Un tono pesimista acompaña de manera habitual –y comprensible– al diagnóstico del atraso tecnológico latinoamericano. Es bien conocido que las economías de América Latina y el Caribe presentan un severo déficit en cuanto a la incorporación de conocimiento y tecnología a sus procesos productivos. Los componentes de ese pesimismo son bien conocidos: insuficiente inversión pública y privada en innovación e I+D, fallas generalizadas de coordinación entre empresas, escasez de capital humano calificado, baja producción de patentes, limitada capacidad en el sector público para actuar con efectividad en relación a problemas como estos. La lista podría alargarse.
El entorno de la región con frecuencia contribuye al diagnóstico desalentador. En la mayoría de los países de la región, la economía permanece dominada por la exportación de materias primas, y por ende en sectores primarios asociados tradicionalmente con baja generación y utilización de conocimiento. Las empresas, con notables excepciones, no lucen particularmente preocupadas del tema tecnológico como parte de su estrategia competitiva. El sector público, más allá de declaraciones oficiales, enfrenta persistentes problemas para traducir una prioridad declarada en el desarrollo tecnológico en decisiones concretas, asignación de recursos y construcción de marcos coherentes de política.
La urgencia y dimensión de los problemas de desigualdad y exclusión social parecen demandar una atención y unos recursos que convierten a la política de ciencia, tecnología e innovación en un lujo por el que no siempre se quiere pagar.
El mundo al que apostamos
Pensemos sin embargo, por un momento, en un mundo en el que una masa crítica de empresas de alta tecnología emerge justamente desde los sectores más tradicionales y supuestamente atrasados de nuestras economías –los de recursos naturales– para transformarse en un motor de transformaciones estructurales y poner fin a la condena de la región a la baja intensidad tecnológica.
Un mundo en el que la innovación dialoga directamente con los agudos problemas de inclusión social y pobreza que caracterizan a América Latina y el Caribe, y hace relevante el desarrollo tecnológico para justamente aquellos sectores más necesitados de la población, mientras los hace al mismo tiempo participantes de primera mano en la identificación de problemas y soluciones innovadoras a los mismos.
Un mundo en el que el sector servicios consigue dar un salto cualitativo y deja de ser el lastre a la productividad de la economía que, con excepciones, tiende a ser en la actualidad.
Un mundo en el que las empresas latinoamericanas y caribeñas manejan con destreza su propiedad intelectual, convirtiéndola en una palanca para la capitalización de sus operaciones y el financiamiento de actividades de innovación.
Si se mira lo suficientemente de cerca, trascendiendo el pesimismo, se puede notar que visiones como las descritas arriba son en parte ya realidades en América Latina y el Caribe. Estas son realidades, además, que podemos ahora seguir y evaluar con sofisticación sin precedentes gracias a la mejora en disponibilidad de datos y los avances en materia de metodología de evaluación de políticas de innovación.
No puede afirmarse que estos fenómenos estén consolidados, pero tampoco puede dudarse de que está teniendo lugar una acelerada evolución en una dirección que contrasta con el tradicional cuadro de atraso tecnológico, lo que proporciona razones para una visión optimista.
Tal evolución es el producto, en primer lugar, de la transformación que las economías y la actividad empresarial están teniendo en la región –como reflejo, en parte, de transformaciones globales– y en segundo, de la transformación del pensamiento acerca de esos cambios. En particular de la evolución de nuestro conocimiento acerca de la actividad innovadora: no solo la realidad ha cambiado, sino que un proceso de aprendizaje continuo está en marcha, en la forma tanto de experiencia práctica (con nuevas aproximaciones a la política pública que tienen por objetivo estimular la actividad innovadora) como de análisis sistemático de las realidades de la innovación en la región.
Ambas modalidades de aprendizaje se combinan en el trabajo del Banco Interamericano de Desarrollo, que está en la línea frontal del desarrollo de proyectos de reformas e inversión que apoyan a los gobiernos y las empresas de la región en su intento por transformarse en más innovadoras, mientras que en paralelo adelantan una fuerte agenda de investigación aplicada en políticas de innovación, que pretende no solo dar cuenta de los aprendizajes obtenidos, sino también anticiparse a nuevos temas que van emergiendo.
Este papel del BID en la política de innovación en América Latina ha sido reconocido recientemente en el reporte global de la UNESCO sobre ciencia: “En las últimas dos décadas, la mayor parte de los países de América Latina han creado fondos específicos para la investigación y la innovación. La mayoría de estos fondos se originaron de una serie de préstamos a nivel nacional otorgados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El BID ejerce una influencia considerable sobre el diseño de las políticas nacionales de investigación e innovación mediante la propuesta de términos de referencia específicos sobre cómo estos préstamos deben ser asignados en la forma de subsidios competitivos, créditos, becas, para asociaciones público-privadas, nuevos procedimientos de evaluación, etc.” (UNESCO Science Report: Towards 2030. Paris 2015. p.179)
Un libro que pone las bases de una visión optimista
El volumen colectivo “La Política de Innovación en América Latina y el Caribe: Nuevos caminos”, que he compilado y editado junto con Jocelyn Olivari, contiene tratamientos extensos y originales sobre cómo los programas públicos pueden jugar un papel clave en estimular y acelerar la consolidación de tendencias como las descritas en esta entrada. Los lectores habituales de este blog ya han podido tener un adelanto de algunos de los puntos incluidos en la obra:
- Ni maldición ni bendición: tres razones para apostar a los recursos naturales como motores de innovación
- Servicios al rescate de la productividad
- Ojos que no ven, propiedad intelectual que se pierde
El libro, que estará disponible a principios del año 2016, no solo incorpora tratamientos detallados de estos y otros temas, sino que pretende reflejar el paso de la política de innovación en América Latina hacia una etapa ulterior, de mayor sofisticación y, se espera, mayor impacto sobre el desarrollo.
Alberto Ospina dice
En todo estoy de acuerdo. Pero mientras no sembremos cultura de innovción en las mentes de los dirigentes, politicos y empresarios, en America Latina no avanzaresmos ni disfrutaremos los beneficios de la innovación.