
En las últimas seis décadas, América Latina y el Caribe ha experimentado una oleada migratoria hacia las zonas urbanas que ha disparado el porcentaje de personas que viven en ciudades, pasando de cerca del 50% de la población en 1960 a más del 80% en la actualidad. Millones de esas personas se han visto obligadas a desplazarse, huyendo de la delincuencia, los conflictos políticos y la violencia de pandillas. Muchas otras se han visto forzadas a abandonar sus hogares por los crecientes efectos del cambio climático, ya sean desastres naturales, como huracanes e inundaciones, o fenómenos de evolución lenta, como el aumento del nivel del mar y la sequía. Pero lo que mueve a la mayoría de los migrantes hacia las zonas urbanas son las oportunidades económicas. Llegan a megaciudades como Bogotá, Buenos Aires o São Paulo, o a ciudades pequeñas y medianas en busca de mejores perspectivas educativas, laborales y de negocios.
Es mucho lo que se ha escrito sobre los posibles retos que plantea esta afluencia masiva. Se han analizado muchos factores, desde los efectos negativos sobre el empleo y los salarios de los trabajadores locales más vulnerables hasta la presión alcista sobre los precios de las viviendas, el crecimiento de los asentamientos informales y la sobrecarga de los servicios públicos en ámbitos como el transporte y la atención médica. Se ha prestado mucha menos atención a las oportunidades que los migrantes crean para las economías locales en cuanto al crecimiento de la población y de la mano de obra, y a la posibilidad de generar mayor productividad, crecimiento y prosperidad para todos.
Un nuevo informe
Nuestro informe recientemente publicado, Repensar la migración urbana, se centra en esta última perspectiva. Invita a formuladores de políticas públicas, académicos y otros lectores interesados, a ampliar su visión de la migración y verla como una fuente de dinamismo económico, al mismo tiempo que se consideran políticas que pueden mitigar los efectos negativos a corto plazo sobre las personas vulnerables y sobre la vivienda y los servicios.
La densidad de las ciudades tiene mucho que ver con los beneficios positivos de la migración. Tiende a estimular la especialización y la competencia, fomentando la innovación y la iniciativa empresarial. Como resultado, las ciudades suelen tener un PIB per cápita más alto que las zonas menos pobladas. Esto atrae a las empresas, así como a estudiantes, trabajadores y directivos más jóvenes, con experiencia y habilidades superiores al promedio, que rejuvenecen y complementan la mano de obra local y contribuyen aún más al ahorro, la inversión y el éxito empresarial.
Las ciudades se benefician de las economías de aglomeración, que consiste en las ganancias que obtienen las empresas y las personas por ubicarse cerca unas de otras; de una intensa concentración de trabajadores altamente cualificados que difunden sus habilidades y conocimientos al resto de la sociedad; y de un mejor acceso a grandes mercados de consumidores y proveedores de bienes y servicios. Todas estas cosas hacen a las ciudades más productivas, lo que las lleva a atraer a más personas productivas, redundando en una productividad aún mayor. No sorprende que las empresas urbanas puedan permitirse pagar salarios más altos a sus trabajadores que las rurales.
Los desafíos de la migración urbana
Si bien los migrantes tienen fuertes razones para sentirse atraídos por las ciudades, las grandes afluencias de migrantes también pueden causar algunos desafíos, al menos a corto plazo, y dificultar que las ciudades aprovechen su ambición y talento. Los migrantes, por ejemplo, pueden aumentar la competencia por los puestos de trabajo, afectando negativamente los salarios y el empleo de algunos trabajadores locales y agravando la desigualdad salarial local, especialmente para los que se encuentran en la parte inferior de la distribución salarial. Los migrantes también pueden carecer de redes de contactos locales que les permitan encontrar un trabajo adecuado a sus capacidades o cualquier tipo de trabajo. Y pueden terminar viviendo lejos de zonas aglomeradas donde su talento podría contribuir a la economía local. La discriminación puede hacer que estos efectos sean especialmente graves para algunos migrantes.
Al incrementar los precios de la vivienda y los alquileres, la afluencia de migrantes puede estimular nuevas construcciones, nuevos empleos, mayores beneficios para los propietarios y el rejuvenecimiento de los barrios. Pero también puede dificultar el acceso a la vivienda tanto a los migrantes como a los residentes locales. Este aumento del costo de la vivienda puede producir hacinamiento o dar lugar al crecimiento de barrios informales, caracterizados por unas condiciones de vida deficientes y por la falta de derechos de propiedad y de cumplimiento de las regulaciones.
Políticas para aprovechar al máximo el potencial de la migración urbana
Estos dilemas son difíciles de resolver. Por este motivo, gran parte de nuestro informe aborda las políticas que pueden adoptar las ciudades para aprovechar las contribuciones positivas de la migración y, al mismo tiempo, prevenir sus repercusiones negativas. ¿Qué puede hacerse, por ejemplo, en el ámbito del transporte, la planificación urbana y las regulaciones de construcción para garantizar que tanto residentes como migrantes puedan acceder a empleos mejor remunerados en la ciudad y participar plenamente en la economía local? ¿Cómo pueden reformarse los servicios y las políticas públicas de empleo para que ayuden a los migrantes internos, que carecen de redes locales, a encontrar empleos adecuados o para que ayuden a los migrantes internacionales a legalizar su situación laboral? ¿Qué políticas beneficiarían específicamente a las mujeres migrantes —y residentes—? Nuestro informe ahonda en estas cuestiones y en muchas más. Resalta las medidas que pueden aprovechar el perfil de edad, generalmente más joven, de los migrantes; encontrar empleos adecuados a sus capacidades, a menudo más elevadas, y ayudarles a trabajar en las zonas de la ciudad donde más contribuyen a las economías de aglomeración. También hace hincapié en las políticas que pueden mitigar el posible impacto negativo de la migración en los grupos vulnerables. La migración, cuando está respaldada por políticas sólidas, puede llevar las ambiciones y la creatividad de una mano de obra joven, cualificada y diversa a las ciudades para hacerlas más innovadoras, competitivas y productivas. Esperamos que este informe ayude a los formuladores de políticas públicas a aprovechar ese potencial para un futuro urbano más próspero e inclusivo en América Latina y el Caribe.
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