Por Juan Camilo Cárdenas
La desaparición de bosques, el exceso de pesca y la escasez crónica de agua representan grandes desafíos para los economistas en un siglo XXI afectado por las presiones poblacionales y el cambio climático.
Por fortuna, también cuentan con nuevos instrumentos. Los economistas solían considerar a las personas como seres totalmente racionales, motivados por el interés personal, y orientados sobre todo a maximizar su bienestar material a corto plazo. Pero en las últimas décadas ese paradigma ha cambiado. Ahora, la mayoría de los economistas acepta la irracionalidad del comportamiento humano, y que el altruismo, la equidad y la cooperación son motivadores potentes.
La economía del comportamiento y el manejo de los recursos
Esto es crucial cuando se aplica la economía del comportamiento al manejo de los recursos y el medio ambiente. ¿Qué tan dispuestas están las comunidades rurales a compartir los recursos comunes? ¿Qué tan capaces son de supervisarse a sí mismas mediante el autogobierno? ¿Cuál es el objetivo de la normativa gubernamental? Estos interrogantes, entre muchos otros, son fundamentales para la preservación de los recursos. Por otra parte, mediante experimentos tanto en laboratorio como de campo, la economía del comportamiento puede desempeñar un papel decisivo al responder dichos interrogantes y ayudar a las comunidades a lograr mejores soluciones.
Considérese la cuestión de la tragedia de los comunes, un concepto del siglo XIX, ampliamente difundido, que sostenía que los individuos que actuaban de manera egoísta terminarían por agotar cualquier recurso común, ya fueran los océanos, los bosques o la biodiversidad. En 2009 Elinor Ostrom recibió el Premio Nobel de Economía por demostrar que las comunidades son capaces de autorregularse para preservar los bienes comunes, y la economía del comportamiento también tiene mucho que aportar en este sentido.
Un experimento sobre la extracción de recursos en Colombia
Este ha sido un elemento clave de mi propio trabajo. Por ejemplo, en un experimento que realicé en 1998 en el noroeste del departamento del Chocó en Colombia, jugué un juego con algunas comunidades costeras en el que las personas que suelen explotar el bosque de manglares recibieron tarjetas que representaban una parte de ese bosque. El juego estaba estructurado de tal forma que si la gente extraía la cantidad máxima permitida de bosque, ganaría más dinero a nivel individual, pero agotaría el bosque más rápido en detrimento de todos.
Después de unas pocas rondas de este experimento de laboratorio, en el que las personas no podían discutir sus decisiones entre sí, las zonas de manglares se vieron reducidas, pero no en la medida en que cabría haber esperado según la tragedia de los comunes. Luego hicimos una pausa en el juego para permitir que los aldeanos discutieran durante apenas tres minutos sobre lo que estaba sucediendo con el bosque. Durante ese tiempo, no podían celebrar contratos vinculantes con los demás, y luego quedaban en libertad de tomar la decisión confidencial de su elección. No obstante, en las rondas posteriores, la tasa de conservación de recursos comenzó a mejorar de inmediato, generando una vía de extracción más sostenible, en la cual las personas se abstuvieron de talar excesivamente los árboles para que el bosque creciera de nuevo.
Este y otros experimentos demuestran que los aldeanos rurales suelen tener un sentido instintivo de cooperación y de valoración de sus recursos compartidos. En experimentos de laboratorio en Tailandia y Colombia, por ejemplo, mis colegas y yo encontramos una fascinante diferencia entre los aldeanos y los estudiantes universitarios reclutados para jugar otros juegos, en los que igualmente se les asignaron cuotas máximas de árboles para su extracción. En el 80% de las sesiones de las que participaron aldeanos quedaron árboles en pie al final del juego, pero esta cifra ascendió solo al 37,5% en los casos en los que participaron estudiantes, aunque a todos se les había informado explícitamente que cualquier árbol que quedara en pie no tendría ningún valor económico. Esto puede parecer extraño, incluso irracional. Pero los aldeanos explicaron su comportamiento señalando el valor simbólico de los árboles en pie y del bosque como un todo. Con frecuencia, en las entrevistas de seguimiento los aldeanos hacían comentarios como: “Uno no debería extraer los últimos árboles, ya que nuestros hijos y nietos podrían utilizarlos” o “Siempre deberíamos dejar parte del bosque para otras personas”.
La normativa puede dañar la cooperación
Lo sorprendente es que la reglamentación gubernamental pueda repercutir en la voluntad de colaborar, y no precisamente en un sentido positivo. El famoso investigador británico, Richard Titmuss, en su obra clásica The Gift Relationship(1970), demostró que pagar por la donación de sangre, como ocurrió en Estados Unidos, hizo que disminuyese la calidad y la cantidad de sangre, en comparación con el sistema británico, donde la donación era voluntaria, debido a que los pagos destruyeron la motivación intrínseca. Yo encontré algo similar en otro experimento que realicé en Colombia sobre la extracción de recursos. Cuando mencioné la posibilidad –aunque remota– de que aparecería un regulador que impondría multas a quienes sobrepasaran su límite máximo, los participantes empezaron a violar cada vez más esos límites. En conclusión, la normativa empeoró la situación para el medio ambiente y para la comunidad. La posibilidad de sanciones y multas diezmó las motivaciones altruistas e intrínsecas de las personas, tal y como había sucedido en el caso de los donantes de sangre en Estados Unidos.
Por su puesto que estos y otros experimentos sobre el uso compartido de recursos no son meramente observacionales. Los experimentos de pensamiento acerca de cómo compartir recursos también llevan a los aldeanos participantes a enfrentarse a cuestiones cruciales de autogobierno, incluida la definición de quién debe ser el beneficiario de los recursos; el establecimiento de planes de gestión; las multas por violación de límites; y las ventajas globales y los costos de extracción. De esta forma, los investigadores que están abiertos a escuchar y a aprender de sus sujetos y de ese modo diseñar experimentos que reflejen la realidad, pueden enriquecer nuestros conocimientos del comportamiento gregario y desencadenar modificaciones positivas que permitan a las comunidades vivir de manera más sostenible. En una época de cambio climático y crecientes presiones sobre los recursos comunes, los investigadores pueden de esta manera contribuir a fomentar el desarrollo y reducir la pobreza.
Autor Invitado: La investigación de Juan Camilo Cárdenas, llevada a cabo mediante encuestas, instrumentos participativos y experimentos en el campo económico, tiene como objetivo entender los procesos humanos que pueden crear instituciones colectivas, justas, sostenibles y eficientes, en particular para la gestión de entornos naturales de la sociedad, a través de una perspectiva del comportamiento. Desde 2004, ha sido profesor en la Escuela de Economía de la Universidad de Los Andes (Colombia) y también ha trabajado en la facultad de la Universidad Javeriana (Colombia). Tiene un doctorado en Economía de Recursos de la Universidad de Massachusetts Amherst (1999) y realizó su postdoctorado en el Taller de Teoría Política y Análisis de Políticas (Universidad de Indiana) bajo la tutoría de Elinor Ostrom. Ha sido profesor invitado de la Universidad de Massachusetts Amherst, Harvard, y becario internacional en el Instituto Santa Fe. Además, ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales, incluida una medalla en investigaciones de la Red de Desarrollo Global en Tokio (2000) y una beca MacArthur de investigación (2000-01). Sus estudios han sido publicados en revistas de renombre, como Science, PNAS y Journal of Development Economics.
Interesante artículo, no se si habrá alguno relacionado al tema minero que es una problemática muy común en mi país donde la naturaleza se ve perjudicada por la minería ilegal e irresponsable.
Este es un excelente artículo sobre la teoría de la economía del comportamiento aplicada a los procesos de extracción de recursos agotables.. Aunque algunas de las características en esos procesos (e.g., ausencia de mercados de futros que den claras señales de precios, o la existencia de externalidades derivadas del comportamiento “miope” de los actores de esos mercados) se conocen desde hace muchas décadas, las teorías del comportamiento económico y experimentos como el que indica este autor han dado la oportunidad de verificar empíricamente algunas presunciones teóricas del pasado (ver p.ej., P.S.Dasgupta, G.MHeal, “Economic theory and exhaustible resources”).
Muy buenos, artículos muy buenos laboratorios, una característica en la humanidad es que a medida que La población. Crece los recursos disminuirán y síntoma de supervivencia aumenntara.
La variable humana en el comportamiento colectivo un aporte crucial para entender las dinámicas sociales en la gestión comunitaria.