Las pandemias, aunque devastadoras para la población en general, tienen repercusiones desproporcionadas cuando arrasan los densos asentamientos informales de los países en desarrollo, con sus callejones estrechos y viviendas rotas. Las tasas de mortalidad, elevadas en todas partes, se dispararon en esos lugares durante la crisis de la COVID-19.
Sin embargo, hasta hace poco no se había investigado el papel de los asentamientos informales en la conformación de la dinámica económica y del cuidado de la salud de las pandemias.
Una mirada a la COVID-19 en las favelas brasileñas
Un grupo de colegas y yo decidimos estudiar el efecto de la COVID-19 y el efecto potencial de los esfuerzos para combatirla en las grandes favelas de Río de Janeiro y São Paulo, donde viven el 22% y el 11% de los habitantes de esas dos ciudades. Utilizando datos de geolocalización de millones de teléfonos móviles para seguir los movimientos de la población, descubrimos que tras la imposición de intervenciones no farmacéuticas para contener la pandemia, como el cierre de escuelas, restaurantes y comercios, a los habitantes de los asentamientos informales les resultó más difícil quedarse en casa y evitar el distanciamiento social.
Los ingresos en los asentamientos informales de esas ciudades son aproximadamente un tercio de los de otros barrios, y los habitantes empobrecidos de los asentamientos informales no pueden permitirse ser demasiado precavidos a la hora de decidir si trabajan o no, aunque eso signifique hacerlo en lugares públicos abarrotados. Sin embargo, el precio que tuvieron que pagar durante la COVID-19 en materia de contagios y de muertes fue alto. Utilizando un modelo económico que desarrollamos, descubrimos que los habitantes de las favelas, que representan el 22% de la población de Río, sufrieron el 30% de las muertes y realizaron un sacrificio desproporcionado para lograr la inmunidad de rebaño. En un mundo sin asentamientos informales, los habitantes que no viven en ellos sufrirían tasas de contagio y muerte superiores a las que ellos sufrieron.
Sopesando las distintas opciones de políticas
También utilizamos nuestro modelo económico para considerar diferentes opciones de políticas para hacer frente a la pandemia, incluidas las relacionadas con el seguro médico y el acceso a los servicios de salud. Prácticamente nadie en los asentamientos informales —y una minoría fuera de ellos— cuenta con seguro médico privado. A raíz de ello, los hospitales privados tienen un exceso de capacidad mientras que los públicos carecen de ella. Sin embargo, ¿qué pasaría si mediante una política se juntaran todas las unidades de cuidados intensivos de Río de Janeiro y se ofrecieran a todas las personas que las necesitaran, replicando en esencia la experiencia de cobertura médica universal? Durante la pandemia de la COVID-19, todos los sectores de la población habrían salido ganando: la tasa total de mortalidad por la enfermedad se habría reducido en un 28% con respecto a un escenario sin dicha política.
Según lo que descubrimos, las políticas de confinamiento en casa retrasan la dinámica de la enfermedad, ganando tiempo, pero si no se introducen rápidamente vacunas o nuevos tratamientos, las tasas globales de mortalidad se mantienen prácticamente iguales. En este sentido, los confinamientos más leves funcionan mejor. Frenan las tasas de contagio, alivian la carga de los recursos hospitalarios y salvan vidas. Pero los confinamientos estrictos generan profundas recesiones económicas a corto plazo y son ineficaces desde el punto de vista de salud a largo plazo. Contienen la enfermedad en tal medida que, al ser levantados, la dinámica de salud es similar a un escenario sin política alguna. La impensable política de confinar a un grupo concreto, en lugar de a otro, en realidad provocaría la disminución del bienestar de ambos grupos, ya que las muertes se desplazarían del grupo protegido al otro, al tiempo que se perjudicaría a las personas del grupo protegido con restricciones en su capacidad de desplazarse y hacer su vida.
Por una lógica similar, las transferencias monetarias a los pobres podrían salvar vidas. Permitirían a los habitantes de los asentamientos informales una especie de confinamiento ligero, en el que potencialmente podrían permitirse ser más precavidos, trabajar menos días y sufrir menos contagios, prueba de la eficacia de una opción de política crucial para equilibrar las repercusiones de un brote de enfermedad entre distintos grupos económicos.
La amenaza a largo plazo de las pandemias
En la actualidad, más de mil millones de personas viven en los asentamientos informales de las ciudades de todo el mundo, y más de 110 millones —una de cada cinco— viven en los asentamientos informales de América Latina y el Caribe. Se trata de lugares densamente poblados y superpoblados —en Río y São Paulo la densidad de población en los asentamientos informales es cinco veces superior a la de los demás barrios— en donde la estrechez de los espacios y la pobreza pueden dificultar la aplicación efectiva de medidas de distanciamiento social. En los últimos 20 años han surgido varias epidemias (Ébola y tres coronavirus letales). Comprender las opciones de políticas para hacer frente a tales epidemias, resulta crucial no solo para los pobres de los asentamientos informales sino para la población en general. Los modelos económicos, como los nuestros, que nos ayudan a simular diferentes opciones de políticas ante la falta de datos del mundo real, constituyen herramientas esenciales en esta búsqueda, permitiéndonos comprender la eficacia de las diferentes políticas para lograr mejores resultados la próxima vez que nos encontremos ante una pandemia.
Leave a Reply