Con miles de muertes en todo el mundo, el coronavirus ha sembrado el pánico en casi todos los países y territorios donde ha golpeado. La gente le teme no solo a la infección y a la muerte, sino a las alteraciones de su vida cotidiana, sus rituales y sus tradiciones. Todo, desde generar un ingreso hasta tener una vida familiar normal o incluso proveer comida para la familia, se ha vuelto más difícil. Y en algunos casos, la incertidumbre y los miedos pueden llevar al pánico.
Podemos verlo en los supermercados donde la gente compra grandes cantidades de papel higiénico, conservas y otros suministros básicos porque ven a las personas a su alrededor acaparando de igual forma. Podemos verlo en la premura por comprar máscaras, a pesar de que hay mejores maneras de protegernos y de que esas máscaras son muy necesarias para los trabajadores de la salud.
Nuestro problema para evaluar el riesgo
El problema es que, como lo demuestran las publicaciones que utilizan la economía del comportamiento, somos muy malos evaluando riesgos. En estos momentos de incertidumbre, necesitamos que nuestros gobiernos nos ofrezcan una mano firme, que nos ayuden con información precisa que limite el peligro tanto para nosotros mismos como para la sociedad, sin provocar el tipo de ansiedad que causa daño social y personal innecesario. Necesitamos implementar, tanto a nivel gubernamental como personal, algunas de las técnicas de la economía del comportamiento para que podamos comportarnos de manera más racional.
Este es un desafío enorme, en gran medida debido a nuestros prejuicios innatos. Tomemos, por ejemplo, el problema de lo que los economistas del comportamiento llaman “heurística de disponibilidad”, por la cual sobrestimamos la probabilidad de eventos que llaman más nuestra atención. Esto ocurre, por ejemplo, cuando las personas reaccionan con horror ante las noticias de un reciente ataque de tiburón a kilómetros de distancia, pero no se les ocurre pensar sobre los riesgos mucho mayores de conducir un automóvil, incluso hasta el punto de hacerlo en estado de embriaguez o sin cinturón de seguridad. O el problema del “descuento hiperbólico”, por el cual la gente prefiere una recompensa más pequeña ahora que una más grande después, lo que nos dificulta dejar pasar la oportunidad de divertirnos en un bar o restaurante ahora en aras de evitar el coronavirus en el futuro.
Considerando el impacto en los demás en la lucha contra el coronavirus
Aún peor es nuestra capacidad de tener en cuenta las repercusiones, o externalidades, sobre los demás. Por ejemplo, las personas del movimiento antivacunación, no consideran que al negarse a asumir el riesgo insignificante de ser vacunadas, también están poniendo en riesgo a otras personas. Las personas que acaparan las máscaras no piensan en cómo esto podría perjudicar al sistema de salud y poner en riesgo a quienes están en primera línea en la lucha contra el coronavirus.
En el Grupo de economía del comportamiento del BID analizamos estos tipos de sesgos y proporcionamos soluciones a los gobiernos. En esta época de pandemia, creemos que la principal prioridad del gobierno es proporcionar información útil y clara, que permita lograr un equilibrio adecuado entre la conciencia y el pánico. Esto implica hacer que la población comprenda que la amenaza del coronavirus es inminente, virulenta e inexorable, aunque sin exagerar los riesgos. Significa ser proactivos al brindar mensajes claros que no inciten a las personas a saturar los hospitales y los sistemas de salud, a resignarse a la infección, o a dejar de tomarse en serio una epidemia la próxima vez que ataque.
Diseñar mensajes contundentes y con objetivos precisos es crucial para que las personas se protejan a sí mismas, protegiendo a su vez a quienes las rodean, asegurando que limiten el contacto directo con los demás (distanciamiento social) y reducir así la tasa de contagio. La radio y la televisión pueden transmitir eficazmente estos mensajes a las personas mayores o a aquellas con menos educación. Las redes sociales funcionan mejor para llegar a los jóvenes. Videos, infografías e incluso canciones son todas formas de llegar a diversos grupos.
Usar las lecciones de la economía del comportamiento para reducir los comportamientos peligrosos
También debería llevarse a cabo un esfuerzo por parte de las autoridades para fomentar el uso de las lecciones de la economía del comportamiento a fin de ayudar a las personas a hacer frente a los desafíos y al estrés del momento actual. Por ejemplo, ciertas técnicas como usar gafas de sol o enseñarnos a mantener una mano en el bolsillo al hablar por teléfono, pueden reducir nuestra costumbre de tocarnos la cara, y ser esenciales para reducir el contagio. Cosas como instalar dispensadores de jabón de bajo costo en los hogares, mezclar juguetes con el jabón para los niños y promocionar campañas de higiene adecuadas pueden hacer que la gente se lave las manos más a menudo. Se nos puede alentar a practicar el distanciamiento social y a evitar el contacto social a través de campañas, con el apoyo de las redes sociales y relaciones y acuerdos entre amigos y familiares para supervisarse mutuamente. Después de todo, el poder de las redes y el peso de la información que obtenemos de nuestros pares es muy enorme.
Cualquiera que sea el enfoque en un momento y lugar determinados, la clave está en asegurar que las campañas se mantengan y se adapten a las circunstancias cambiantes. Eso significa que no hay que relajar los esfuerzos de comunicación y hay que ir modificándolos a medida que se filtran las buenas y las malas noticias sobre la enfermedad y las percepciones de la gente sobre los cambios de riesgo. De la misma manera que los anunciantes privados adaptan sus anuncios a las nuevas tendencias de moda y los políticos reforman sus anuncios políticos para adaptarlos al clima político; las autoridades y sus socios privados en la lucha contra las enfermedades deben estar siempre dispuestos a estar atentos a las creencias y percepciones y a modificar en consecuencia la información, el mensaje y la forma de comunicación.
Será una lucha larga. Pero por ahora, las mejores soluciones son las elementales de practicar el distanciamiento social, lavarse las manos repetidamente y evitar tocarse la cara. En esta larga y crucial batalla, los mejores remedios son los mensajes efectivos – y flexibles – junto con la vigilancia continua para ver lo que funciona y lo que no funciona.
Jesus Alfonso Omana dice
Excelente artículo además de un recordareis muy útil y aplicado acerca del curso.
ARTURO BOLANOS M dice
Necesitamos más profesionales y técnicos en Economía del comportamiento para los gobiernos pero sobre todo en el sector privado para que haya un mayor impacto en la economía mundial.
Que tal si el BID inicia un proyecto de capacitar técnicos con un curso gratis virtual.
Tom Sarrazin dice
Hola Arturo,
Tenemos un curso en línea justo con ese propósito: https://cursos.iadb.org/es/indes/economia-del-comportamiento-para-mejores-politicas-publicas-1
Saludos,
Tom
Erwin Melgar dice
Me parece muy interesante para este momento que e Mundo esta viviendo. El planteamiento que propone Carlos es bastante innovador, sobre todo para América Latina y el Caribe, donde todavía el sistema político no tiene en su agenda de trabajo como prioridad a la Salud. Sumado a este aspecto tenemos países que su conformación social es muy diversas, las mismas que tienes diferentes percepciones a lo que se hace en la cotidianidad, sólo por mencionar estos dos aspectos que influye en la aplicabilidad de las diferentes normas que emiten los Gobiernos para “proteger a su población”. Considero muy importante que la economía del comportamiento pueda apoyar a la toma de conciencia de la población en estos momentos, pero tambien considero importante el conocer las diferentes culturas de nuestros paises para que los mensajes logren el impacto deseado. de todas las normativas gubernamentales, mas allá de QUEDARSE EN CASA
Cayetano López dice
Interesante escrito. La idea teórica del conocimiento cada día mas avanzada.Pero con lo único que no se trabaja es con la ética y virtud de los medios de comunicación formales, sean estos de gobierno o privados (concesiones). Por ello la verdad que mana desde esas cúpulas, la gente no las cree. Ojala y quizá desde regulaciones “de la verdad” internacional, se adopten medidas contundentes sobre este mal informativo y la información que se vierta pueda ser lo mas ajustado a la realidad. De manera contraria, la fuerza social será menos posible de contener.
Fabiola Ortiz Marínez dice
Buenos días, me resulta muy interesante el planteamiento que se hace sobre la Economía del Comportamiento. Soy especialsita en Comunicación para el cambio y también en Políticas Públicas. Estuve atenta a un curso que el BID abrió en esta página, sobre esta temática, pero no puede acceder por algún error o dificultad técnica.
Agradeceré me informe cómo puedo hacer para obtener más información y apoyo para crecer en este tema.
Considero que hay mucho por hacer, en adelante, para sostener y aprovechar los conocimmientos y aprendizajes obtenidos después de la crisis mundial por el Conavid 19.
Saludos cordi
Tom Sarrazin dice
Hola Fabiola,
Aquí te dejo de nuevo el enlace a nuestro curso sobre la economía del comportamiento: https://cursos.iadb.org/es/indes/economia-del-comportamiento-para-mejores-politicas-publicas-1
Espero que sea útil.
Saludos,
Tom
Martin Ramirez Reynaldi dice
Gracias por su articulo solo incidir en la busqueda del amtidoto para curar.esta enfermedad.
Roberto Moreno Espinosa dice
Es claro, categórico y entendible el conjunto de mensajes que se plantean útiles para múltiples escenarios, ojalá la prensa tendenciosa lo asimile, en particular la necesidad de mantenerse bien informados. En el caso particular de México considero que el gobierno está brindando una excelente información día a día; confío en la medida en que se supere este escenario transitemos a una sociedad solidaria y más igualitaria.
Patricia Santamaria dice
Felicito a IDEAS y a Carlos Scartascini por compartir su conocimiento muy oportuno en momentos de crisis sanitaria mundial y con un acontecimiento disruptivo por el que atravezamos, es preciso practicar éstas recomendaciones muy útiles desde casa e implementar éstas recomendaciones en comunidades urbanas y en especial las rurales. Así ayudamos en la economía del comportamiento.
Pablo Andrés León Madariaga dice
En esta periodo de muchísima incertidumbre por la pandemia del COVID-19, los niveles de ansiedad que invade a muchos tomadores de decisiones del sector público, los sesga al cortoplacismo y minimizan las consecuencias de sus acciones en un mediano y largo plazo, Es por ello, que es muy importante que sus asesores se esfuercen en evaluar y comunicarles los impactos esperados (directos, indirectos y secundarios) de las mismas..
Sandra Luz Ríos Rodríguez dice
Interesante la economía del comportamiento, cada lugar, región del mundo, reacciona y actúa de manera diferente ante la crisis del coronavirus. El comportamiento de las masas pesa mucho, ante la toma de decisiones individuales.