La Cumbre Amazónica del 8 y 9 de agosto representa un momento histórico al reunir a dignatarios de países amazónicos, comunidades locales y referentes de todos los sectores en la búsqueda de soluciones para los desafíos multidimensionales de esta región tan reconocida por su biodiversidad y su papel vital en la regulación climática global.
Este encuentro regional resalta de manera elocuente la poderosa herramienta que es la integración regional en la preservación de la Amazonía. El enfoque en la unión y colaboración entre gobiernos nacionales y locales, comunidades autóctonas y organismos multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), demuestra un reconocimiento a la interdependencia y a la necesidad de políticas conjuntas.
El recién anunciado programa regional del BID, Amazonía Siempre, servirá como un eje conductor para empujar la integración en la desafiante realidad de la Amazonía. Amazonía Siempre se despliega como un paraguas con el fin de abordar diferentes aspectos de la región amazónica, ubicando a la naturaleza y a la persona en el centro de todas las políticas.
En ese marco, la Unidad de Integración Regional del Sector Integración y Comercio y la Unidad Amazonía del Sector de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible del BID, están elaborando una estrategia de integración de regiones de frontera amazónicas, que tiene como objetivo proporcionar soluciones multisectoriales a los desafíos locales desde un punto de vista de sostenibilidad ambiental.
¿Qué son las regiones de frontera?
Son los espacios territoriales que se desenvuelven en los límites de los países y que se caracterizan por unas dinámicas únicas, donde en la mayoría de los casos se difuminan las fronteras físicas. En muchas ocasiones, alrededor de los confines se producen asentamientos urbanos –ciudades o municipios de tercer o menor orden– que comparten problemáticas y dificultades, pero también desafíos y oportunidades. Estos “clústeres de frontera” tienen un sello de identidad único, con unas dinámicas complementarias desde el punto de vista económico, político, social, cultural y medioambiental.
Así como los pueblos fronterizos comparten dificultades, también comparten las oportunidades que se potencian con la integración en términos de desarrollo sostenible.
Por ejemplo, la sinergia de empresas, asociaciones y cooperativas en un territorio geográfico común, la facilitación de cadenas logísticas compartidas o la creación de instancias de cooperación institucionales, podrían generar mejoras de productividad, potenciando la generación de encadenamientos productivos regionales, generando mayores capacidades comerciales.
Una biodiversidad en cuestión
La Amazonía es una región con más de 14.000 kilómetros de líneas fronterizas, según muestra la plataforma de gestión de información geoespacial Amazonia360 administrada por el BID. Para hacerse una idea de la dimensión de este territorio, es una distancia similar a la que existe entre las ciudades de Belem, la capital del estado brasileño de Pará, y Katmandú, capital de Nepal y hogar del imponente Monte Everest.
La relevancia demográfica de las fronteras amazónicas de los países involucrados es incuestionable. Son zonas geográficas de Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Guyana, Ecuador y Surinam, donde se estima que viven más de 6 millones de personas en 214 centros urbanos pequeños y medianos, tomando en cuenta un área de influencia de 100 kilómetros a cada lado de la frontera.
La misma plataforma (Amazonia360) también muestra que algunas de estas zonas fronterizas se ubican próximas a áreas de alta captura de CO2, con unas funciones indispensables para la regulación climática a nivel regional y mundial.
Reconocer el privilegio que implica contar con una naturaleza biodiversa, no supone invisibilizar las presiones que sufren muchas de las regiones amazónicas debido a la deforestación y el cambio climático que se refleja en períodos más intensos de sequías e inundaciones, eventos de los cuales nadie está libre de daño.
A pesar de su estatus como santuarios de vida silvestre, sus ricos ecosistemas enfrentan amenazas significativas debido a actividades humanas como la tala indiscriminada, incendios forestales y la expansión agrícola en productos no sostenibles.
El crecimiento acelerado y poco planificado de los centros urbanos, las actividades económicas informales e ilegales, la contaminación del agua y del aire, así como la falta de un manejo adecuado de los residuos, también contribuyen significativamente a la problemática. Todo ello con una baja gobernanza institucional y escasos mecanismos de coordinación, sumado a deficiencias en infraestructura de conectividad, que perjudican aún más el desenvolvimiento de la economía y de la sociedad.
Los clústeres en acción
Como muestra el hombre hasta en los desafíos más extremos, siempre hay una oportunidad para aprender, crecer y encontrar soluciones creativas.
En ese sentido, el equipo del BID, con el apoyo de un grupo de consultores en el terreno, identificó que los clústeres de frontera pueden ser una estrategia de integración que contribuya al desarrollo sostenible de la Amazonía.
La integración regional es una potente herramienta para las líneas fronterizas amazónicas: permite coordinar esfuerzos en torno a desafíos compartidos, que muchas veces trascienden a los propios países ya que responden a realidades propias, un aliciente único para el entendimiento y la implementación de políticas comunes.
Un ejemplo en el corazón de la selva
El equipo del BID identificó, entre otras, la triple frontera Brasil-Colombia-Perú para llevar adelante parte de su estrategia de integración de clústeres de frontera amazónicos.
Esta región, ubicada en el corazón de la selva amazónica, se caracteriza por una enorme riqueza social y cultural que se despliega en torno a las aguas del río Amazonas, con raíces ancestrales que diluyen los límites fronterizos en la vida cotidiana.
De algún modo, es la experiencia de dos ciudades gemelas, Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil), con más de 115 mil habitantes, que conforman el eje central del clúster, y otras localidades próximas de los tres países involucrados que comparten dinámicas y actividades. Así, la visión integracionista que se promueve, significaría sumar a un área trinacional que contiene a más de 300 mil personas.
Una perspectiva confortante para los pobladores de este núcleo amazónico que se rigen por organizaciones diferentes, pero tienen una vida cotidiana integrada y compartida. La naturalidad del tránsito de mercaderías y la movilidad de personas de un lado a otro, prácticamente sin obstáculos, hablan de regiones que, sin renegar de su identidad, anidan un sentimiento de “pueblo único” con base en raíces, tradiciones y costumbres que atraviesan fronteras.
La alta población en los tramos etarios jóvenes, la cantidad de micro, pequeñas y medianas empresas involucradas en actividades comerciales vibrantes, la alta presencia de centros educativos universitarios y de investigación, sumado el vigor de las comunidades locales, provocan una combinación virtuosa en términos de recursos humanos, movilizadora para un plan de desarrollo de largo plazo.
Esa realidad palpable en las calles amazónicas es una potente base para avanzar en políticas públicas que promuevan el intercambio institucional y el fortalecimiento del tejido empresarial, e impulsar las inversiones necesarias en servicios básicos e infraestructura intermodal, entre otros. El fin último será el acceso a mercados de bienes y productos amazónicos con un valor agregado, así como el desarrollo de los negocios verdes y sostenibles, como motores del impulso social y económico para esta valiosa región amazónica.
Aunque el contexto no deja de ser desafiante, los 14.000 kilómetros de líneas fronterizas ofrecen argumentos sólidos para mantener la esperanza y fomentar la visión de la Amazonía como una región única, sostenible y adaptada a la realidad que ya viven sus habitantes.
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