Situemos esta historia en algún día de enero de 2024. Un Boeing 737-300F procedente de la ciudad amazónica de Leticia, ubicada en el extremo sur de Colombia, aterriza en la pista 13 izquierda del Aeropuerto Internacional El Dorado, en Bogotá. El avión estaciona en la terminal de carga y, rápidamente, pallets con cajas refrigeradas, que lucen como si contuvieran delicadas artesanías, son trasladados a la barriga de un enorme jet de la aerolínea holandesa KLM.
La inspección de aduana dura pocos minutos. En cuanto los agentes escanean los códigos de barras adheridos a los pallets y obtienen instantáneamente la documentación, se autoriza la salida de Colombia.
Un día después, una clienta de un supermercado en Ámsterdam se dirige a la sección de frutas y verduras atraída por un llamativo letrero que dice: “Try a delicious Amazon super fruit: copoazú”.
En el punto de exhibición agarra un folleto que contiene algunos de los atributos especiales de este extraño producto, como su lugar de origen y la cooperativa que lo produce: una comunidad que emplea mayoritariamente a mujeres emprendedoras. Para acceder a más información, acerca su celular a un código QR donde accede a un corto video que le brinda detalles sobre las bondades especiales del producto: es sostenible y proviene de un área de protección ambiental del Amazonas.
¿Un sueño lejano?
Oportunidades para el desarrollo productivo sostenible
La Amazonía colombiana es una región con un incalculable valor natural, social y cultural, que ocupa cerca del 40% del territorio del país. Por sus diferentes acervos naturales, esta zona carga con una mística propia y ancestral: en la Serranía del Chibiriquete los majestuosos tepuys tienen cerca de 70 mil representaciones milenarias en forma de pinturas y pictogramas.
No obstante, la Amazonía también es una región de grandes contrastes y desafíos. Una importante proporción de los hogares de los departamentos amazónicos se ubican por debajo de la línea de pobreza. En lo que se refiere a la integración y desarrollo económico, una parte importante de los departamentos amazónicos se encuentran desconectados del mundo e incluso del resto del país, contribuyendo en su conjunto a menos del 1% del PIB nacional con un evidente dominio de la tasa de informalidad y una presencia de negocios ilícitos que agreden el medio ambiente.
Conscientes de la complejidad del contexto y del avance del llamado “arco de la deforestación”, el Sector de Integración y Comercio (INT) del BID con el apoyo de la Organización Alisos, realizó un estudio para entender mejor la realidad de esta región y delinear algunas oportunidades para el desarrollo productivo sostenible por medio del acceso a mercados y la diversificación de exportaciones.
Por ejemplo, se identificó que existe potencial para promover las frutas amazónicas como el chontaduro, sacha inchi, arazá, copoazú y asaí, y en naturales como las grasas y aceites vegetales, aceites esenciales, jugos y extractos vegetales y colorantes naturales. También se encontró que hay más posibilidades en los productos que ya están siendo exportados por empresas colombianas, especialmente café, cacaos especiales, pescado, pimienta y palmitos. Desde el punto de vista comercial, se calculó que la demanda internacional de los productos identificados en el estudio con potencial exportador registra montos de comercialización en el mundo cercanos a $230 billones de dólares al cierre de 2020.
El análisis también resalta que la vocación exportadora de la Amazonía colombiana no puede estar orientada hacia un mercado de commodities, la mayor oportunidad de crecimiento la tienen productos con valor agregado, sostenibles y los dirigidos a mercados verdes. Es decir, aquellos donde se comercializan productos responsables con el medio ambiente que promuevan la conservación de los ecosistemas naturales y las tradiciones culturales.
De igual importancia es la necesidad de partir de políticas que mejoren la calidad de vida de los habitantes de la Amazonía en el marco de un modelo de desarrollo sostenible.
¿Qué falta?
Como la ciudadana de Ámsterdam, en muchos otros lugares del mundo hay personas que están dispuestas a pagar más por aquellos productos que conserven el capital natural, al amparo de acuerdos de cero deforestación, tengan trazabilidad y generen valor agregado a través de la transformación in situ.
Para esto, se requiere de un gran esfuerzo coordinado público-privado, con la sociedad civil, academia y centros de investigación, que considere ante todo las realidades locales del territorio.
En ese sentido, es crítico articular apoyo técnico y financiero al talento humano local (micro emprendedores, cooperativas, pequeños emprendimientos) para que se adopten prácticas sostenibles con la incorporación de aspectos innovadores como pagos por servicios ambientales. También es necesario desarrollar proyectos basados en la conservación de los recursos naturales y los ecosistemas que los relacionan, apoyados en el fortalecimiento institucional y la gobernanza del territorio. Finalmente, es importante crear condiciones que habiliten mayor conectividad física (fluvial y aérea), digital (internet) y empresarial.
El conjunto de políticas y buenas prácticas socioambientales, sumado el papel diligente de la comunidad, permitirían desarrollar hojas de ruta para la exportación de productos identificados con el crecimiento verde.
Los alimentos de la tierra de la Amazonía colombiana tienen la oportunidad de ganarse un lugar en los estantes de los supermercados de todo el mundo.
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