Por Mark P. Jones
En enero de 1992, representantes de la izquierda y la derecha salvadoreñas, enemigas enconadas, se encontraron en un castillo colonial de Ciudad de México, se dieron la mano y pusieron fin a una guerra civil de 12 años que había cobrado 75.000 vidas y desplazado a una quinta parte de la población de El Salvador.
Hoy día, 25 años más tarde, la separación entre la derecha y la izquierda sigue siendo tan categórica como siempre y el país figura entre los más políticamente polarizados de América Latina. Pero las elecciones son libres y justas. Las diferencias en cuanto a políticas se dirimen en la arena política, y los movimientos que alguna vez se ensañaron en un cruel derramamiento de sangre hoy se muestran respeto recíproco y hasta colaboran en importantes proyectos de legislación.
Los partidos de El Salvador proporcionan estabilidad
Cómo salió adelante la democracia en un terreno tan inhóspito fue el tema de una presentación (basada en un trabajo a ser publicado próximamente) que ofrecí en una reciente conferencia del BID. En la publicación aplico un innovador enfoque adelantado por el BID a comienzos de la década de 2000. Por aquel entonces, investigadores y colaboradores de la institución comenzaron a señalar factores clave capaces de promover una formulación de políticas que fuese de interés público, estable y flexible; en otras palabras, que abogaran por una alta capacidad de gestión gubernamental. Entre dichos factores se señaló un sólido sistema de partidos que se caracterizara por contar con un reducido número de partidos programáticos (o ideológicos) unidos y bien institucionalizados. Un sistema así puede ofrecer resguardo contra los virajes descontrolados de las políticas públicas. Puede contribuir a asegurar que las políticas importantes persistan más allá de los ciclos electorales y de los relevos en el poder.
El Salvador tiene un sólido sistema político partidista dominado por dos partidos: la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), partido de derecha que ha sido el oficialista durante la firma de los acuerdos de paz a mediados de 2009, y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), partido de izquierda y el otrora ejército guerrillero que se ha mantenido en el poder desde mediados de 2009.
Partidos que representan algo
Puede ser que las posiciones de ARENA y el FMLN sean mayoritariamente muy apartadas entre sí, pero a diferencia de lo que ocurre en muchas partes de América Latina, ambas organizaciones son altamente disciplinadas e institucionalizadas. Tienen locales partidarios a todo lo largo y ancho del país, procedimientos bien establecidos de selección de candidatos y fuertes liderazgos centralizados que hacen cumplir las posiciones de políticas. Esto significa que los partidos tienen convicciones firmes. Representan una marca claramente distinguible por los votantes a todo nivel, desde el del alcalde de la localidad hasta el del cuerpo legislativo nacional y la presidencia. Y debido a que los políticos forman parte de esa marca, rara vez cambian de partido. Eso permite asegurar la continuidad ideológica y hace que los votantes sepan qué esperar al votar por uno u otro candidato.
A esa estabilidad contribuyen un trío de partidos centristas más pequeños que tienden a entablar alianzas con el partido oficialista y un sistema legislativo que exige súper mayorías para aprobar ciertos proyectos de ley fundamentales de política monetaria y fiscal. Por tal motivo, aunque el izquierdista FMLN se haya opuesto en su mayoría a la adopción del dólar como moneda nacional en 2001, cuando ARENA estaba en el poder, ha mantenido la política durante los ocho años que ha controlado la presidencia. Y ambos partidos principales han estado de acuerdo en cuanto al endeudamiento externo.
Hay otros elementos del sistema gubernamental de El Salvador que complementan esas tendencias hacia la estabilidad. Entre ellos figuran un Poder Judicial que ha venido demostrando una independencia cada vez mayor y cumpliendo un papel de árbitro entre los dos partidos principales; una presidencia que, con una sola excepción desde la firma de los acuerdos de paz, ha sido controlada por el mismo partido que la coalición parlamentaria mayoritaria, y un cuerpo legislativo cada vez más profesionalizado, que cuenta con veteranos jefes de comisiones.
Un sistema de partidos que incluye a los rivales ideológicos
La teoría partidista tradicional sostiene que cuando dos partidos políticos grandes dominan el ámbito político de un país, ellos tienden a desplazarse hacia el centro del espectro político, en aras de captar votantes centristas y alcanzar una mayoría. La política salvadoreña no se atiene a esa idea. Los partidos dominantes del país son opuestos desde el punto de vista ideológico, y eso inevitablemente ha planteado obstáculos para la formulación de políticas.
Pero el hecho de que, 25 años después del fin de la sangrienta guerra civil, El Salvador esté entregado a un manejo civilizado del reñido y complicado proceso democrático y se encuentre en paz, demuestra una impresionante voluntad de superar el pasado y manifiesta la combinación correcta de las instituciones. El corazón de este proceso es un sólido sistema de partidos, lo cual le ha dado buenos resultados a este país.
*Autor invitado: Mark P. Jones es profesor de la Cátedra Joseph D. Jamail de Estudios Latinoamericanos, cientista político invitado en el James A. Baker III Institute for Public Policy y Director del Programa de Maestría de Asuntos Globales en la Rice University. Su investigación se centra en el efecto de las instituciones políticas en la gobernanza, la representación, la votación y las políticas públicas. Es autor de más de 100 artículos y capítulos divulgados en publicaciones como el American Journal of Political Science, Economics and Politics y The Journal of Politics, y se ha desempeñado como editor de publicaciones de la Cambridge University Press, el Banco Interamericano de Desarrollo y Oxford University Press, entre otros.
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