Los grandes titulares sobre la emigración en América Latina y el Caribe en los últimos años se han centrado principalmente en Venezuela y Haití, ya que la crisis económica en el primer país y un terremoto en el segundo enviaron grandes oleadas de personas hacia otros países de la región, causando que la migración internacional se disparara de 5.7 millones a 10.7 millones entre 2015 y 2020.
La atención a este crecimiento de la migración internacional está indudablemente justificada, ya que estos movimientos excepcionales de personas han causado preocupación internacional y han generado desafíos significativos para los gobiernos de la zona. Aún así, una historia de migración todavía más grande ha sido el desplazamiento de grandes cantidades de personas a áreas urbanas dentro de las fronteras nacionales, continuando con una tendencia de seis décadas en la que el porcentaje de personas que viven en las ciudades de la región ha superado el 80%.
Un efecto transformador
La migración urbana, que es el resultado del crimen, conflicto político, violencia, cambio climático y, sobre todo, la búsqueda de oportunidades económicas, ha transformado América Latina y el Caribe. Como señalamos en Repensar la migración urbana, nuestro reciente informe sobre el tema, esta ha catalizado una gran dosis de dinamismo urbano, en la medida en la que estudiantes, trabajadores y gerentes se han congregado en centros urbanos, creando oportunidades para compartir su mayor nivel de conocimientos y habilidades con el resto de la sociedad, impulsando así la innovación y la productividad.
Los migrantes internacionales también pueden contribuir de manera significativa a las ciudades, y algunos gobiernos de la región han tomado medidas importantes en ese sentido. Esto incluye programas de regularización que permiten a los migrantes acceder al mercado laboral formal y a los sistemas de educación y salud pública, y otros derechos, así como a programas para certificar títulos educativos obtenidos en el extranjero. Sin embargo, la migración interna y la internacional no son iguales: a diferencia de los migrantes internos, los migrantes internacionales aún pueden enfrentar barreras lingüísticas o legales para acceder a empleos. Por esa razón, los migrantes internos pueden integrarse más fácilmente en la economía de las ciudades receptoras y contribuir a su desarrollo.
Una base de datos que distingue la migración interna de la migración internacional
Para comprender mejor las tendencias en la migración urbana, construimos una base de datos que combina microdatos de censos y encuestas con datos satelitales geoespaciales, delineando ciudades en función de las luces nocturnas y las imágenes diurnas. Esto nos permitió distinguir entre las personas que se desplazan dentro de la misma ciudad y las que migran entre diferentes áreas urbanas, lo que nos brindó una comprensión más precisa de la migración hacia las ciudades. También integramos estadísticas recientes sobre la migración internacional en América Latina y el Caribe.
Nuestros resultados muestran que la migración interna sigue siendo una fuerza fundamental en la expansión urbana en América Latina y el Caribe. Como ilustra el gráfico 1, antes del reciente éxodo de un gran número de personas de Venezuela, la migración interna era el factor principal en el crecimiento de las poblaciones urbanas de la región, y sigue desempeñando ese papel. En la mayoría de los países, los migrantes internos representan entre el 5% y el 12% de los residentes de la ciudad, constituyendo la mayoría de los recién llegados en las áreas urbanas. Si bien la migración internacional ha influido significativamente en la demografía de las ciudades en países como Chile y Costa Rica, su impacto ha sido relativamente modesto en otros países de la región.
Gráfico 1. Composición de la migración: interna e internacionales
La migración interna es generalizada. El gráfico 2 muestra los flujos netos de migración interna en dos países de la región, donde el tamaño de cada punto representa la proporción de migrantes internos en relación con la población de la ciudad y las flechas indican la dirección del flujo de migración neto. Esto revela que los migrantes internos no solo se dirigen a ciudades grandes, como San José, Montevideo y Lima, sino también a ciudades medianas y pequeñas. Esto ocurre no solo en Brasil y México, como se muestra en este gráfico, sino en prácticamente todos los países de la región. De hecho, si bien las ciudades más grandes atraen a más migrantes en números absolutos, el efecto es proporcionalmente el mismo tanto para ciudades más grandes como para las más pequeñas.
Gráfico 2. Flujos netos de migración interna
Preparándose para los desafíos de la migración
La migración potencialmente ofrece a todas las ciudades los beneficios de las economías de aglomeración (las ganancias que surgen cuando las empresas y las personas se ubican cerca unas de otras). También puede crear dinámicas en las que los trabajadores altamente calificados difunden sus habilidades y conocimientos al resto de la sociedad, y existe un mejor acceso a mercados de consumidores y proveedores de bienes y servicios más grandes. Sin embargo, la migración también plantea desafíos reales en términos de precios de viviendas más altos y congestión en los servicios públicos, como el transporte y la atención médica, entre otros. Las ciudades más grandes tienden a tener mayores recursos para abordar esos problemas que las más pequeñas. Esto significa, como enfatiza nuestro informe, que los países deben estar preparados. Estos deben asegurar la existencia de marcos legales sólidos e infraestructuras de datos integrales, personal capacitado como planificadores urbanos y expertos en sistemas de información geográfica (SIG), y coordinación entre agencias a nivel local, estatal y nacional. Las instituciones internacionales también pueden desempeñar un papel importante en permitir que los formuladores de políticas locales aprovechen el potencial de la migración urbana para las ciudades pequeñas y grandes de nuestra región.
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