comisca) y el Proyecto Mesoamérica. El patrocinio proviene de la Fundación Carlos Slim, la Fundación Bill & Melinda Gates y el Fondo Mundial.
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