El Informe Macroeconómico del BID de 2016, Tiempo de decisiones, define la ardua tarea de las políticas públicas al que se enfrenta la región, a saber, un bajo crecimiento hasta 2020, una política monetaria -allí donde existe- limitada por una inflación alta y numerosos países que se ven forzados a ajustes fiscales pro-cíclicos. ¿Qué pueden hacer los países para impulsar la actividad económica, reducir los riesgos de una espiral de deuda alta y crecimiento bajo y defender los logros sociales de los últimos años? Hay quienes abogan por “reformas estructurales” (lo cual puede significar muchas cosas diferentes) aunque la experiencia de América Latina y el Caribe en este plano ha sido, en el mejor de los casos, diversa -aunque con frecuencia debido a una aplicación inadecuada o inefectiva- y muchas de esas reformas que prometen un mayor crecimiento a mediano plazo podrían incluso reducir el desempeño económico a corto plazo.
El otro ámbito importante que se debe repensar es el comercial. Los países de la región han firmado un sin número de acuerdos comerciales que se asemeja a un plato de espaguetis. De hecho, una gran parte del comercio real en la región ya se realiza dentro del marco de estos acuerdos y, por lo tanto, la región no se encuentra lejos del libre comercio, al menos para el comercio que existe actualmente. Sin embargo, comparando con otras regiones, América Latina y el Caribe muestra niveles relativamente bajos de comercio interregional, sobre todo en lo que respecta a los bienes intermedios, y muy pocas cadenas de valor regionales – una señal más profunda de una integración real. Se han firmado numerosos documentos pero, en la práctica, no estamos integrados y no estamos cosechando los verdaderos beneficios del libre comercio.
La posición de América Latina y el Caribe varía considerablemente en relación con la de Europa o Estados Unidos. El Reino Unido está considerando la posibilidad de abandonar la Unión Europea, lo cual dependerá del resultado del referéndum del Brexit el 23 de junio, a pesar de que el resto de la UE es su mayor socio comercial. Las preocupaciones sobre la migración interna proveniente de países europeos más pobres y de regiones fuera de la Unión Europea, además de reglas y regulaciones supuestamente inadecuadas que emanan de lo que algunos consideran una burocracia poco transparente en Bruselas, han generado un alto grado de euroescepticismo en las tierras del rey Arturo. Incluso el primer ministro David Cameron, que ha hecho campaña a favor del No (es decir, a favor de la permanencia en la UE) se describe así mismo como euroescéptico.
En Estados Unidos ha aumentado la popularidad de Bernie Sanders y de Donald Trump, quienes han jugado la carta anticomercio en sus campañas presidenciales. Los trabajadores de la industria manufacturera sufren la competencia de China y México, y el empleo en numerosas industrias tradicionales ha disminuido, al igual que los salarios reales de sus trabajadores. Por otro lado, son más difusos los beneficios del comercio en términos de producción más eficiente y productos más baratos para todos. Dado el aumento de la desigualdad, existe la opinión de que los ganadores han obtenido grandes réditos mientras que los perdedores no han sido adecuadamente compensados. Además, si bien algunos reconocen que el éxito de la economía de Estados Unidos se basa en la inmigración, otros temen las consecuencias de una ola más reciente -tanto en su vertiente legal como indocumentada- en la economía de Estados Unidos o incluso en su cultura.
Estos problemas adquieren un cariz bastante diferente en América Latina y el Caribe. Numerosos países de la región han experimentado el fenómeno de la emigración (a Estados Unidos y a Europa) y, si bien esto puede implicar una fuga de cerebros, las remesas enviadas han servido para ayudar a los miembros de las familias a emprender negocios locales y financiar la inversión. En algunos casos, la educación superior en el extranjero ha contribuido a construir capacidad cuando los graduados vuelven a sus países para impulsar la productividad de las empresas o a promover un mejor gobierno. En algunos acuerdos en la región, como el CARICOM y el MERCOSUR, se ha observado un progreso evidente hacia la libre circulación de la mano de obra. Hay argentinos trabajando en Brasil, paraguayos trabajando en Argentina y ciudadanos de muchos países caribeños que viven en Barbados o en la isla de Trinidad. La región también tiene una cierta dosis de inmigración del resto del mundo. Desde luego, numerosos problemas existen en torno a la migración en América Latina y el Caribe, pero son significativamente diferentes de los de Estados Unidos y Europa.
El rol del comercio también es diferente. Los productos chinos han llegado a la región pero también compiten con las exportaciones regionales en terceros mercados. Mientras Estados Unidos y Europa han sido capaces de focalizarse en la alta tecnología, las manufacturas en América Latina han sufrido todavía más debido a la competencia china y a un auge de las materias primas que desvió recursos de otros sectores del comercio. Sin embargo, el auge de las materias primas ha llegado a su fin y América Latina y el Caribe tendrán que adoptar un nuevo enfoque e impulsar las exportaciones no tradicionales.
La región tiene un enorme potencial. Hay numerosos sectores transables que América Latina puede y debe desarrollar desde la agroindustria (en sí misma diversa con productos como aceites, productos frutícolas y vinos de alto valor),la industria aeronáutica y el turismo médico/sanitario, así como un conjunto de servicios y productos diferentes,. Sin embargo, la región tiene que aumentar la eficiencia y la escala para competir con actores globales y no puede permitirse desperdiciar ninguna oportunidad para materializarlo. En numerosos casos, la escala implica utilizar numerosas empresas a lo largo de una cadena de producción. Para explotar estas sinergías se requiere una integración más profunda.`
La región debe volver a plantearse la agenda comercial. Una verdadera zona de Libre Comercio de América Latina y el Caribe, aunque no es un concepto novedoso, podría propulsar un muy necesario dinamismo económico. También deber ir acompañado de una requerida inversión en infraestructura regional para reducir los costos logísticos y de transporte. Con aproximadamente 530 millones de habitantes, el 78% de ellos residentes en zonas urbanas, y un PIB de cerca de USD 5 billones, América Latina y el Caribe tiene un mercado doméstico de grandes dimensiones y la región es un importante actor global. La integración no solucionará completamente la complejidad de las políticas públicas, pero podría proporcionar una inyección saludable a sus empresas ayudarlas a ser más eficientes, a crecer en el mercado mundial y, por ende, a impulsar el empleo. Es la versión de las políticas públicas de la proverbial fruta que cuelga del árbol a baja altura. ¿Por qué no arrancarla?
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