A principios de la década de 1960, cuando el gasto en salud de Estados Unidos llegó a 3% del PIB, algunos miembros del Congreso de EE.UU. se indignaron tanto que organizaron audiencias para abordar ese nivel de gasto tan insostenible. Pasaron los años y se vio que 3% no solo no era insostenible, sino que era barato: hoy, el gasto en salud en Estados Unidos es de más de 17% del PIB.
Si se los compara con Estados Unidos (o con la mayoría de los países de mayores ingresos), los países de América Latina y el Caribe no gastan una parte demasiado importante de su ingreso nacional en salud. En promedio, los países de la región gastan alrededor de 4% de su PIB en salud, y los ciudadanos gastan un 3,7% adicional del PIB en gastos de bolsillo y cuotas de seguros privados. Sin embargo, esos gastos relativamente bajos están aumentando, y es probable que sigan haciéndolo en el futuro próximo. La pregunta que enfrenta la región es: ¿el gasto adicional en salud llevará a una mejor salud o no? Un nuevo estudio presentado recientemente en un webinar del BID proporciona parte de la respuesta al proyectar los gastos en salud y mostrar qué tipos de políticas podrían llevar a un futuro mejor y más sostenible en términos financieros.
Proyecciones del gasto en salud y análisis de escenarios
El estudio, encargado por el BID, recolectó datos sobre gastos actuales por enfermedad y grupo etario. El equipo del estudio –liderado por investigadores del Bloomberg School of Public Health de la Universidad Johns Hopkins y con la participación de investigadores de siete países de la región– encontró que más de 60% del gasto en salud aborda enfermedades no transmisibles (ENT) tales como la diabetes, la hipertensión y los cánceres. Luego de tomar esta información, la proyectaron hacia el futuro usando las tendencias esperadas de crecimiento de la población, envejecimiento de la población, enfermedades, crecimiento económico y tecnología. El primer resultado clave del estudio es que se proyecta que el gasto agregado en salud (incluyendo el gasto público y privado) crecerá alrededor de 3% por año en términos reales, haciendo que el promedio pase de los US$691 per cápita actuales a alrededor de US$1.800 per cápita hacia 2050.
El futuro es siempre incierto, y será afectado tanto por factores que no controlamos como por las decisiones que tomemos. El verdadero valor de este tipo de proyecciones no es vaticinar el futuro, lo que sería una tontería. Más bien, estas proyecciones pasan a ser el punto de partida para preguntarse qué factores serían los que probablemente más aumenten el gasto y qué podemos hacer para que el gasto en salud sea más efectivo y más sostenible. Para responder a estas preguntas, el equipo de investigación nos proporciona un conjunto de escenarios –experimentos para pensar– para considerar futuros alternativos.
Un conjunto de escenarios se pregunta: ¿qué pasaría con el gasto en salud futuro si reducimos los riesgos a la salud? Por ejemplo, las políticas contra el tabaquismo son muy efectivas para lograr que menos gente fume y eso, a su vez, mejora la salud de la gente y reduce la demanda de servicios relacionados como el asma, desórdenes obstructivos de los pulmones y tratamientos de cáncer de pulmón. En la región, alrededor de 17% de las personas mayores de 15 años fuma regularmente, lo que contribuye con 9% de todas las muertes. El estudio de Johns Hopkins mostraba que una reducción de 25% en esta prevalencia reduciría el gasto futuro en alrededor de 1,5%. Esto parece poco, pero en términos absolutos no lo es, representando 16.000 millones de dólares que podrían asignarse a promover y mejorar la salud por otros caminos. Reducir la hipertensión sería un escenario especialmente bueno de ganar-ganar para la sociedad, reduciendo el gasto futuro en alrededor de 2%.
Otro conjunto de escenarios mira cómo cambiaría el gasto en salud si la relación entre el gasto y los resultados de salud en nuestra región fuera parecida a la efectividad del gasto en salud en Europa. Las ganancias serían realmente impresionantes, reduciendo el gasto en salud futuro en más de 14%. Este escenario –que implicaría implementar políticas tales como la eliminación de desperdicios, recetar medicamentos más costo-efectivos o mejorar el flujo de pacientes en los hospitales– muestra mejoras sustanciales en la salud junto con una reducción significativa del crecimiento del gasto en salud.
Preguntas importantes para detener el gasto en salud no efectivo
No hace falta tener una bola de cristal para darse cuenta de que el gasto en salud aumentará en el futuro. Pero sí es necesario hacerse algunas preguntas importantes para que el gasto en salud no efectivo no implique un drenaje de los ingresos públicos y de los bolsillos de las personas. Si seguimos las recomendaciones de este estudio, deberíamos invertir mucho más en reducir los riesgos a la salud asociados con el tabaco, el alcohol y las malas dietas. Deberíamos gastar menos en medicamentos innecesarios y más en laboratorios diagnósticos, vigilancia de enfermedades y preparación para emergencias. Organizaríamos los servicios de salud de manera que el personal médico deje de perder tiempo viajando de un centro de salud a otro y que concentre su tiempo y esfuerzo en equipos que aborden la promoción de la salud para una comunidad o un grupo de pacientes específicos. Estaríamos desarrollando sistemas de información de pacientes que proporcionen datos en tiempo real a los directores y los encargados de distritos para que puedan anticipar la demanda de servicios, detectar epidemias de forma temprana y responder más rápidamente durante emergencias.
La pandemia actual ha demostrado que la salud es fundamental para el funcionamiento de las sociedades. La gran pregunta que nos deja este estudio es si los países están dispuestos a invertir lo suficiente y suficientemente bien para asegurar un futuro saludable.
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