Cada período de elecciones, los datos de las encuestas llenan los titulares, impulsan las estrategias de campaña e influyen en las decisiones de políticas públicas. Pero ¿y si las cifras no son tan diáfanas como parecen? ¿Y si los sesgos sutiles en la forma de hacer las preguntas o en quién las formula distorsionan nuestra comprensión del sentimiento ciudadano?
Nuestro reciente estudio de investigación arroja luz sobre esta cuestión al explorar en las respuestas a las encuestas un factor específico que a menudo se pasa por alto: la influencia del sexo de la persona que formula las preguntas. En nuestro análisis de datos de encuestas de 26 países de América Latina y el Caribe, descubrimos que el sexo de la persona encuestadora afectó sustancialmente las respuestas sobre temas delicados como los roles de género y las actitudes políticas. Por ejemplo, las personas que fueron entrevistadas por hombres eran más propensas a apoyar los roles de género tradicionales y a aceptar la violencia doméstica, en determinados contextos, que aquellas que fueron entrevistadas por mujeres. Dichos sesgos pueden alterar de manera significativa los resultados, especialmente en temas en los que entran en juego las normas sociales.
Las consecuencias, obviamente, van mucho más allá de las elecciones. Las encuestas constituyen una herramienta vital para conocer el pulso de una nación: esencial para los gobiernos, las empresas y los investigadores a la hora de elaborar políticas, influir en las percepciones de los ciudadanos y asignar recursos.
Inexactitudes que podrían contribuir a reforzar los sesgos
Si las encuestas de opinión pública adolecen de sesgos, las políticas públicas elaboradas como respuesta podrían basarse en una tergiversación de las verdaderas actitudes de los ciudadanos. Analicemos cómo podrían cambiar las políticas si las encuestas sobrevaloran el apoyo a los roles de género tradicionales o subestiman la oposición a la violencia doméstica. Este tipo de distorsiones podrían dar lugar a políticas que no reflejen fielmente las necesidades o los valores de una población, lo que podría reforzar los sesgos en lugar de abordarlos.
En nuestro análisis de las encuestas a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe, descubrimos que cuando las personas encuestadas eran entrevistadas por hombres, tenían una probabilidad 4,5 puntos porcentuales mayor de percibir a los hombres como líderes políticos superiores que cuando eran entrevistadas por mujeres. Además, la aceptación de la violencia doméstica en las encuestas era más de 5 puntos porcentuales superior cuando la persona encuestadora era hombre. Y esas cifras son solo promedios. Por ejemplo, en Guyana, la aceptación de la violencia doméstica podría ascender hasta el 59% si todas las entrevistas fueran realizadas por hombres, y podría descender hasta el 24% si todas fueran realizadas por mujeres.
Ámbitos social y económico
Las encuestas que subestiman o sobrestiman el apoyo a determinados comportamientos pueden tener enormes repercusiones en el ámbito político. Y también pueden afectar las actitudes en los ámbitos más estrictamente sociales y económicos. Por ejemplo, en un estudio, cuando los hombres jóvenes casados subestimaban el apoyo de otros hombres a que las mujeres trabajaran fuera de casa, la probabilidad de que las mujeres trabajaran fuera de casa disminuía en comparación con cuando esos hombres estaban correctamente informados, lo que ilustra cómo una información inexacta sobre las normas sociales puede tener efectos muy significativos y negativos en el bienestar.
Diseñar mejores sondeos y encuestas
Para hacer frente a estos sesgos, nuestro estudio recomienda algunas medidas prácticas. En primer lugar, las organizaciones de encuestas deberían revelar, en sus conjuntos de datos, ciertas características de las personas encuestadoras, como su sexo, a fin de que los investigadores las tengan en cuenta. Otra opción sería recurrir a métodos anónimos, como las encuestas por Internet, que podrían reducir por completo los efectos de la persona encuestadora. A medida que las organizaciones de encuestas de Estados Unidos y de todo el mundo perfeccionan sus métodos a la luz de los recientes ciclos electorales, abordar los efectos de la persona encuestadora podría mejorar la fiabilidad de los datos procedentes de las encuestas y conducir a decisiones políticas mejor informadas y más representativas. Comprender y minimizar los sesgos en las respuestas a las encuestas es esencial para captar un fiel reflejo de la opinión pública. Las encuestas, cuando se diseñan e interpretan con cautela, pueden ofrecer información valiosa sobre las convicciones, preferencias y necesidades de la sociedad. Cuando no es así, pueden igualmente distorsionar el comportamiento ciudadano y la formulación de políticas públicas, con consecuencias negativas de gran alcance para la sociedad en general. Al reconocer los matices del diseño de las encuestas y los patrones de respuesta, podemos trabajar para que los sondeos sirvan mejor al público, garantizando que las políticas públicas se ajusten a las realidades y aspiraciones de aquellos a quienes afectan.
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